China da un paso al frente
La posibilidad de que la segunda potencia econ¨®mica del mundo alcance el liderazgo global es cada vez mayor
Las medidas y planes de la nueva presidencia estadounidense que apuntan al proteccionismo en lo comercial y a un incierto repliegue en lo estrat¨¦gico sugieren la hip¨®tesis de un declive pronunciado del liderazgo global de Washington. Y puestos a ello, no falta quien sugiera que la segunda potencia econ¨®mica del mundo asome como un posible relevo. En un adelanto quiz¨¢ de pron¨®stico, el presidente chino Xi Jinping no dud¨® en presentarse en Davos ¡ªel mayor c¨®nclave de la ¨¦lite capitalista proglobalizaci¨®n¡ª como campe¨®n del liberalismo comercial. Pero ?es veros¨ªmil a corto plazo esta posibilidad?
Desde 2009, China es el mayor exportador global de mercanc¨ªas. En los ¨²ltimos a?os, el proceso de transformaci¨®n que impulsa internamente, para dejar de ser solo la gran f¨¢brica del mundo, tiene un fuerte componente exterior. El expansionismo de su influencia econ¨®mica llega a todos los rincones del planeta y se ha dotado de instrumentos propios para reforzar la seriedad del envite. China es ya el mayor socio comercial de hasta 120 econom¨ªas del mundo.
La ciudad de Xiamen, en el sur del pa¨ªs, acoger¨¢ en septiembre de este a?o una nueva cumbre de los BRICS, que atisba en el horizonte su primera d¨¦cada de existencia. El lugar elegido ¡ªuna de las primeras zonas econ¨®micas especiales¡ª parece enfatizar el mensaje de que la apertura y el desarrollo son claves esenciales, en las que este grupo de pa¨ªses debiera apostar, frente a la adversa perspectiva que, con sus planes proteccionistas, sugieren otros actores internacionales relevantes.
Esta cumbre de los BRICS en China llegar¨¢ despu¨¦s del encuentro del G20 celebrado en Hangzhou en 2016. Adem¨¢s, en mayo de este a?o, Pek¨ªn acoger¨¢ una gran cumbre mundial sobre la Franja y la Ruta de la Seda, el proyecto bandera de Xi Jinping. Todas estas iniciativas empujan en una misma direcci¨®n. Se trata de integrar las pol¨ªticas econ¨®micas, de exterior y de seguridad para avanzar en la creaci¨®n de una esfera de predominio en comercio, comunicaci¨®n, transporte y enlaces de seguridad.
El expansionismo de su influencia econ¨®mica llega a todo el planeta y se ha dotado de instrumentos propios para reforzar el envite
?Aspira China al liderazgo global?
El tema no es nuevo. Se ha especulado mucho sobre el prop¨®sito y las implicaciones de la emergencia de China en el sistema internacional. Nunca ha habido consenso sobre la existencia o no en Pek¨ªn de una voluntad hegem¨®nica o revisionista en relaci¨®n con el orden global. Se parte, por un lado, del abandono del enfoque ideol¨®gico que fue dominante en otros tiempos y, por otro, de la asunci¨®n de un pragmatismo. El objetivo de una gradual recuperaci¨®n de la posici¨®n central en el sistema se ha visto acompa?ado de una reivindicaci¨®n de la multipolaridad y de la llamada ¡°comunidad de destino compartido¡±.
Con el fin de evitar a toda costa la trampa de Tuc¨ªdides, una resoluci¨®n violenta y traum¨¢tica de la alternancia en la hegemon¨ªa global, existen diversas plataformas creadas en los ¨²ltimos a?os: desde la Organizaci¨®n de Cooperaci¨®n de Shangh¨¢i hasta los citados BRICS. China se ha cuidado hasta ahora de moderar su predominio a fin de no incomodar a sus socios, pero tambi¨¦n para evitar ser se?alada como una amenaza.
Nunca ha habido consenso sobre la existencia o no en Pek¨ªn de una voluntad hegem¨®nica o revisionista en relaci¨®n con el orden global
Lo cierto es que, tradicionalmente, China siempre ha rehuido posiciones de liderazgo: ha preferido actuar, en el mejor de los casos, a trav¨¦s de terceros y cuidando de ¡°no encabezar la ola, ni portar la bandera¡±, en palabras de Deng Xiaoping. Ese perfil bajo parte de la premisa de que la asunci¨®n de mayores responsabilidades internacionales le puede acarrear m¨¢s problemas que beneficios.
En estos a?os, la mayor presencia global de China ha favorecido el objetivo interno de acelerar el desarrollo, y no se ha tratado tanto de destacar internacionalmente. En este plano, sus acciones se han orientado a reivindicar reformas en el sistema y no a sugerir la conformaci¨®n de poderes alternativos. Ha tratado, en suma, de lograr un mayor reconocimiento de su posici¨®n y de fortalecer la legitimidad de unas instituciones que en buena medida hoy d¨ªa han quedado obsoletas en su representatividad.
Esos intentos de modificar la actual configuraci¨®n del poder global discurren en paralelo a la vocaci¨®n de facilitar que sus hipot¨¦ticos aliados ganen autonom¨ªa con respecto a EE UU. Para recortar distancias, China pretende atraer a otros para evitar que participen de una hipot¨¦tica estrategia de contenci¨®n; otra cosa es que persiga consolidar una coalici¨®n para asaltar el cetro del poder global.
Por otra parte, en su discurso las autoridades chinas reh¨²yen cualquier vocaci¨®n mesi¨¢nica. Su modelo econ¨®mico no es exportable e insisten, incluso ante sus m¨¢s fervientes imitadores, en que cada cual debe buscar su propio camino. Su modelo pol¨ªtico tampoco goza de predicamento, ni siquiera entre sus admiradores m¨¢s entusiastas; su arquitectura social presenta grietas profundas que reclaman reparaciones en justicia; su cultura particular, muy desconocida globalmente, no tiene la dimensi¨®n suficiente para generar el acompa?amiento universal que suscita Occidente; en el orden de la seguridad y la defensa, carece a¨²n de atributos solventes.
China no est¨¢ en condiciones de disputar la hegemon¨ªa militar, ni el papel del yuan puede suplir al d¨®lar como principal moneda de reserva y tardar¨¢ en situarse a la cabeza de la innovaci¨®n cient¨ªfico-tecnol¨®gica a pesar del ingente esfuerzo inversor de los ¨²ltimos ejercicios. Por no hablar del poder blando. Aunque su ascenso econ¨®mico es evidente, ni de lejos dispone de los activos y recursos determinantes del poder global.
A China se le puede pedir que participe m¨¢s, que asuma m¨¢s responsabilidades y, tal como se?al¨® Xi Jinping en Davos recientemente, est¨¢ en disposici¨®n de hacerlo. Pero tanto por circunstancias estructurales como por sus propias taras internas, no dispone de la capacidad hoy d¨ªa para sustituir a EE UU y a Occidente en el liderazgo global, al menos conforme a los patrones al uso.
Un pato cojo
Cabe recordar que la segunda potencia econ¨®mica del mundo ostenta la posici¨®n 90? en el ¨ªndice de desarrollo humano. Mejora posiciones, es verdad, pero le falta lo suyo. El desarrollo interno, de una parte, y el incremento de su influencia regional como trampol¨ªn para aumentar su proyecci¨®n a escala global son sus prioridades. Su liderazgo no puede ser inmediatamente mundial. Eso no significa que China renuncie a ejercer m¨¢s influencia o a reclamar reformas en el sistema global con m¨¢s insistencia, ya sea en lo pol¨ªtico, financiero o comercial. En esas est¨¢ hoy d¨ªa.
China abriga desde hace tiempo un sentimiento de exclusi¨®n de las grandes decisiones econ¨®micas y pol¨ªticas mundiales. No se conformar¨¢ con ser un socio menor y no secundar¨¢ propuestas que suenen a subordinaci¨®n o comparsa. Espera su momento y este podr¨ªa estar al llegar.
La estrat¨¦gica oportunidad que ahora parece abrirse con Donald Trump le facilitar¨¢ el reforzamiento de su papel global, pero la elevaci¨®n precipitada y exacerbada de su perfil internacional puede alentar conflictos indeseados, afectando negativamente a su ritmo de modernizaci¨®n.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China. Acaba de publicar ¡®China moderna¡¯ (Tibidabo Ediciones).
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