¡®America Fist¡¯ o el pu?o de Trump
Ojal¨¢ la influencia latina en la sociedad norteamericana provoque una reacci¨®n
El America First de Donald Trump se ha convertido en las ¨²ltimas horas en un America Fist, o pu?o americano, para la poblaci¨®n latina que reside en EE UU. Las directrices firmadas por John Kelly, secretario de Seguridad Interior, ampl¨ªan el espectro de la persecuci¨®n a casi todos los sin papeles, posibilitando deportaciones masivas: el universo en riesgo pasa de dos a 11 millones de personas. Tambi¨¦n porque otorgan un enorme poder discrecional a los agentes de inmigraci¨®n y, potencialmente, a las autoridades locales para convertirse en un incordio en contra de la poblaci¨®n de origen latino. Entre otras cosas, el nuevo decreto contempla deportar de inmediato a indocumentados que han abusado de cualquier programa de beneficios del Gobierno (una definici¨®n absolutamente laxa) o, peor a¨²n, de ilegales que son un "riesgo para la seguridad nacional o la seguridad p¨²blica". Bajo ese criterio, cualquier joven con un tatuaje puede ser considerado potencial miembro de una banda delictiva y, por ende, ser un riesgo para la seguridad p¨²blica a juicio de una autoridad local.
Diversas organizaciones de derechos humanos dan por sentado que esas atribuciones sujetas a interpretaci¨®n, propiciar¨¢n la hostilizaci¨®n por parte de muchos oficiales a personas en raz¨®n a su raza, su idioma o el color de su piel. Por si hubiese dudas, los decretos fueron arropados por una presentaci¨®n que recoge frases de Trump que acusan a los ilegales de "victimizar rutinariamente a los estadounidenses" y constituir "una amenaza para las comunidades".
El discurso de Trump en contra de los ilegales ha sido reiterado pero ambiguo en sus alcances. Al principio de su campa?a habl¨® de deportar 11 millones de inmigrantes ilegales que residen en Estados Unidos. Ante la cr¨ªtica generalizada habl¨® de los bad men que ven¨ªan del sur y la necesidad de expulsar a aquellos que han sido acusados de un crimen y asegur¨® que fluctuaban entre dos y tres millones. Pero esa cifra inclu¨ªa, en realidad, a m¨¢s de un mill¨®n de inmigrantes que residen legalmente con green cards y visas temporales. La cifra de ilegales que han sido acusados de un delito se reduce a 820.000, afirma el Instituto de Pol¨ªtica Migratoria.
El nuevo decreto incorporar¨ªa a esos 820.000, pero en la pr¨¢ctica y a juicio de las autoridades puede incluir pr¨¢cticamente a cualquier indocumentado. La cifra real de personas sin papeles es objeto de controversia, pero los especialistas la sit¨²an entre 11 y 12 millones. Ese ser¨ªa el universo potencial de las nuevas medidas de deportaci¨®n.
Existen, desde luego, una mir¨ªada de recursos y realidades que obstaculizan que el Gobierno de Trump pueda aterrizar sus prop¨®sitos en contra de los ilegales a esa escala. Para empezar, log¨ªstica: no hay suficiente personal ni capacidad en los centros de detenci¨®n para procesar casos en cantidades muy diferentes a las actuales, a pesar de los 15.000 refuerzos autorizados. Segundo, las controversias y recursos legales que seguramente habr¨¢n de multiplicarse en contra de estas medidas. Tercero, la resistencia de muchas autoridades locales y estatales para instrumentar los decretos del Gobierno federal.
Pero la principal oposici¨®n reside en la opini¨®n p¨²blica internacional y dom¨¦stica en el propio Estados Unidos. El decreto migratorio en contra de Siria y otros seis pa¨ªses musulmanes provoc¨® la repulsa y la movilizaci¨®n de una parte importante de la sociedad estadounidense: marchas multitudinarias, protestas de l¨ªderes y celebridades, rechazo organizado por parte de grandes empresas. Uno pensar¨ªa que la influencia de los latinos, su profunda imbricaci¨®n en la sociedad norteamericana, provocar¨¢ una reacci¨®n mayor. Ojal¨¢ as¨ª sea. La batalla apenas comienza.
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