?Qu¨¦ piensa el viejo ind¨ªgena arawet¨¦ de los blancos mientras su mundo es destruido?
El Brasil etnocida avanza en la Amazonia del Estado de Par¨¢: primero Belo Monte, ahora Belo Sun
Era un anciano. Su pueblo, los arawet¨¦s. Ten¨ªa el cuerpo rojo de uruc¨². El cabello en un corte redondeado. Y estaba sentado recto, con las manos abrazando el arco y las flechas delante de ¨¦l. Se qued¨® as¨ª durante cerca de 12 horas. No comi¨®. No se dobl¨®. Yo lo miraba, pero ¨¦l jam¨¢s estableci¨® contacto visual conmigo. Frente a ¨¦l, l¨ªderes ind¨ªgenas de los varios pueblos afectados por Belo Monte se turnaban en el micr¨®fono para exigir el cumplimiento de los acuerdos por parte de Norte Energia, la empresa concesionaria de la hidroel¨¦ctrica, y el fortalecimiento de la Fundaci¨®n Nacional del Ind¨ªgena (FUNAI). ?l, como otros, no entend¨ªa el portugu¨¦s. Estaba all¨ª, sentado en una silla de pl¨¢stico roja, en el centro de convenciones de Altamira, en Par¨¢. ?Qu¨¦ ve¨ªa? Hace 40 a?os, ¨¦l y su pueblo ni siquiera sab¨ªan que exist¨ªa algo llamado Brasil. Posiblemente eso siga no teniendo ning¨²n sentido, pero ahora ¨¦l estaba all¨ª, bajo las l¨¢mparas, sentado en una silla de pl¨¢stico rojo, esperando a que su destino sea decidido en portugu¨¦s. ?Qu¨¦ ve¨ªa?
No s¨¦ qu¨¦ ve¨ªa. S¨¦ lo que ve¨ªa yo. Y lo que vi me hizo alcanzar no una dimensi¨®n de ¨¦l, sino de m¨ª. O de nosotros, "los blancos". Siempre que escribo sobre los meandros t¨¦cnicos y jur¨ªdicos de Belo Monte, y ahora tambi¨¦n de Belo Sun, s¨¦ que pierdo algunos cientos de lectores por frase, por m¨¢s que simplifique lo que es complejo. Porque el lenguaje de la justicia, as¨ª como el de la burocracia, con todas sus siglas, est¨¢ hecho para producir analfabetos incluso en quien tiene un doctorado en lengua y literatura. ?Pero qu¨¦ les queda a los ind¨ªgenas que se esfuerzan por expresarse en la lengua de aquellos que los destruyen en el mismo momento en que la vida es destruida? ?Qu¨¦ le queda al viejo arawet¨¦ sentado all¨ª durante casi 12 horas? No tiene elecci¨®n, ya que estas son las palabras con las que le aniquilan la existencia.
Los l¨ªderes de los varios pueblos ind¨ªgenas afectados por Belo Monte, los que hablan portugu¨¦s, denunciaban la imposibilidad de la vida despu¨¦s de que la hidroel¨¦ctrica se impusiese en el Xing¨². Exig¨ªan que Norte Energia cumpliese con sus obligaciones legales para restablecer las actividades productivas en las aldeas y para que pudiesen superar la situaci¨®n de inseguridad alimentaria. La reuni¨®n, el mi¨¦rcoles (26/1), era una respuesta a la protesta de los ind¨ªgenas en el Ministerio P¨²blico Federal en Altamira, seguida de la ocupaci¨®n de la oficina del Instituto Brasile?o del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAMA) en la ciudad. Antes pod¨ªan exigir el cumplimiento de los acuerdos parando las obras de Belo Monte, pero ahora que la planta ya opera el poder de presi¨®n disminuye y lo que ya era grave se vuelve a¨²n peor. En presencia del nuevo presidente de la FUNAI, Ant?nio Fernandes Toninho Costa, los ind¨ªgenas exig¨ªan el fortalecimiento del ¨®rgano que deber¨ªa protegerlos y que desde hace a ?os viene sufriendo un desmantelamiento promovido por sectores y pol¨ªticos vinculados a la agroindustria, de ojo en las ricas tierras ind¨ªgenas, y hoy tan ¨ªntimamente entrelazados con el Gobierno Temer.
La reuni¨®n era crucial porque la situaci¨®n es desesperante. Hay relatos de hambre y de aumento de las enfermedades en parte de las aldeas. Durante la construcci¨®n de la hidroel¨¦ctrica, el llamado Plan de Emergencia deber¨ªa haber fortalecido a los ind¨ªgenas ante la magnitud de lo que suceder¨ªa. En vez de ello, se convirti¨® en un mostrador donde se cambalache¨® con la vida de los pueblos originarios. Durante cerca de dos a?os, Norte Energia les dio una especie de paga a los pueblos ind¨ªgenas afectados, 30.000 reales (9.621 d¨®lares) en mercanc¨ªas para cada aldea al mes. Era un instrumento de cooptaci¨®n y corrupci¨®n de los caciques para minar la resistencia a la construcci¨®n de Belo Monte.?
Aldeas se dividieron. Ind¨ªgenas dejaron de cultivar los campos para comer productos industrializados. La desnutrici¨®n infantil se dispar¨®, as¨ª como los casos de diarrea. Al mismo tiempo, la FUNAI, que deber¨ªa protegerlos del monumental emprendimiento en el Xing¨², r¨ªo sagrado para los pueblos ind¨ªgenas, dej¨® de tener jefes de puesto en las aldeas y fue convenientemente debilitada en la regi¨®n. El plan de emergencia para contener el impacto representado por la construcci¨®n de la hidroel¨¦ctrica, al convertirse en un mostrador en el que incluso ind¨ªgenas de reciente contacto negociaban directamente con la empresa, se convirti¨® en el mayor impacto. Tanto que la fiscal de la Rep¨²blica en Altamira, Thais Santi, present¨® una demanda contra el Estado y Norte Energia por etnocidio ¡ªexterminio cultural¡ª de los pueblos ind¨ªgenas.
Hoy en d¨ªa, la situaci¨®n es considerada por los observadores a¨²n m¨¢s grave. El r¨ªo ha sido alterado por la represa y la supervivencia de los ind¨ªgenas est¨¢ amenazada. Pero, en vez de responsabilizar al Estado, en todas sus instancias, el Gobierno de Par¨¢ concedi¨®, el 2 de febrero, la licencia de instalaci¨®n de otro gigantesco proyecto: el de extracci¨®n de oro por parte de la empresa canadiense Belo Sun en Volta Grande do Xing¨², justo al lado de Belo Monte. La regi¨®n, que ya ha sufrido un impacto extremo debido a la hidroel¨¦ctrica, ahora sufrir¨¢ un nuevo impacto, en una superposici¨®n cuyas consecuencias no han sido dimensionadas. La FUNAI reiter¨® que el estudio que trata del licenciamiento ambiental es "inapto a su presentaci¨®n a las comunidades ind¨ªgenas", por no cumplir con criterios b¨¢sicos, y que no hay ni siquiera "datos primarios" sobre las tierras ind¨ªgenas m¨¢s cercanas al lugar de explotaci¨®n minera. Har¨ªan falta al menos seis a?os de seguimiento de Volta Grande tras Belo Monte para analizar la viabilidad o no de un nuevo emprendimiento en la regi¨®n. Pero la FUNAI fue ignorada. Para los pueblos ind¨ªgenas, es una especie de renovaci¨®n del fin del mundo.
Hace una semana, los ind¨ªgenas denunciaban el impacto de Belo Monte. Hoy se desesperan porque el impacto de Belo Sun va a superponerse al de Belo Monte en Volta Grande do Xing¨². Lo peor se anuncia, y lo peor sucede. Ha sido as¨ª. Todos los mecanismos de protecci¨®n de la selva amaz¨®nica y de los pueblos ind¨ªgenas son ignorados ¡ªo distorsionados¡ª y el poder judicial se ha mostrado connivente con la ruptura de la ley, como si esta fuese apenas un entramado flojo. ?C¨®mo el viejo arawet¨¦ puede entender eso, ¨¦l que ni siquiera entiende una lengua en la que la palabra Belo (bello) puede nombrar algo que destruye y mata?
Pintado de uruc¨², agarrado al arco y a las flechas, sentado en una silla de pl¨¢stico roja, sin entender la lengua en la que su destino es decidido y su hambre decretada, all¨ª est¨¢ el viejo arawet¨¦. ?C¨®mo lleg¨® al centro de convenciones? ?Qu¨¦ caminos lo llevaron hasta aquel momento, aquella silla, aquel escenario tan expuesto por las l¨¢mparas y, al mismo tiempo, tan encubiertos por negociaciones y subterfugios y borrados?
En opini¨®n de los arewet¨¦, son ellos quienes amansan a los blancos
Los arawet¨¦ saben de nosotros, los blancos, desde hace mucho tiempo. Como cuenta el antrop¨®logo Eduardo Viveiros de Castro en Pueblos Ind¨ªgenas en Brasil (PIB), una especie de enciclopedia viviente organizada por el Instituto Socioambiental sobre las m¨¢s de 240 etnias que pueblan el territorio que llamamos Brasil, pero que ellos conoc¨ªan por otros nombres desde hac¨ªa mucho m¨¢s tiempo, los blancos est¨¢n presentes en su mitolog¨ªa. Pero el contacto "oficial" tuvo lugar en la d¨¦cada de 1970, en el proceso de implantaci¨®n de la Transamaz?nica, el primero de los grandes proyectos promovidos por el Estado y ejecutados por las grandes constructoras de la regi¨®n. En aquel momento, la dictadura civil-militar inici¨® un trabajo de "atracci¨®n y pacificaci¨®n" de los pueblos ind¨ªgenas. Seg¨²n el entendimiento de los Arawet¨¦, es importante subrayarlo, lo que ocurri¨® fue lo contrario: fueron ellos los que amansaron a los blancos.
En 1976 la FUNAI encontr¨® a los arawet¨¦ precariamente acampados cerca de los campos de los agricultores. Estaban hambrientos y ya enfermos por el contacto con los blancos. En julio de aquel a?o, los exploradores decidieron iniciar con ellos una caminata de cerca de 100 kil¨®metros hasta un puesto de la FUNAI. En los 17 d¨ªas que dur¨® el trayecto, los adultos y los ni?os iban tropezando durante la marcha. Con los ojos cerrados por una conjuntivitis infecciosa, los arawet¨¦ no ve¨ªan ni siquiera el camino. Se perd¨ªan en el bosque y se mor¨ªan de hambre. Ni?os peque?os, de repente hu¨¦rfanos, eran sacrificados por adultos desesperados. Mucha gente, demasiado d¨¦bil para seguir caminando, ped¨ªa que la dejasen morir en paz. Al final de la jornada, 73 personas ya no exist¨ªan, v¨ªctimas del contacto y de la caminata. El primer censo realizado por la FUNAI registr¨® 120 supervivientes. Eran, en aquel momento, todos los arawet¨¦ del planeta.
El anciano sentado en la silla de pl¨¢stico roja, agarrado a su arco y sus flechas, es uno de los supervivientes del contacto "oficial" con los blancos, 40 a?os atr¨¢s. Y all¨ª est¨¢ ¨¦l. ?Qu¨¦ ve? ?Qu¨¦ son los blancos que negocian su vida en el escenario del centro de convenciones? ?Qu¨¦ somos nosotros?
Un salto. Ya no es la Transamaz?nica rasgada sobre la casa y la vida de los pueblos ind¨ªgenas del Xing¨². Es Belo Monte. En 2013 el antrop¨®logo Guilherme Heurich, del Museo Nacional, present¨® un texto mordaz en la sala sexta de la Fiscal¨ªa General de la Rep¨²blica, en Brasilia: "Lo que Norte Energia hizo durante el Plan de Emergencia fue proporcionar un flujo constante de mercanc¨ªas en direcci¨®n a las aldeas. Norte Energia asumi¨® la postura de gran donante, universal e infinita, y tuvo como intermediarios entre ella y los ind¨ªgenas tan solo las listas".
Al principio, la FUNAI todav¨ªa vetaba pedidos como, por ejemplo, camas convencionales. Despu¨¦s, los caciques pasaron a negociar las listas directamente. Era un mostrador donde se reeditaba la cl¨¢sica alegor¨ªa de 1500, cuando los europeos invasores cambiaron la vida de las poblaciones nativas por espejitos. Quinientos a?os m¨¢s tarde, eran lanchas, combustible, televisores, galletas, cheetos, refrescos. Ind¨ªgenas que no tomaban az¨²car pasaron a consumirlo a diario. ?C¨®mo eso podr¨ªa proteger a los pueblos ind¨ªgenas del impacto de Belo Monte? La violaci¨®n es expl¨ªcita. Pero, m¨¢s de un a?o despu¨¦s, el Poder Judicial ni siquiera ha decidido si tiene la competencia para juzgar la acci¨®n de etnocidio. Para la Justicia brasile?a, la muerte cultural de los pueblos ind¨ªgenas no es un tema urgente.
Para los Arawet¨¦, las mercanc¨ªas de Norte Energ¨ªa eran la contrapartida de su muerte futura
En una conversaci¨®n con un arawet¨¦, el antrop¨®logo Guilherme Heurich descubri¨® c¨®mo aquel pueblo entend¨ªa el flujo de mercanc¨ªas hacia la aldea. Las mercanc¨ªas eran el pepik?,la contrapartida de la futura muerte de todos. ?Y qu¨¦ van a matar?, pregunt¨® ¨¦l. "El agua". ?El agua? "S¨ª, el agua de la presa". El an¨¢lisis de los arawet¨¦ acerca del porqu¨¦ del flujo de mercanc¨ªas hacia la aldea, seg¨²n el antrop¨®logo, no podr¨ªa ser m¨¢s claro y preciso: "Todo aquello que el plan de emergencia distribuy¨® es el pago anticipado de la muerte que se producir¨¢ cuando la aldea sea inundada por las aguas de Belo Monte". Otro arawet¨¦ propuso una salida para el d¨ªa en que la presa acabase con la vida en el pueblo: "Vamos a construir una canoa muy grande..., para vivir todo el mundo en medio del r¨ªo".
As¨ª, el viejo arawet¨¦ que ahora est¨¢ ah¨ª, en el centro de convenciones de Altamira, agarrado a su arco y a sus flechas, vivi¨® junto a todos la certeza de que el fin del mundo hab¨ªa llegado. ?C¨®mo dimensionar y responder a un impacto de esa magnitud en la vida ps¨ªquica? Y ahora all¨¢ est¨¢ ¨¦l. Sentado en la silla de pl¨¢stico roja. Inm¨®vil. Casi 12 horas sin comer, sin doblarse.
El r¨ªo Xing¨² y sus afluentes ya no son los mismos. Su pueblo, a orillas del Ipixuna, siente eso d¨ªa tras d¨ªa. Otros pueblos, estos de Volta Grande do Xing¨², toman el micr¨®fono para contar que Belo Monte cambi¨® radicalmente el r¨ªo, amenazando su presente e impidiendo su futuro. Y avisan que, si se autoriza el proyecto de miner¨ªa de Belo Sun, acabar¨¢ con todo. Belo Sun est¨¢ lejos de los arawet¨¦, pero est¨¢ muy cerca de las aldeas de otros pueblos, como los juruna y los arara. Lejos y cerca son categor¨ªas relativas en un ambiente en que un acontecimiento desencadena numerosos otros en cadena. "Si le dan la licencia a Belo Sun, ser¨¢ el caos. Y quienes sufriremos somos nosotros", dice el cacique Gilliard Juruna, de la aldea Muratu, que a finales del a?o pasado perdi¨® a un hermano, ahogado en el r¨ªo en el que hab¨ªa nacido, pero ya no se reconoc¨ªa.
El proyecto de la canadiense Belo Sun, llamado Volta Grande, en el municipio de Senador Jos¨¦ Porfirio, fue autorizado pocos d¨ªas despu¨¦s de la reuni¨®n en la que el presidente de la FUNAI reiter¨®: "La FUNAI ya se ha manifestado. Estamos en contra de Belo Sun". La noticia lleg¨® por primera vez en ingl¨¦s. La reuni¨®n de la Secretar¨ªa de Estado de Medio Ambiente y Sostenibilidad de Par¨¢ (SEMAS), que formalizar¨ªa la licencia de instalaci¨®n de Belo Sun, todav¨ªa no hab¨ªa terminado y oficialmente a¨²n no se hab¨ªa concedido ese permiso, pero la empresa canadiense ya hab¨ªa lanzado un comunicado en ingl¨¦s en el que anunciaba la autorizaci¨®n. En 12 a?os, la minera canadiense prev¨¦ la extracci¨®n de 600 toneladas de oro de la regi¨®n de Volta Grande do Xing¨². Serra Pelada, la mayor fiebre del oro vivida en el siglo XX en Brasil, arranc¨® oficialmente poco m¨¢s de 40 toneladas de la selva amaz¨®nica.
Uno de los ingenieros que firma el informe encargado por Belo Sun, atestando que el proyecto es viable y seguro, es el mismo que firm¨® el laudo que garantizaba la estabilidad de la presa de Fund?o, en Mariana. De acuerdo con un reportaje del Fant¨¢stico, programa de la TV Globo, fue acusado de homicidio despu¨¦s de la ruptura que caus¨® uno de los mayores desastres ambientales de la historia de Brasil. Seg¨²n el Instituto Socioambiental, el proyecto de Belo Sun prev¨¦ monta?as de basura con aproximadamente el doble del volumen del Pan de Az¨²car de R¨ªo de Janeiro y la construcci¨®n de un dep¨®sito de residuos t¨®xicos. Todo eso en una regi¨®n que ya sufre un fuerte impacto de Belo Monte. en plena selva amaz¨®nica, en el momento en que la humanidad afronta el cambio clim¨¢tico.
La Defensor¨ªa de la Uni¨®n y la Defensor¨ªa P¨²blica de Par¨¢ ya han presentado demandas contra la licencia a Belo Sun. El Ministerio P¨²blico Federal (MPF) ya ha interpuesto una demanda en la que afirma que el proceso de concesi¨®n de licencias debe ser realizado por el IBAMA ¡ªy no por el ¨®rgano del Estado de Par¨¢¡ª, ya que hay territorios ind¨ªgenas en el ¨¢rea de impacto. Otra acci¨®n del MPF ya ha anulado en primera instancia la licencia previa del proyecto y hoy libra una batalla de recursos en los tribunales superiores. Pero, incluso con la licencia previa sub iudice, aun as¨ª se concedi¨® la licencia posterior, la de instalaci¨®n. Y ahora Belo Sun, que ya est¨¢ en Volta Grande desde hace bastante tiempo, tiene permiso oficial para operar. Una vez m¨¢s, los pueblos ind¨ªgenas y las comunidades tradicionales no fueron escuchados, como deter mina la legislaci¨®n. Pero la connivencia del Poder Judicial con los excesos y omisiones de los Gobiernos ha vuelto la ley menos real que las leyendas de la regi¨®n del Xing¨². Las violaciones son denunciadas y no pasa nada. La violencia es anunciada y no se impide. La ley, as¨ª como el r¨ªo, est¨¢ represada en el Xing¨².
?C¨®mo va a entender el viejo arawet¨¦ ese mundo de los blancos que destruye su mundo y el mundo de los otros pueblos ind¨ªgenas? ?C¨®mo va a entender una ley que existe para no existir? Pero est¨¢ all¨ª, sentado recto, desde hace casi 12 horas, sin comer, sin doblarse. Sentado en la silla de pl¨¢stico roja. La reuni¨®n, necesaria para que no sea a¨²n peor, fundamental para que Norte Energia sea presionada a respetar los acuerdos que ya deber¨ªa haber cumplido durante a?os y la FUNAI a proteger a los ind¨ªgenas a quienes nunca deber¨ªa haber desprotegido, es en s¨ª misma una violencia. Es otra lengua, es otra organizaci¨®n social y pol¨ªtica. El viejo arawet¨¦ est¨¢ all¨ª, sentado entre representantes de otros pueblos ind¨ªgenas que son sus enemigos hist¨®ricos, oyendo palabras que no descifra. ?C¨®mo es posible tanto imposible, esa realidad absurda?
Les llamamos arawet¨¦, pero incluso el nombre no tiene ning¨²n sentido en su idioma, que proviene del tronco tup¨ª-guaran¨ª. Fue dado por un explorador de la FUNAI, pero no hay referencia en la lengua de los arawet¨¦, que no saben por qu¨¦ se les llama arawet¨¦. Se autodenominan b?de, que significa "nosotros", "los seres humanos". Los blancos son kamar?. Y son awi,"enemigos", "extranjeros". Y all¨ª est¨¢ el viejo, sentado con su arco y con sus flechas, y ni el nombre por el cual su pueblo es llamado al micr¨®fono tiene ning¨²n sentido.
La tensi¨®n es permanente, y el tiempo parece un tejido siempre en la inminencia de ser desgarrado. L¨ªderes de otros pueblos, que hablan bien el portugu¨¦s, la dominan. Los ind¨ªgenas sacuden arcos y flechas, las frases son rotundas porque la vida se va convirtiendo en muerte. "Lo que hac¨¦is es crear conflicto, pon¨¦is a naciones contra naciones a pelearse. Eso es un crimen", dice un l¨ªder. "Si Norte Energia es Gobierno, si es due?a de todo, di pronto qu¨¦ no va a hacer", dice otro. "Para quienes no nos conocen somos muertos de hambre, ignorantes, corruptos, pero la demanda por etnocidio est¨¢ all¨ª, en la mesa del tribunal", grita un cacique. "Hay mineros y madereros que saquean nuestras tierras y no hac¨¦is nada", sigue otro. "Ten¨¦is que respetar a nosotros, respetar a nuestros mayores, respetar nuestro idioma. El r¨ªo est¨¢ seco, el r¨ªo est¨¢ sucio, nosotros estamos sufriendo. ?Ten¨¦is que escuchar! "?
El presidente de la FUNAI pide un "voto de confianza", recuerda que acaba de asumir el cargo, promete que todo ser¨¢ diferente. Cuando un ind¨ªgena interrumpe su intervenci¨®n, dice: "Os he escuchado, ahora pido que, por favor, me dej¨¦is hablar. Esta es la democracia". Si el viejo arawet¨¦ pudiese entender el portugu¨¦s, ?qu¨¦ pensar¨ªa sobre la "democracia"? Expresiones tales como "generaci¨®n de ingresos", "actividades productivas", "log¨ªstica de movilizaci¨®n" son frecuentes a lo largo de la reuni¨®n. ?C¨®mo entender esa violaci¨®n a los o¨ªdos? Sentado all¨ª, ?qu¨¦ ve?
La lengua desencarnada es mucho peor que un fantasma porque ni siquiera asusta. Es lo que siento cuando repito la palabra "etnocidio". C¨®mo explicar que la muerte cultural es la muerte de lo que un pueblo es, la muerte de un ser y de un estar en el mundo totalmente singular, es la muerte que precede a la extinci¨®n f¨ªsica, porque la cultura es lo que les da sentido a los latidos de un coraz¨®n humano. Y yo y tantos repetimos esa palabra para contar lo que sucede con los pueblos ind¨ªgenas desde que Belo Monte se materializ¨® en el Xing¨², pero ese contar nada mueve. Ni siquiera una acci¨®n de la Fiscal¨ªa Federal que demandaba al Estado y a Norte Energia por etnocidio hizo que el Poder Judicial considerase el proceso de muerte cultural de los ind¨ªgenas como algo a ser interrumpido con urgencia.
Incluso para quienes entienden el portugu¨¦s, si la palabra se desencarna, si el lector no consigue ver all¨ª la sangre y el alma del que all¨ª muere, la letra es una carta que no llega a su destinatario. ?Y para el arawet¨¦, este que se muere lentamente aqu¨ª mismo, en esta reuni¨®n, v¨ªctima de un etnocidio, sin conocer ni siquiera la palabra que nombra su extinci¨®n?
Ya es de madrugada cuando termina la reuni¨®n, y los l¨ªderes se aglomeran para firmar otro documento m¨¢s en el que Norte Energia y la FUNAI se comprometen a cumplir con lo que ya han incumplido tantas veces. El viejo arawet¨¦ finalmente se mueve. Tiene movimientos de felino y evoluciona por el sal¨®n como si estuviese en un pa¨ªs extranjero, que es donde de hecho est¨¢. Muy lentamente, se acerca a un teclado de ordenador y, cauteloso, extiende un dedo cubierto de uruc¨². Toca muy r¨¢pidamente la tecla y ya quita el dedo. Nada sucede. Le dice algunas palabras en su lengua a nadie. Pega el cuerpo a la pared blanca, protegiendo la espalda en un ambiente hostil, y se queda curioseando la escena. Despu¨¦s, vuelve a dar sus pasos de felino. Va hasta la mesa de las autoridades, ahora vac¨ªa. Coge el micr¨®fono y le da algunos golpes, con cuidado. Nada. Ya est¨¢ apagado. Ninguna palabra sale de all¨ª. El presidente de la FUNAI se despide con un adi¨®s general: "Quedaos con Dios".
?Qu¨¦ ve el viejo arawet¨¦? Me gustar¨ªa saberlo. Pero no lo s¨¦. Ignorante, s¨¦ tan solo lo que veo yo.
¡°Hay una cosa suya que muere para siempre tan pronto como los rozamos"
Quer¨ªa que nunca lo hubi¨¦semos tocado. Quer¨ªa que ning¨²n pueblo ind¨ªgena hubiese sabido de nosotros. Como dijo Cl¨¢udio Villas B?as, hace muchas d¨¦cadas, al intentar "salvar" a los ind¨ªgenas: "Hay una cosa suya que muere para siempre tan pronto como los rozamos". Me acuerdo tambi¨¦n de otra frase, esta t¨ªtulo de un libro precioso del antrop¨®logo Jorge Pozzobon: "Vosotros, blancos, no ten¨¦is alma".
Pero los tocamos. Y siempre que los tocamos provocamos exterminio. Como los peores alien¨ªgenas, aterrizamos y los matamos de tantas formas. Y aprendemos nada porque seguimos extermin¨¢ndolos. Y ayer les echamos Belo Monte. Y hoy Belo Sun.
Somos todav¨ªa, en gran medida, los mismos que provocamos el genocidio en 1500. Y hoy la Constituci¨®n del 88, que asegur¨® la protecci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas, es atacada por todos sus lados. Y sufre cotidianamente el peor de los ataques, que es el de no ser cumplida. Los blancos no tienen palabra. Escriben la ley en la letra e, incluso as¨ª, no tienen palabra.
No s¨¦ lo que ve el viejo arawet¨¦. S¨¦ lo que veo. Delante de m¨ª est¨¢ alguien que es ¨¦l mismo un mundo. Alguien que no deber¨ªa necesitar estar all¨ª. Y todo lo que tenemos para ofrecerle son sillas de pl¨¢stico rojas y palabras desencarnadas.
?l agarra un cigarro. Lo enciende. Baja con dificultad la escalera del centro de convenciones y desaparece en la ciudad con olor a cloaca. Yo salgo de all¨ª como un monstruo.
Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos y de la novela Uma duas. Sitio web: desacontecimentos.com Email: elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: brumelianebrum
Traducci¨®n de ?scar Curros
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