Donald Trump sufre su mayor humillaci¨®n con la reforma sanitaria
El presidente se ve obligado a retirar su proyecto al no contar con mayor¨ªa. La minor¨ªa radical republicana bloquea su alternativa al Obamacare en la C¨¢mara de Representantes
Donald Trump ha fracasado. El gran negociador, el dealmaker, el hombre que todo lo puede, ha sufrido de la mano de su propio partido la mayor humillaci¨®n de su corta presidencia. Su reforma sanitaria ha sido retirada despu¨¦s de que su votaci¨®n en la C¨¢mara de Representantes fuera suspendida in extremis ante la constataci¨®n de que no iba a lograr la mayor¨ªa suficiente. De nada han servido sus presiones ni amenazas a los congresistas. Los halcones del Freedom Caucus, 36 indomables herederos del Tea Party, se enrocaron en su rechazo e hicieron sentir al multimillonario el verdadero precio de la pol¨ªtica. Enojado,Trump anunci¨® que tardar¨¢ en reactivar su reforma. "Cuando el Obamacare explote", dijo.
?La derrota es de Trump. ?l hab¨ªa asumido el liderazgo de la batalla y ¨¦l, pese a contar con mayor¨ªa en la C¨¢mara de Representantes, ha sido incapaz de torcer la mano a sus correligionarios m¨¢s radicales. Se reuni¨® con ellos y les ofreci¨® cesiones de enorme calado, incluida la eliminaci¨®n de prestaciones sanitarias b¨¢sicas. Pero no pudo convencerles. Y cuando en un gesto de fuerza decidi¨® lanzarles el pulso y adelantar al viernes la votaci¨®n, perdi¨®.
"Viviremos con el Obamacare en un futuro pr¨®ximo. No tenemos suficientes apoyos y hemos fallado, nos faltaban entre 10 y 15 votos, pero no es el fin de la historia, quedan muchos proyectos por delante", se?al¨® el l¨ªder republicano en la C¨¢mara de Representantes, Paul Ryan.
Ahora, con una valoraci¨®n por los suelos, tendr¨¢ que digerir su fracaso y decidir si abre una nueva y dolorosa negociaci¨®n. En un principio, el presidente no parece muy dispuesto a hacerlo en el corto plazo. El mismo se?al¨® que prefiere enfocarse en la mucho m¨¢s popular reforma fiscal. Como ha podido comprobar, la ley sanitaria est¨¢ llena de espinas y resucitarla requiere un proceso largo y complejo.
La tensi¨®n es parad¨®jica. El mismo Obamacare que ahora ha dividido a los republicanos, durante a?os les ha unido. Desde que en 2010 el presidente dem¨®crata sacara adelante su proyecto, los conservadores lo han considerado un compendio de los males de la izquierda. Da igual que haya extendido la cobertura a 20 millones de personas o que haya puesto veto a la cruel pr¨¢ctica de las aseguradoras de rechazar o esquilmar a pacientes con dolencias previas. Para los republicanos el sistema desarrollado por Obama ataca la ra¨ªz de su ideolog¨ªa: amplia la burocracia federal, ahonda el d¨¦ficit y acaba con la libertad de elecci¨®n.
Trump, con instinto pol¨ªtico, ha sabido monopolizar este malestar. En campa?a y como presidente golpe¨® sin compasi¨®n la criatura de Obama y anunci¨® que ser¨ªa ¨¦l y nadie m¨¢s quien la sacrificar¨ªa. Y as¨ª lo escenific¨®. A principios de marzo, cuando el l¨ªder republicano en la C¨¢mara de Representantes, Paul Ryan, present¨® el proyecto alternativo, el presidente se lo apropi¨®. Tras el fracaso judicial de su veto migratorio y con las llamas del esc¨¢ndalo ruso cerc¨¢ndole, la reforma sanitaria se volvi¨® su gran v¨¢lvula de escape y su primer examen parlamentario.
El proyecto apadrinado por Trump se define por eliminar la obligatoriedad del seguro m¨¦dico, congelar el programa para los m¨¢s desfavorecidos y poner fin al aparato impositivo que nutre la red asistencial. La deconstrucci¨®n es profunda pero no completa. Sigue prohibiendo a las aseguradoras rechazar a un paciente con enfermedades previas y da plazos para desmantelar la obra de su antecesor. El resultado es un h¨ªbrido que no ha satisfecho el ansia liquidacionista de los radicales pero tampoco cumplido la promesa de Trump de garantizar la cobertura universal.
La Oficina Presupuestaria del Congreso, un organismo no partidista y cuyos estudios gozan de reconocimiento general, ha establecido que la aplicaci¨®n del plan republicano supone dejar sin seguro m¨¦dico a 14 millones de personas el a?o pr¨®ximo y 24 millones en una d¨¦cada, lo que elevar¨ªa la poblaci¨®n sin cobertura a 52 millones. Tambi¨¦n implicar¨ªa una subida de las p¨®lizas del 15% al 20% para los dos pr¨®ximos a?os. Todo ello ha sido desmentido por la Casa Blanca, que ha tomado como ¨²nica referencia del estudio el ahorro que implica su proyecto: 150.000 millones de d¨®lares en una d¨¦cada.
Para los radicales nada de esto vale. Su obsesi¨®n es que se abaraten los seguros m¨¦dicos y se reduzca el peso estatal en la vida civil. Con este fin exigieron que se eliminase del proyecto las denominadas prestaciones sanitarias esenciales incluidas por ley en las p¨®lizas y que comprenden la medicina preventiva, la atenci¨®n de urgencias, la estancia hospitalaria, los cuidados mentales y la maternidad.
La petici¨®n era pr¨¢cticamente suicida. Como record¨® Paul Ryan, asumirla supon¨ªa que la reforma nunca podr¨ªa superar el filtro del Senado, donde la mayor¨ªa republicana es exigua (52 contra 48) y los moderados ya han anunciado que rechazar¨ªan una ley deshuesada hasta tal punto.
El intento final de conciliar ambos intereses no dio resultado. Aunque Trump acept¨® la impopular rebaja de las prestaciones, los ultraconservadores consideraron que segu¨ªa siendo excesivo el intervencionismo estatal en la sanidad. Llegados a este punto, cualquier paso m¨¢s supon¨ªa incendiar el ala moderada. La capacidad de maniobra se hab¨ªa agotado. Con la C¨¢mara de Representantes a punto de votar, el presidente orden¨® retirar la propuesta y llam¨® a varios periodistas para cont¨¢rselo. ¡°Me siento decepcionado y sorprendido¡±, dijo Trump. Hab¨ªa fracasado. El pantano que ¨¦l prometi¨® drenar le ha ganado la primera partida.
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