De los sobornos de Odebrecht a las clases de cocina
Ejecutivos implicados en la trama corrupta de la constructora brasile?a se enfrentan a penas de a?os de casa por c¨¢rcel
Mientras parte del mundo se prepara para el ajetreo internacional que pueda ocasionar la llamada Confesi¨®n del fin del mundo ¡ªla descripci¨®n de varios ejecutivos de la multinacional brasile?a Odebrecht sobre c¨®mo sobornaban a Gobiernos de toda Am¨¦rica Latina¡ª, hay un reducido grupo de personas que est¨¢ m¨¢s que preparado para sus efectos.
Son los 77 directivos que han recibido una sentencia reducida a cambio de esta delaci¨®n y que, en consecuencia, tras a?os de vivir en un frenes¨ª de reuniones, viajes y cenas de negocios, ahora est¨¢n obligados a quedarse dentro de sus casas para cumplir con sus arrestos domiciliarios. "Lo que m¨¢s me va a afectar es no salir los fines de semana", suspira en entrevista con EL PA?S uno de ellos, el ejecutivo O, que prefiere no dar su nombre. "Al fin y al cabo, soy una persona", justifica.
Sentado en su sal¨®n, O no transmite la imagen de un preso normal. Es m¨¢s, es la viva imagen de la tranquilidad. Acaba de dejar atr¨¢s meses de angustia, de detallar sus corruptelas a la polic¨ªa, de negociar la sentencia que le ser¨ªa aplicada: el r¨¦gimen cerrado (sin salir de casa), semiabierto (salir de casa solo en horario de oficina) o abierto (salir de casa con libertad menos el fin de semana).
Ahora lo ¨²nico que le queda por resolver es qu¨¦ har¨¢ con tanto tiempo libre. ?l es m¨¢s partidario de apuntarse a clases de historia. "Pienso en discutir un tema por semana, como por ejemplo, Get¨²lio Vargas", anuncia, en referencia al revolucionario que sucedi¨® a la junta militar y presidi¨® Brasil hasta que se suicid¨® 18 a?os m¨¢s tarde. De ¨¦l van algunos de los muchos libros que se empiezan a amontonar en el sal¨®n.
Tiempo libre
"He comprado varios [libros], pero ya he le¨ªdo bastante desde finales de a?o. Voy a tener que comprar m¨¢s. Como me quede parado, me vuelvo loco", confiesa O. Con esta ¨²ltima idea comulga buena parte de sus colegas. Seg¨²n diversas fuentes, otros ejecutivos van a estudiar mandar¨ªn, alem¨¢n o ingl¨¦s. Otros prefieren los cursillos: de mecanograf¨ªa, de cocina, lo que sea. Hay quien se plantea matricularse en la universidad a distancia. Un ejecutivo, dicen, ha insonorizado un cuarto de su casa: piensa aprender a tocar la bater¨ªa. Casi todos quieren mudarse a casas en la playa o en campo, o, al menos, a alguna urbanizaci¨®n bien armada de zonas comunes al aire libre: la privaci¨®n de libertad les proh¨ªbe pisar la calle pero no disfrutar del sol.
En hora y media de conversaci¨®n, O no toma caf¨¦, toda una anomal¨ªa en el protocolo brasile?o. Tampoco parece necesitarlo: se le ve descansado. Su vida est¨¢ m¨¢s o menos resuelta, en ese sal¨®n, con sus libros. Desde all¨ª todav¨ªa puede ver c¨®mo, ah¨ª fuera, el mundo se estremece.
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