Nico e Israel esperan en la morgue
El servicio forense de Tlanepantla recibe a los familiares de los que murieron en las explosiones de Tultepec. Esta es la historia del ¨²ltimo d¨ªa de un t¨ªo y su sobrino
Sentada frente a la puerta de la morgue, Bernardina Alvarado acuna a su nieta. Le da un jugo, le rasca la frente con su barbilla. Le dice, ¡°no llores¡±. La ni?a se llama Dulce y tiene un a?o y siete meses. Parece cansada, como su abuela. Est¨¢n tapadas con una manta de Winnie The Pooh. Junto a ellas hay una bolsa con pa?ales y un par de refrescos. ¡°Entramos al ba?o¡±, recuerda, ¡°eso nos hizo tener m¨¢s tiempo. Nos retras¨®¡±. Se refiere a lo que pas¨® el martes, a las explosiones. La ni?a llora y Bernardina dice que tiene miedo: ¡°No le gusta que la gente se acerque¡±. Bernardina dice tambi¨¦n que Dulce est¨¢ lastimada. ¡°Se le quemaron las pompis¡±.
En total eran ocho. Iban Bernardina, su hija Ang¨¦lica, las hijas de esta, Dulce y Susuki. Otro nieto de Bernardina, Nico Peralta ¨CBernardina le llama as¨ª, ¡°Nico Peralta¡±¨C, el marido de Ang¨¦lica, Israel. Luego tambi¨¦n la hermana de Bernardina, Claudia y su propio nieto.
Salieron de casa como a mediod¨ªa. Llegaron al mercado de cohetes de Tultepec una hora m¨¢s tarde. Aparcaron su camioneta en el estacionamiento. Claudia, que acaba de llegar, menciona que hab¨ªa ido a Tultepec, s¨ª, pero a las casas, no al mercado. La gente vende cohetes en sus propias casas, no siempre en el mercado. As¨ª es la cuna de la pirotecnia en M¨¦xico.
El martes fueron porque Israel quer¨ªa comprar luces de bengala. El pr¨®ximo 26 de diciembre, o el 28, Bernardina no recuerda, patrocinaba una fiesta en su pueblo, Huajuapan de Le¨®n, en Oaxaca. Era el padrino. El que organiza. El que compra los cohetes.
Llegaron y se distribuyeron as¨ª: Bernardina iba con su hija y sus dos nietas. Su hermana Claudia iba con su nieto. Su yerno, Israel, iba con Nico Peralta. Aparcaron y pasaron al ba?o y quiz¨¢ ese detalle salv¨® algunas vidas. Luego entraron al mercado. Bernardina dice que Dulce estaba molesta. ¡°Le dol¨ªa un o¨ªdo, no paraba de llorar¡±. Claudia recuerda que se cans¨® de andar y se sent¨® en una silla mientras Israel y Nico Peralta miraban las luces de bengala. Y entonces, la explosi¨®n.
Su relato a partir de aqu¨ª parece una carrera de obst¨¢culos. Vallas, piedras con lumbre cayendo del cielo, gente corriendo, gente pisando a otra gente, pasto ardiendo, silencio absoluto, ese silencio que provocan los grandes estruendos. Y luego, mucho ruido. ¡°El ambiente¡±, dice Bernardina, ¡°se hizo como si estuvi¨¦ramos debajo de una bomba at¨®mica¡±.
Correr. Primero salir del mercado, llegar al estacionamiento. Luego saltar la valla, una barda de metro y medio. Bernardina, su hija y sus nietas llegaron primero. La abuela pas¨® a Dulce al otro lado de la valla. Alguien se la recibi¨®. ¡°No s¨¦ qui¨¦n fue, yo no m¨¢s la pas¨¦¡±. Luego saltaron su hija y su otra nieta. Despu¨¦s le grit¨® a su hermana Claudia, que estaba tirada junto a un coche, tratando de que no le dieran las piedras.
¡°Yo¡±, dice Claudia, ¡°estaba enfrente del coche y vi las piedras con lumbre cayendo. Me tir¨¦ al suelo y tap¨¦ con mi cuerpo a mi nieto. Luego alguien trat¨® de meterse tambi¨¦n¡±. ?Meterse d¨®nde? ¡°Debajo m¨ªo¡±. ?Y usted qu¨¦ hizo? ¡°Le dije que no. Vi que era un hombre y le dije 'no, salte' y con el pie izquierdo le hice para atr¨¢s¡±. Escuch¨® a su hermana gritar. Le dec¨ªa que se iba a morir, que corriera. Y corri¨®. Salt¨® la valla no sabe c¨®mo y todos juntos corrieron hasta las v¨ªas del tren.
O todas. Porque Israel, de 36 a?os y Nico Peralta, de 11, no llegaron.
Ninguna de las dos acierta a calcular el tiempo que transcurri¨® hasta que llegaron a las v¨ªa del tren. ?10 minutos? ?15? ?20? En todo caso fue entonces cuando se dieron cuenta de que Dulce ten¨ªa las nalgas quemadas. Buscaron a un m¨¦dico. Buscaron tambi¨¦n a Israel y a Nico Peralta. No encontraron nada.
Ya por la noche, cuando hab¨ªa militares, bomberos, helic¨®pteros, ambulancias, polic¨ªas estatales y federales por todas partes, las trasladaron al hospital. Israel y Nico Peralta segu¨ªan sin aparecer. Cuando curaron a Dulce, empezaron a buscar por las morgues. De madrugada les dijeron que hab¨ªa un ni?o que igual era Nico, que se parec¨ªa a la descripci¨®n que hab¨ªan dado de ¨¦l. Estaba muerto, en la morgue de Tlanepantla, a unos kil¨®metros de all¨ª. Agarraron el carro y emprendieron la marcha. Llegaron de noche y a¨²n no se han movido de ah¨ª.
Claudia y Bernardina esperan frente a la morgue a que les den los cuerpos de Nico e Israel. Ambas han entrado y han identificado el cad¨¢ver del ni?o. ¡°Ya vi a Nico: tiene una zanja de un lado a otro del pecho¡±, dice Claudia, con esa cara de entender lo que dice y no entenderlo. Como si lo que ha pasado le hubiera ocurrido a otra persona.
Claudia ha entrado a ver otro cuerpo por si era Israel, pero no se decide. ¡°No se si es ¨¦l, est¨¢ muy da?ado¡±, dice con algo de verg¨¹enza. Ang¨¦lica, su esposa, la hija de Bernardina, ha ido despu¨¦s. Es ¨¦l.
El Gobierno del Estado de M¨¦xico ha reconocido ya a 17 de los 33 muertos. Ocho de los fallecidos son ni?os.
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