Transformar el dolor en acci¨®n
Con la muerte de mi madre, el mundo perdi¨® a una estratega integral que lograba articular las luchas, no solo de las comunidades ind¨ªgenas, sino de las mujeres y de los sectores m¨¢s desfavorecidos
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Marzo es para m¨ª tiempo de reflexi¨®n: este mes se cumple el primer a?o del brutal asesinato de mi madre, Berta C¨¢ceres, lideresa ind¨ªgena lenca, activista ambiental hondure?a por los derechos ind¨ªgenas, a manos de personas inescrupulosas vinculadas a grandes poderes pol¨ªticos y econ¨®micos que pretenden hacer negocios redondos con nuestros recursos naturales.
Pero m¨¢s all¨¢ del dolor, el asesinato de mi madre me ha dado una nueva misi¨®n: llevar su mensaje de justicia a aquellos que se enfrentan a las mismos atropellos que nosotros.
Los pueblos originarios viven tiempos dif¨ªciles. Tristemente, las comunidades ind¨ªgenas hondure?as no son las ¨²nicas que sufren hoy los abusos de sus derechos m¨¢s b¨¢sicos. Standing Rock se ha convertido en un emblema mundial, pero no es el ¨²nico caso en nuestra Am¨¦rica. La falta de consulta previa en proyectos de desarrollo en Guatemala, as¨ª como el centenario conflicto Mapuche en Chile son tan solo dos de los muchos ejemplos de nuestra regi¨®n.
A doce meses del homicidio de mi madre, han disminuido los trabajos de construcci¨®n de la represa Agua Zarca, el proyecto al que mi madre se opuso con pasi¨®n y que le cost¨® la vida.
Pero en la pr¨¢ctica nada ha cambiado: el gobierno de Honduras sigue sin revocar la concesi¨®n al proyecto, y pensamos que es cuesti¨®n de tiempo para que la construcci¨®n siga su curso.
Mientras esto ocurre, las autoridades contin¨²an desconociendo nuestros derechos. Recientemente, Honduras modific¨® el c¨®digo penal con la mal llamada ¡°ley antiterrorista¡± para hacer m¨¢s f¨¢cil la criminalizaci¨®n de personas que protesten contra sus abusos, entre los que hay amedrentamiento y compra de conciencias.
Estas sanciones son una preocupaci¨®n m¨¢s en un pa¨ªs en el que ya es sumamente riesgoso creer en alguna causa social. Seg¨²n un reporte reciente de Global Witness, Honduras es el pa¨ªs m¨¢s peligroso del mundo para los activistas medioambientales.
Para muestra un bot¨®n: desde 2010, m¨¢s de 120 personas han sido asesinadas por oponerse a la explotaci¨®n de sus tierras ancestrales. Entre esos muertos est¨¢ el compa?ero Tom¨¢s Garc¨ªa, un l¨ªder lenca del Consejo C¨ªvico de Organizaciones Populares e Ind¨ªgenas de Honduras (COPINH), ultimado a sangre fr¨ªa en julio de 2013 por un militar uniformado. Su delito: protestar a las puertas del proyecto hidroel¨¦ctrico Agua Zarca.
Despu¨¦s de un duro proceso judicial, el asesino de Tom¨¢s fue condenado por el delito de homicidio en diciembre de 2015. ?Tendr¨¢ el caso de mi madre la misma suerte?
Es cierto que hasta el momento han detenido a varias personas presuntamente vinculadas al asesinato de mi mami, pero a¨²n estamos muy lejos de hacer justicia. Su caso est¨¢ plagado de serias irregularidades. Entre las m¨¢s dolorosas su familia, est¨¢ la obstrucci¨®n ilegal de acceso a su expediente. Mi gran temor es que su caso est¨¦ siendo contaminado, y que no podamos alcanzar la justicia que tanto deseamos.
En nuestra ardua b¨²squeda por la verdad, algunas cosas se han logrado. Ante las contundentes manifestaciones de rechazo al asesinato de mi madre, instituciones como el Banco de Desarrollo Holand¨¦s y el Fondo Finland¨¦s para la Cooperaci¨®n Industrial suspendieron temporalmente su apoyo financiero al Proyecto de Agua Zarca.
Pero esto no es suficiente. El gobierno de Honduras debe revocar la concesi¨®n a DESA y abandonar por completo el proyecto de Agua Zarca. Por otra parte, Estados Unidos tiene el deber moral de continuar la discusi¨®n en el congreso de la ley Berta C¨¢ceres, que propone un bloqueo a la ayuda financiera que ese pa¨ªs otorga a la milicia hondure?a, hasta tanto no sean enjuiciadas las personas que ordenaron el asesinato de mi madre. Y tambi¨¦n necesitamos de los empresarios quienes, a nivel global deben exigir la obtenci¨®n del consentimiento previo, libre e informado de las comunidades locales antes de financiar cualquier proyecto de desarrollo, tanto en Honduras como en toda Am¨¦rica Latina.
Con la muerte de mi madre, el mundo perdi¨® a una estratega integral que lograba articular las luchas, no solo de las comunidades ind¨ªgenas, sino de las mujeres y de los sectores m¨¢s desfavorecidos. La solidaridad que recibimos luego de su asesinato es un reflejo de su gran labor internacionalista. En sus viajes conoci¨® las batallas de muchas otras comunidades, y siempre las tuvo presentes en su discurso y accionar. Eso me queda de ella.
A pesar de todo, mi pueblo lenca contin¨²a orgulloso preservando su cultura ancestral, manejando sus territorios, cultivando sus tierras, protegiendo sus bosques de pino que crecen, imponentes, en medio de las neblinas monta?osas y, sobre todo, resistiendo con dignidad a los que buscan apropiarse de estos recursos.
Si hoy pudiera decirle algo a mi madre ser¨ªa que no se preocupara, porque su lucha sigue viva en m¨ª, en mis hermanos, en nuestra comunidad y, sobre todo en su organizaci¨®n, el COPIHN. Mi esperanza es que la gente joven alrededor del mundo se una a nosotros en la lucha de los pueblos ind¨ªgenas para que se nos reconozcan los derechos que tenemos sobre nuestras tierras ancestrales. La ciencia demuestra que somos nosotros los mejores protectores de los recursos naturales, esos que representan el futuro de todos nosotros y de nuestros hijos.
Berta C¨¢ceres no debi¨® morir para que su gente pudiera ser escuchada. Pero ahora que se ha ido, solo les pido que no nos dejen solos. No permitan que su muerte haya sido en vano.
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