La guerra de Malvinas, muy viva 35 a?os despu¨¦s: a¨²n hay casi 23.000 pensiones por la contienda
El conflicto de 1982 contra Reino Unido mantiene la llama de un reclamo de soberan¨ªa que es causa nacional
¡°?El que no salta es un traidor!¡±, gritaban desde las tribunas los argentinos durante el partido de su selecci¨®n contra la de Chile, jugado en el estadio de River Plate, el 23 de marzo. Han pasado 35 a?os de la guerra contra Reino Unido por el control de las Islas Malvinas y los argentinos no olvidan el apoyo que la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) dio a Londres durante la contienda. Por eso les enrostran a los chilenos aquella colaboraci¨®n cada vez que pueden, y el f¨²tbol es un escenario habitual para la emergencia de viejos rencores. Sucede que hay pocas cosas en las que los argentinos est¨¦n todos de acuerdo. Y una de ellas es asumir como una verdad sin matices que las Islas Malvinas son argentinas. A partir de all¨ª se abren m¨²ltiples caminos, pero no hay dudas acerca de ese mantra que los ni?os repiten en la escuela desde peque?os y los grandes defienden como una causa nacional. Los argentinos, en todo caso, no olvidan. Han pasado 35 a?os de la guerra. Las Malvinas siguen siendo Falkland en los mapas ingleses y la diplomacia est¨¢ en un punto muerto. En Argentina quedan la memoria popular y el relato de los excombatientes, que son muchos. Hoy cobran una pensi¨®n del Estado 22.700 argentinos, muchos de ellos adolescentes durante la contienda. Pero es Argentina, y la cifra suministrada por el ANSES no est¨¢ libre de pol¨¦mica. ?Por qu¨¦ 22.700, si en las islas hubo 14.000 soldados?
Los veteranos de Malvinas cobran una pensi¨®n honor¨ªfica desde 1988, cuando una ley estableci¨® que eran excombatientes todos aquellos que hubiesen actuado en el teatro de operaciones de guerra. En ese momento quedaron dentro del beneficio unos 14.000 hombres, hasta que un decreto del expresidente Carlos Menem (1989-1990) elev¨® el censo en otros 8.000. ¡°En las islas pelearon 14.000 hombres, pero llegaron a 22.000 con Menem gracias a un acuerdo con la Marina, que pidi¨® que se considerara como veteranos a los hombres que estuvieron embarcados cerca del l¨ªmite de las 200 millas¡±, l¨ªmite del ¨¢rea de exclusi¨®n b¨¦lica establecido por el Reino Unido para la guerra en el mar, explica Mario Volpe, presidente del centro de excombatiente de la ciudad de La Plata. El padr¨®n entonces creci¨®, a la par de los reclamos de los excombatientes para que el Estado mejorara su situaci¨®n econ¨®mica.
Fueron los conscriptos, aquellos llamados a filas luego de cumplir con el servicio militar obligatorio, quienes lideraron las protestas. El argumento fue que mientras los militares de carrera siguieron cobrando sus salarios tras la guerra, ellos fueron olvidados de inmediato, en medio del caos pol¨ªtico que sigui¨® a la derrota militar y la ca¨ªda de la dictadura, en 1983. Recibieron la pensi¨®n de 1988 como un paliativo, pero fue reci¨¦n en 2004, con la presidencia de N¨¦stor Kirchner, que la pol¨ªtica hacia los veteranos tuvo un giro. El expresidente triplic¨® los montos de las pensiones (hoy equivalentes a tres jubilaciones m¨ªnimas, es decir 19.000 pesos o 1.225 d¨®lares) y las declar¨® honor¨ªficas, sum¨¢ndoles as¨ª los beneficios de la seguridad social, como el pago de asignaciones familiares. Los veteranos recibieron adem¨¢s abonos para el transporte, acceso a empleos p¨²blicos y otras compensaciones extraordinarias.
El gran debate es ahora quienes merecen ser considerados excombatientes y hasta donde los militares que llevaron a los j¨®venes a una guerra que se sab¨ªa perdida merecen ser reconocidos como h¨¦roes. La presencia del militar golpista Aldo Rico en el desfile del bicentenario de la independencia, el 9 de julio del a?o pasado, gener¨® una mezcla de indignaci¨®n y sorpresa que puso en evidencia la profundidad de la brecha. Rico march¨® vestido de fajina a bordo de un todoterreno, junto a otros militares de carrera que durante el kirchnerismo apenas hab¨ªan osado alzar su voz. Todos ellos consideraron que la llegada de Mauricio Macri al poder era una oportunidad para reivindicar su papel en la guerra, y reactivaron preguntas que circularon durante a?os entre las decenas de agrupaciones en las que se encuentran divididos los excombatientes.
En el fondo se trata de c¨®mo escribir la historia. ?Los militares que iniciaron una guerra con el ¨²nico objetivo de dar aire pol¨ªtico a la dictadura merecen ser reconocidos como h¨¦roes? ?Tienen derecho a compartir el pante¨®n de honor junto a esos j¨®venes conscriptos enviados al frente sin pertrechos y destinados, la mayor¨ªa de las veces, a morir de fr¨ªo? ?Y qu¨¦ hay del papel de la sociedad argentina de 1982, que llen¨® la Plaza de Mayo para vitorear a Leopoldo Galtieri, un dictador enardecido por la adrenalina que no dud¨® en gritar a los ingleses: ?Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla!?¡±. Setenta y cuatro d¨ªas despu¨¦s de aquella jornada en la plaza y 649 muertos propios, los militares capitularon ante los ingleses en Puerto Argentino. Las respuestas a esas preguntas no se han escrito a¨²n en la historia argentina.
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