Ri?a de gatos en Argentina
En estos d¨ªas, el ¨²nico consenso en el pa¨ªs consiste en sostener que la culpa es del otro
Hace muchos a?os, el general Juan Domingo Per¨®n (Q.E.P.D.) dijo: "Los peronistas son como los gatos. Si gritamos, nuestros enemigos creen que nos estamos peleando, cuando en realidad nos estamos reproduciendo". Quienes conocen la historia del peronismo saben que las cosas no fueron tan sencillas: a veces, los gatos gritaban mientras se descerrajaban a tiros y otras veces, aullaban de goce, de disfrute multiplicador. En cualquier caso, es curiosa la manera en que los gatos aparecen, una y otra vez, en el folklore pol¨ªtico local. En 1983, despu¨¦s de una derrota electoral, un sindicalista peronista dijo: "El peronismo va a renacer como el Gato Felix". Quiso referirse, claro, al Ave F¨¦nix pero, ?qu¨¦ m¨¢s da? Ahora, sus adversarios llaman Gato al presidente Mauricio Macri. #Macrigato, escriben en Twitter. En el argot nacional, gato no es solamente alguien que grita mientras llega al orgasmo o uno que tiene siete vidas: tambi¨¦n se podr¨ªa definir como el que te traiciona, te apu?ala por la espalda.
Cuesti¨®n que los gatos est¨¢n a los ara?azos limpios. Los primeros d¨ªas de marzo, la conflictividad social y pol¨ªtica argentina alcanzar¨¢ el cl¨ªmax. El lunes, por ejemplo, deber¨ªan empezar las clases. Pero eso no ocurrir¨¢, ya que el gremio docente decret¨® un paro de 48 horas por mejores salarios. Ese mismo d¨ªa 6, los docentes marchar¨¢n hacia la Casa Rosada. El martes, segundo d¨ªa de paro de maestros, todos los sindicatos del pa¨ªs realizar¨¢n una masiva marcha contra Macri. El mi¨¦rcoles, los gremios estatales anunciaron que se adherir¨¢n al paro mundial convocado por el D¨ªa Internacional de la Mujer, entre ellos los maestros. Mientras tanto, organizaciones sociales diversas han interrumpido el tr¨¢nsito en puntos neur¨¢lgicos de la capital varias veces en estos d¨ªas. Y los sindicatos peronistas anunciaron que, de no torcerse el rumbo econ¨®mico ¡ªy no se torcer¨¢¡ª, ir¨¢n al paro general. Por si fuera poco, 15 diputados peronistas, seguidores de la expresidenta Cristina Kirchner, firmaron un pedido de juicio pol¨ªtico contra Mauricio Macri, es decir, reclamaron que se fuera del poder. Entre los firmantes figura el presidente del Partido Justicialista, o sea, del peronismo.
Hay dos visiones extremas sobre el conflicto que se avecina. Una de ellas, la oficialista, sostiene que Macri est¨¢ por enfrentar el cl¨¢sico proceso de desestabilizaci¨®n que se ha puesto en marcha cada vez que, desde el regreso de la democracia en 1983, ha existido un presidente no peronista. Los sindicatos golpean en nombre de la justicia social, para que luego los pol¨ªticos propios lleguen al poder y se roben, as¨ª dicen en la Casa Rosada, hasta las canillas. Eso le ocurri¨® a los dos presidentes no peronistas de las ¨²ltimas d¨¦cadas, que enfrentaron una conflictividad gremial muy agresiva, hasta que debieron entregar el poder antes de tiempo. La otra versi¨®n extrema de lo que ocurre, la opositora, sostiene que la Argentina est¨¢ gobernada por un gobierno de ricos y para ricos, que puso en marcha un plan de ajuste que aumenta la pobreza y la desocupaci¨®n y que, por lo tanto, la reacci¨®n sindical no es partidaria, sino que obedece a una simple l¨®gica de autodefensa.
Las versiones extremas nunca alcanzan a explicar la realidad, pero yuxtaponerlas suele ser un buen ejercicio para tratar de entender qu¨¦ es lo que realmente ocurre. Tal vez todos tengan un poco de raz¨®n. Durante el primer a?o de Macri, los pobres son m¨¢s y est¨¢n peor, la cifra de desocupados ha crecido y los sectores de mayor poder econ¨®mico ¡ªlos productores agropecuarios, los bancos¡ª se han beneficiado. La econom¨ªa empieza a dar algunas se?ales de reactivaci¨®n, pero en un contexto social herido por las principales medidas del Gobierno. Aun cuando la oposici¨®n estuviera compuesta por ¨¢ngeles, de aquellos polvos, al menos en la Argentina, surgir¨ªan igualmente estos lodos. Pero, por otra parte, tambi¨¦n es cierto que en esas aguas revueltas aparecen los conspiradores de siempre, los gatos que huelen la sangre ajena, se relamen, se desperezan y empiezan a imaginar su regreso al poder, tal vez antes de lo planeado. En estos d¨ªas, el ¨²nico consenso en la Argentina consiste en sostener que la culpa es del otro, algo tan humano y tan da?ino, por cierto.
La marea, como suele suceder, subir¨¢ la semana pr¨®xima y luego bajar¨¢. Macri se esperanza en que la conflictividad, asociada al peronismo, le acerque m¨¢s votantes. El peronismo cree que lo da?ar¨¢. Se ver¨¢ cu¨¢ntos jirones deja cada cual en la batalla.
Pero esto es una marat¨®n, no una carrera de cien metros. Y, aunque el peronismo ha superado todos los desaf¨ªos en el pasado, nadie sabe qui¨¦n tendr¨¢ m¨¢s vidas en el futuro, en un pa¨ªs donde la supervivencia en el poder es una de las m¨¢s finas y complejas disciplinas art¨ªsticas.
Solo los gatos lo logran.
Y tal vez ni ellos.
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