El muro mental de Trump
El proyecto de la alambrada inaugura la edad del oscurantismo y del aislamiento
![La valla de la ciuadad de Tijuana en la frontera entre México y Estados unidos.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WDHSCZLJDUSNRVC6IDH6HKGX4U.jpg?auth=832945937d965cfd8a5a7e9f61963485f7b082e0280e950b66b6918a6567b421&width=414)
No hace falta ser un experto en grafolog¨ªa para identificar la extra?a firma de Trump con una suerte de alambrada en cuyo abrupto recorrido se aprecia incluso el contraste de unas torres de vigilancia. Trump firma con un muro. Y lo prolonga ahora a una dimensi¨®n material, pero tambi¨¦n conceptual y psicol¨®gica.
Quiere decirse que la megaloman¨ªa del proyecto tanto se expone a la categor¨ªa de las obras irrealizables como queda subordinada al mensaje protector y discriminatorio que implica dividir la sociedad no ya entre americanos y extranjeros, sino entre buenos y malos, de forma que el estadounidense genuino debe recelar del inmigrante, acaso confortado por la seguridad que le proporciona la placa de sheriff de Trump.
El presidente americano inocula un veneno en la sociedad, la xenofobia, para luego proponerse como medida terap¨¦utica. El muro no es hacia fuera, es hacia dentro. Y supone un ejercicio de aislacionismo mental y hasta emocional cuyos l¨ªmites no contradicen otras ambiciones prosaicas. Empezando por la econ¨®mica, toda vez que la pol¨ªtica de Trump convierte la abstracci¨®n del mexicano delincuente en el pretexto para corregir el desequilibrio de la balanza comercial con el vecino y trasladar a los mercados el mensaje dogm¨¢tico del proteccionismo.
El muro es la alegor¨ªa del aislamiento, m¨¢s all¨¢ de la intoxicaci¨®n social que implica la demonizaci¨®n de los inmigrantes ilegales como embri¨®n de la delincuencia, y el oprobio de los mexicanos en cuanto amenaza a la seguridad y el trabajo. No iba a molestarse Trump en matizar entre sus compatriotas que son m¨¢s los mexicanos que se marchan de EE. UU. de cuantos ingresan. Ni iba a detallar que 700.000 de los "invasores" son j¨®venes de M¨¦xico y de Centroam¨¦rica a quienes Obama dispens¨® una moratoria en sus tr¨¢mites de regularizaci¨®n.
Trump no ha puesto la primera piedra del muro. Corresponde el honor a Bill Clinton en 1994, como concierne a George Bush hijo uno de sus mayores impulsos de ingenier¨ªa (2006). Existe, pues, un millar de kil¨®metros de alambrada que Trump quiere prolongar como si fuera posible resolver los problemas orogr¨¢ficos y las fronteras naturales: el desierto, el r¨ªo Grande, incluso el derecho de la propiedad privada que prevalece entre los terratenientes de Texas. No es concebible alambrar sus tierras. Ni parece viable que el Estado americano disponga de suficientes recursos para ubicar agentes y controles en una distancia equivalente a la que separa Espa?a de Bielorrusia.
El muro es fara¨®nico e inconcebible en su dimensi¨®n material, pero viable y catastr¨®fico en sus connotaciones psicol¨®gicas y en el desquiciamiento de una sociedad aprensiva. Trump incide en la pol¨ªtica de las emociones y de las simplificaciones. Persevera en la construcci¨®n de enemigos y en la facultad para erradicarlos. No ha inaugurado un muro imposible. Ha inaugurado la era del oscurantismo con su firma de alambre de espino.
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