Satanizaciones
Como reacci¨®n a las revelaciones de Lava Jato, se ha desatado en Per¨² cierta moralina antibrasile?a
Hace pocos d¨ªas estuvo en Lima Sergio Moro, el juez federal brasile?o a cargo del caso Lava Jato, que convirti¨® primero a Brasil y luego a Latinoam¨¦rica en una superproducci¨®n en desarrollo con una simple e irresistible premisa argumental: ?Cu¨¢ntos presidentes terminar¨¢n engrosando la lista de coimeados por las empresas constructoras brasile?as? Y en el nivel de actores de reparto: ?cu¨¢ntos otros ministros, congresistas y, adem¨¢s, empresarios asociados en el lucro y el soborno?
En una conversaci¨®n/entrevista que tuve luego con ¨¦l poco antes de su regreso a Brasil, Moro ¡ª el juez, hay que recordarlo, cuyo manejo inteligente de la severidad judicial, fue uno de los factores centrales en llevar a la capitulaci¨®n a los poderosos capitanes de empresas de Brasil e iniciar o reforzar la poderosa avalancha confesional que hoy re-escribe la historia brasile?a y latinoamericana¡ª hizo una observaci¨®n que algunos encontrar¨¢n sorprendente.
"Me preocupa" dijo, refiri¨¦ndose a las todav¨ªa incipientes investigaciones fuera de Brasil, "una excesiva vilificaci¨®n de las empresas brasile?as... como si solo ellas hubiesen cometido pagos de coimas en esos contratos...".
"Yo asumo" continu¨® "que si los actores pol¨ªticos latinoamericanos recibieron sobornos de las empresas brasile?as, probablemente recibieron tambi¨¦n pagos de otros agentes as¨ª fue en Brasil... no fue un asunto aislado sino una cosa serial". "Focalizar eso en unas pocas empresas es esconder un problema mayor".
Moro tiene raz¨®n. Si bien es cierto que las empresas brasile?as actuaron con la disciplina de un Cartel bien afiatado y que ¡ªespecialmente algunas de ellas, como Odebrecht¡ª, ofrecieron un sofisticado sistema de pago de sobornos, que parec¨ªa virtualmente indetectable, ninguna de esas compa?¨ªas sedujo a l¨ªderes y empresarios latinoamericanos, ni los hizo pasar de la inocencia a la corrupci¨®n. No hubo v¨ªrgenes entre los coimeados. Eran todos corruptos, unos m¨¢s trajinados que otros, que vieron la posibilidad de potenciar sus robos prefiriendo a empresas que parec¨ªan m¨¢s eficientes en administrar las coimas.
Pero, lo cierto es que como primera reacci¨®n a las todav¨ªa escasas (pero ya s¨ªsmicas) revelaciones, se ha desatado en el Per¨² una cierta moralina anti brasile?a. Lo primero fueron reclamos para expulsar a las compa?¨ªas del caso Lava Jato, despu¨¦s de embargar sus cuentas.
Ha habido hasta pedidos de exigir no solo disculpas sino una reparaci¨®n al gobierno de Brasil. Lo hizo Jaime de Althaus, un comentarista que solo suele emocionarse cuando se trata de defender el libre mercado como la receta perfecta para el desarrollo econ¨®mico, social y quiz¨¢ hasta de la felicidad humana.
Utilizando la palabra "imperialista" con el fervor que uno hubiera asociado al marxismo-leninismo del siglo pasado, Althaus sostuvo en un art¨ªculo reciente en El Comercio, que Brasil llev¨® a cabo una meditada pol¨ªtica imperialista "orientada al expansionismo econ¨®mico y al control pol¨ªtico de otros pa¨ªses". Los "agentes en el exterior de esa pol¨ªtica imperialista eran las grandes empresas brasile?as, esta vez al servicio del control pol¨ªtico pero tambi¨¦n de la penetraci¨®n econ¨®mica".
He visto a muchos ex marxistas asumir un lenguaje hayekiano, pero es una de las primeras veces en las que leo a un creyente fervorosos del Mercado adoptar un discurso leninista. Y est¨¢, por supuesto, equivocado.
A Brasil le debemos el caso Lava Jato y le debemos la in¨¦dita revoluci¨®n judicial y ciudadana que ha expuesto y derrotado (ojal¨¢ que definitivamente) la poderosa y secular corrupci¨®n de su pa¨ªs. Virtualmente todo lo que Am¨¦rica Latina sabe sobre la corrupci¨®n de Lava Jato en sus naciones, se debe a lo investigado, a gran costo, en Brasil. Y en el proceso de investigar y revelar, tampoco debe destruirse a las empresas brasile?as (ni a las nacionales) que perpetraron acciones corruptas. Debe aplicarse con ellas el m¨¦todo que se us¨® en los grandes casos de corrupci¨®n corporativa, como en los de Siemens y Alstom. No se trata de cerrar a las empresas, afectando a much¨ªsimos inocentes como v¨ªctimas colaterales, sino obligarlas a reformarse y hacerlas restituir todo lo robado.
Deben ser forzadas a separar a todos los delincuentes, a efectuar profundas reformas para evitar y detectar cualquier intento de corrupci¨®n, impon¨¦rseles un monitoreo externo, que vigile por un plazo largo el cumplimiento de lo acordado. Y, finalmente, deben pagar no solo el monto de los sobornos, sino la ganancia que ellos generaron. En Estados Unidos se calcul¨® que la relaci¨®n es de uno a cuatro. Eso me parece bien para Latinoam¨¦rica. Deben pagar cuatro d¨®lares por cada d¨®lar de soborno. Y para que puedan hacerlo, debe dej¨¢rseles trabajar bajo los nuevos par¨¢metros de integridad empresarial. As¨ª, la gente honesta de esas compa?¨ªas no perder¨¢ su trabajo y nuestras sociedades podr¨¢n recuperar buena parte de lo robado.
Adem¨¢s, por supuesto, hay que descubrir, procesar y castigar a los corruptos con los m¨¦todos de prueba y delaci¨®n que han funcionado tan bien hasta hoy.
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