Una Navidad en la Goulette
Los inmigrantes subsaharianos han revitalizado la parroquia del barrio de la Goulette, un ejemplo de tolerancia religiosa
Durante d¨¦cadas, el barrio mar¨ªtimo de la Goulette, en T¨²nez, fue un ejemplo de coexistencia religiosa, dividida su poblaci¨®n casi a partes iguales entre sus comunidades jud¨ªa, cristiana y musulmana. Uno de los m¨¢s c¨¦lebres directores de cine tunecino, Ferid Boughedir, retrat¨® muy bien aquella atmosfera en el delicioso filme Un verano en la Goulette (1996).
Hoy en d¨ªa, poco queda de aquel vibrante pasado intercultural. Despu¨¦s de m¨¢s de un siglo en T¨²nez, la comunidad italiana sigui¨® los pasos de miles franceses y emigr¨® hacia al pa¨ªs de sus ancestros despu¨¦s de la independencia, en 1956. En cuanto a la jud¨ªa, su partida se inici¨® sobre todo a ra¨ªz de las hostilidades entre ¨¢rabes e israel¨ªes de la guerra de 1967.
En el coraz¨®n del barrio italiano, conocido como ¡°la peque?a Sicilia¡± y repoblado gracias al ¨¦xodo rural de las ¨²ltimas d¨¦cadas, se levanta desde mitades del siglo XIX la iglesia de San Agust¨ªn y San Fidel. Despu¨¦s de a?os de decadencia, su parroquia se ha visto revitalizada por los inmigrantes subsaharianos. ¡°Ahora solo quedan un pu?ado ancianos italianos¡±, se lamenta Escarpita, un italiano de mediana edad que ha venido a la iglesia para acompa?ar a una encurbada viejecita, tocada con un pa?uelo, que es amiga de sus padres. ¡°Tienes que venir el 14 de agosto, el d¨ªa de la Virgen. Cuando era peque?o, hab¨ªa una procesi¨®n por la ciudad que sal¨ªa de aqu¨ª. Ahora, sirve de excusa para congregar a toda la comunidad italiana esparcida por el pa¨ªs, y a¨²n llenamos la iglesia¡±, agrega.
Si bien la poblaci¨®n de la Goulette se ha homogeneizado durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, la comunidad de parroquianos se ha diversificado. Una cuarentena de personas asiste a una misa de Navidad que, por sus colores y acentos, bien podr¨ªa ser la reuni¨®n de una comisi¨®n de Naciones Unidas. Predominan los subsaharianos, algunos ataviados con coloridos vestidos tradicionales, pero tambi¨¦n hay varias tunecinas conversas, un par de madames con la permanente reci¨¦n hecha, la anciana siciliana con su hiyab cristiano, un par de familias filipinas y cuatro monjas indias con un h¨¢bito blanco atravesado por varias l¨ªneas azules. El mismo que luce la Madre Teresa de Calcuta en un cuadro colgado en la pared. A su lado varios frescos que, seg¨²n un rumor, pint¨® el hermano del mism¨ªsimo Al Capone, que prefiri¨® la tranquilidad de T¨²nez a la jungla de Chicago.
Despu¨¦s de una misa biling¨¹e, con el serm¨®n en ingl¨¦s y los villancicos en franc¨¦s, un hombre alto y enjuto, con un inconfundible acento del subcontinente indio, invita a los presentes a un refrigerio. ¡°No soy indio, soy pakistan¨ª. En mi pa¨ªs, los cristianos somos un 4% de la poblaci¨®n. Por cierto, antes, sol¨ªan acompa?arnos tambi¨¦n un par de espa?oles de la embajada, pero dejaron de venir, no s¨¦ porqu¨¦¡±, explica con una sonrisa Alex, un diplom¨¢tico pakistan¨ª.
Su espigado hijo adolescente ejerce de monaguillo. Entre los nueve curas, monjes y monaguillos alrededor del altar, ¨¦l es el ¨²nico que no es negro. Mientras los ni?os corretean en una amplia sala adyacente a la sacrist¨ªa, sus padres sirven la comida. El men¨², obviamente, es africano: arroz con especias, salsa de verduras y una alita de pollo.
Una vez los parroquianos han saciado su hambre, Nicola, el portero de la iglesia, da una se?al a la patrulla de polic¨ªa que monta una relajada guardia frente a la puerta del templo, y los agentes se van. ¡°Es una cuesti¨®n de protocolo, pero nunca hemos sufrido ning¨²n ataque, ni tan siquiera despu¨¦s de la Revoluci¨®n¡±, explica este septuagenario de rubicundos mofletes que luce una ajada boina. ¡±Nos sentimos muy seguros aqu¨ª. Vivo en el centro de la medina,y en tres a?os no he tenido ning¨²n problema¡±, asiente Eric, el misionero venido de Tanzania que libr¨® el serm¨®n.
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