?Qu¨¦ har¨¢ Trump ante su primer gran atentado?
El presidente de EE UU genera desconfianza: hay quienes ponen en duda su respeto a la democracia
La mayor cualidad de Donald Trump es ser otro. Obsesionado por la limpieza, el multimillonario es alguien que odia estrechar la mano y que, en su amor por el lujo, puede pasarse d¨ªas revisando cientos de muestras de m¨¢rmol hasta dar con ese Breccia Pernice, tono melocot¨®n, perfecto para el atrio de su ¨²ltimo hotel. Pero cuando acude a un mitin en Louisville (Kentucky) y se encienden las luces, entonces llega el otro. Ah¨ª se transforma en un hombre del pueblo, un tipo que habla claro y que viene dispuesto a re¨ªrse de los universitarios pedantes y a patear al establishment de Washington. No importa que ¨¦l mismo haya estudiado en la elitista Wharton, que durante d¨¦cadas haya sido el mayor escualo inmobiliario de Manhattan o que haya amasado su fortuna a la sombra del poder. Cuando Donald John Trump est¨¢ bajo los focos, traspasa el umbral de su propia historia y emerge para sus votantes como ese buen americano al que comprar¨ªan un coche, una casa e incluso el futuro.
Esa dualidad define a Trump y le ha dado la victoria. Pero tambi¨¦n asusta m¨¢s que ninguna otra de sus caracter¨ªsticas. Su capacidad para ser y no ser genera una abismal desconfianza. En las esferas progresistas se le considera un arribista. El showman de la telebasura. Un mandatario que defiende a Vlad¨ªmir Putin y ningunea a la canciller Angela Merkel. Alguien inasible y extremista. ¡°Tenemos un presidente que no habla de democracia ni de derechos humanos, pero que admira a gobernantes autoritarios y ataca a las instituciones que nos permiten tener una sociedad libre. Es algo nuevo y chocante para Estados Unidos¡±, explica el historiador Timothy Snyder, catedr¨¢tico de Yale y autor de Sobre la tiran¨ªa, un inquietante estudio sobre los peligros de la era Trump.
El cambio es profundo. Con la derrota de Hillary Clinton cay¨® mucho m¨¢s que una candidata. Un sistema que se ve¨ªa a s¨ª mismo como un paradigma universal fue vapuleado por un fen¨®meno tan masivo como imprevisto. En la Casa Blanca hab¨ªa entrado un populista sin experiencia de gobierno que agitaba la bandera del miedo. Miedo a la inmigraci¨®n, al islam, al crimen, al paro¡ Daba igual, como recuerda el profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad California Sur Andrew Lakoff, que fueran crisis ficticias y que la tasa de crimen se hubiese reducido, cada vez entrasen menos inmigrantes y el paro tocase m¨ªnimos hist¨®ricos. El caso ya hab¨ªa sido presentado al juicio electoral y hab¨ªa ganado.
Tras su investidura, hubo quien pens¨® que la realidad le contendr¨ªa. Pero el tigre no se ha calmado. Ha llamado ¡°enemigos del pueblo¡± a los periodistas que le investigan, ha acusado sin pruebas a su antecesor de espiarle, ha creado la fantas¨ªa epistemol¨®gica de los ¡°hechos alternativos¡± e incluso ha denunciado un falso fraude masivo en el voto. Su intemperancia ha alarmado a propios y extra?os, y ha abonado la tesis de que m¨¢s que un presidente es un riesgo.
¡°Es muy pronto para juzgar, pero la pol¨ªtica de Trump representa una amenaza significativa para las tradiciones de la democracia americana. ?l y sus asesores tienen muy poco respeto hacia los controles que el sistema constitucional ha construido contra la concentraci¨®n de poder. Su visi¨®n del papel del presidente es autoritaria, sin independencia o autonom¨ªa judicial y legislativa¡±, afirma Lakoff.
¡°La pol¨ªtica de este presidente representa una amenaza clara para las tradiciones de la democracia americana¡±, se?ala un experto
¡°El deslizamiento hacia el autoritarismo suele llevar tiempo. A menudo hay una secuencia en la que el aut¨®crata alcanza el poder, se frustra, se ve amenazado por las derrotas y entonces arremete. Las instituciones estadounidenses son fuertes, as¨ª que no digo que Trump vaya a socavar la democracia o que lo piense hacer. Pero podr¨ªa. Y eso supone una amenaza¡±, afirma el reputado profesor de gobierno de la Universidad de Harvard Steven R. Levitsky.
La gran cuesti¨®n es si Trump se mantendr¨¢ en la cuerda floja o caer¨¢ en el lado oscuro. Hasta la fecha la respuesta es negativa y, en cualquier caso, no se trata de un camino f¨¢cil. Como se?ala Snyder, la democracia americana es el resultado de la profunda desconfianza de los padres fundadores hacia los gobernantes. Fruto de ello fue un complejo juego de equilibrios y contrapoderes que limitan la acci¨®n del presidente. Donald Trump lo ha sentido en carne propia.
Su veto migratorio, sublimaci¨®n de su islamofobia, ha sido bloqueado dos veces seguidas por los tribunales. Su primer gran examen legislativo, la reforma sanitaria, ha ca¨ªdo en la C¨¢mara de Representantes. Dos comit¨¦s parlamentarios y el FBI tienen abiertas investigaciones para determinar su conexi¨®n con la trama rusa. Y la presi¨®n de los medios ha inmovilizado a su fiscal general y fulminado a su consejero de Seguridad Nacional. El sistema que ¨¦l tanto critic¨® le ha mostrado los dientes.
Las instituciones de Estados Unidos tienen mecanismos para frenar abusos de poder
¡°Pero dos meses es muy poco tiempo para llegar a conclusiones. Mucho depender¨¢ de c¨®mo Trump reaccione a estos fracasos. Igual se amansa. O quiz¨¢ golpee m¨¢s fuerte. No lo sabemos. Es demasiado pronto¡±, asegura el profesor Levitsky.
Falta tiempo para que el personaje se desarrolle. Aunque su valoraci¨®n es m¨ªnima respecto a otros presidentes a esta altura de mandato, ¨¦l no deja de enviar se?ales a su grada. Lejos del ruido, el presidente ha anunciado un aumento presupuestario de 54.000 millones de d¨®lares para el ej¨¦rcito, prepara un plan de infraestructuras de un bill¨®n de d¨®lares y ha iniciado la mayor desregulaci¨®n financiera desde Ronald Reagan. El complejo militar, las grandes constructoras y Wall Street aplauden euf¨®ricos.
No se trata de gestos vac¨ªos. Muestran que Trump no es el antisistema que muchos cre¨ªan. Pertenece al engranaje, aunque a una parte exc¨¦ntrica, un h¨ªbrido entre Silvio Berlusconi y Marine Le Pen. Desde esa distancia juega a ser una cosa y la otra. Seg¨²n le convenga. A veces es respetuoso e institucional, como en su primer discurso ante el plenario de las C¨¢maras, y otras se revuelve a dentelladas, como demuestra a diario en Twitter.
En esa oscilaci¨®n permanente han discurrido sus primeros dos meses de mandato. Todos han podido calibrar su ritmo. Convulso pero no letal. Pese a que sigue clamando por las deportaciones masivas y el muro con M¨¦xico, ha moderado su discurso con China, Oriente Pr¨®ximo y hasta Ir¨¢n. Lo que nadie sabe es c¨®mo responder¨¢ ante una crisis grave.
¡°Me temo que si hay un ataque terrorista intentar¨¢ recortar libertades civiles¡±, pronostica Snyder. ¡°Eso es lo que m¨¢s me preocupa. En ausencia de una gran crisis, las instituciones son lo suficientemente fuertes para sobrevivir a Trump. Pero en el caso de un ataque terrorista creo que contestar¨¢ restringiendo libertades y concentrando el poder, y puede que consiga apoyo popular para eso¡±, explica el profesor de Harvard.
El d¨ªa en que llegue la crisis, Trump tendr¨¢ que definirse para la historia. Por fin se mostrar¨¢ a s¨ª mismo. Ser¨¢ entonces cuando el mundo conozca al verdadero Trump.
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