Un testigo del atentado de Estocolmo: ¡°Le grit¨¦ al conductor ¡®?Qu¨¦ haces! ?Para!¡¯ Pero era como un robot¡±
Pavel, trabajador de un hotel cercano al lugar del atentado, describe el horror del atropello que ha matado a cuatro personas
Pavel recuerda perfectamente el momento en que el enorme cami¨®n azulado que el terrorista de Estocolmo us¨® como arma se adentr¨® en Drottninggatan, una de las v¨ªas peatonales comerciales m¨¢s transitadas de la capital sueca. ¡°Embisti¨® con todas sus fuerzas los leones de hormig¨®n que cierran el acceso a la parte alta de la calle. Como el conductor no lograba apartarlos aceler¨® m¨¢s y m¨¢s. Entonces le grit¨¦ ¡®?Pero qu¨¦ haces!?Para!¡¯, pero era como un robot¡±, relata este ciudadano polaco, que lleva ocho a?os en Estocolmo y trabaja en un hotel situado a pocos metros del lugar del atropello mortal. ¡°El t¨ªo estaba agarrado al volante con la mirada clavada al frente. No ve¨ªa nada m¨¢s. Iba a hacer lo que quer¨ªa hacer. Y logr¨® pasar", relata.
"Creo que llevaba un pasamonta?as negro, la cuesti¨®n es que no le vi la cara. Creo que no se hab¨ªa dado cuenta de que llevaba el freno de mano puesto y uno de los tres ejes del cami¨®n iba patinando sobre el asfalto¡±, dice Pavel, que fuma, lac¨®nico, a pocos metros donde el pesado veh¨ªculo comenz¨® su recorrido letal. ¡°Por eso hay todas esas marcas negras sobre el suelo¡±, dice mientras se?ala las oscuras manchas que se?alan el trayecto del cami¨®n.
Con pelos y se?ales, Pavel, que trabaja en un peque?o hotel a pocos metros del lugar del atentado, describe el atropello del viernes. ¡°Cuando ya logr¨® acelerar un poco y creo que pensando que no podr¨ªa echar a un lado el siguiente par de leones avanz¨® unos diez metros, gir¨® hacia la izquierda hacia Wallingatan y embisti¨® un peque?o Toyota aparcado en el lado izquierdo. Le dije a un sueco que por favor llamara a la polic¨ªa. Y entonces vi al cami¨®n entrando en Drottninggatan otra vez a la altura del 7Eleven. Y entonces ya sabes lo que sucedi¨®¡±, dice. Pavel cree que en ese punto, el cami¨®n de una empresa de refrescos que el terrorista hab¨ªa robado esa misma ma?ana, ya hab¨ªa quitado el freno de mano. Por eso, afirma, pudo ir m¨¢s r¨¢pido y se llev¨® por delante a la primera v¨ªctima. Atropell¨® mortalmente a cuatro e hiri¨® de gravedad a otras 15 personas, diez de ellas se encuentran a¨²n hospitalizadas en estado grave.
El viernes, a ¨²ltima hora de la tarde, la polic¨ªa detuvo al supuesto atacante a unos 40 kil¨®metros del lugar del atropello, de donde huy¨® inmediatamente despu¨¦s de empotrar el cami¨®n en la fachada de unos grandes almacenes. Se trata de un ciudadano de origen uzbeko, de 39 a?os, conocido por los servicios de investigaci¨®n, tal y como ha revelado este s¨¢bado la polic¨ªa. Las autoridades han hallado, adem¨¢s, en la cabina, bajo el asiento del conductor, un objeto sospechoso que est¨¢n analizando. "Es un objeto tecnol¨®gico que no deber¨ªa estar ah¨ª. No puedo decir en este punto si se trata de una bomba o alg¨²n tipo de elemento inflamable", ha informado el jefe de la polic¨ªa sueca, Dan Eliasson, en una rueda de prensa.
Pavel cree que el atacante conoc¨ªa la topograf¨ªa de la zona, por donde entrar y por donde ir m¨¢s r¨¢pido. ¡°Si hubiera elegido otro recorrido, entrando por el lado de la derecha, no habr¨ªa, podido entrar con tanta velocidad. Aqu¨ª en esta parte alta hab¨ªa mucha gente pero no atropell¨® a nadie. Se apartaron a los lados¡±, asegura.
Tras ver c¨®mo el cami¨®n arrollaba a la multitud Pavel se dirigi¨® calle abajo. Describe c¨®mo mucha gente estaba en shock. Otros grababan con sus m¨®viles. ¡°No pude ayudar a nadie. No sab¨ªa qu¨¦ pod¨ªa hacer¡±, reconoce mientras se?ala un punto en el suelo donde una manta naranja ha quedado abandonada. ¡°Ah¨ª es donde intentaron reanimar a las primeras v¨ªctimas¡±, cuenta.
Una de las personas que acudieron a ayudar es Mila, una serbia de recio aspecto due?a de Muffin Bakery, un tranquilo caf¨¦ que vende magdalenas de todos los colores. ¡°De repente pas¨® el cami¨®n a toda velocidad. Sal¨ª corriendo fuera del local y a pocos metros vi a dos mujeres que hab¨ªan sido atropelladas. Una de ellas sangraba mucho. Hab¨ªa un motorista que se identific¨® como m¨¦dico y sali¨® del caf¨¦ de enfrente. Agarr¨¦ cojines y mantas, todo lo que ten¨ªamos. Pas¨® todo tan r¨¢pido y todo estaba blanco, lleno de polvo que el cami¨®n hab¨ªa levantado con su velocidad. ?Es que iba tan r¨¢pido!¡±, relata.
¡°Sent¨ª que todo tardaba una eternidad¡±, explica con la voz afectada esta mujer, que vive encima de su negocio. ¡°Todo se ralentiz¨® hasta que llegaron las ambulancias. No s¨¦ ni lo que hac¨ªa el resto de la gente. Me centr¨¦ en cuidar a la dos mujeres, de unos 70 a?os. Me qued¨¦ con ellas¡±, sigue. No puede quitarse sus rostros de la cabeza. ¡°S¨¦ que recog¨ª las gafas de una de ellas y se las guard¨¦ en el bolsillo. Eran de la que sangraba de forma tremenda. Ten¨ªa los ojos cerrados todo el tiempo. La otra, que no sangraba tanto, abr¨ªa los ojos de vez en cuando y observaba totalmente en silencio con la mirada de un ni?o peque?o. No hab¨ªa mucho m¨¢s que pudiera hacer¡°, dice Mila, que lleva en Suecia desde 1975 y considera al pa¨ªs su hogar. ¡°Hab¨ªa le¨ªdo que era una cuesti¨®n de tiempo que sucediera algo as¨ª, pero cre¨ªa realmente que nunca ocurrir¨ªa aqu¨ª¡±.
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