Brotes de capitalismo en Corea del Norte
En Pyongyang se han multiplicado los restaurantes con carteles de ne¨®n, los rascacielos, los zoos y los cines
Las diminutas cr¨ªas en la Piscifactor¨ªa de Siluro de Pyongyang se abalanzan voraces sobre el alimento que acaba de echar al agua una de las cuidadoras. En cada uno de la veintena de tanques se agolpan miles de alevines. ¡°Hemos aumentado la producci¨®n de 2.000 a las 2.500 toneladas¡±, alardea uno de los directivos de la compa?¨ªa, Hong Sun-kwon, en unas instalaciones recientemente renovadas. Est¨¢ orgulloso de su trabajo: esta f¨¢brica, asegura, es un ejemplo del desarrollo econ¨®mico de su pa¨ªs ¡°siguiendo las instrucciones de nuestro brillante camarada Kim Jong-un¡±. Las sanciones internacionales -afirma, repitiendo lo que el r¨¦gimen de Corea del Norte sostiene una y otra vez- ¡°no nos afectan¡±.
Es cierto que Pyongyang est¨¢ cambiando a ojos vistas. En el ambiente se palpa una mejora econ¨®mica que hasta hace cinco a?os era a¨²n casi inexistente, fruto de un crecimiento que el Banco Central surcoreano calcula entre un 1 y un 5% anual.
Se han multiplicado los restaurantes, muchos con unos letreros de ne¨®n impensables hasta hace bien poco y con una notable variedad de oferta: men¨²s coreanos, italianos, japoneses o incluso, como pudo constatar esta corresponsal, vino espa?ol en tetrabrik; los t¨¦tricos almacenes de a?os atr¨¢s, con escasos productos a la venta y ocultos tras cristales esmerilados, se est¨¢n reconvirtiendo r¨¢pidamente en comercios con una gama relativamente amplia de productos, casi todos locales o importados de China. Los puestos callejeros ofrecen patatas fritas, manzanas y pastelillos. Los nuevos centros comerciales, pantallas de plasma y bolsos de dise?o.
En las calles del centro, casi completamente a oscuras dos a?os atr¨¢s, lucen ahora farolas. Hay mucha mayor variedad en los trajes y los peinados; abundan las ofertas de ocio en megacentros reci¨¦n estrenados, una de las prioridades de Kim Jong-il que su hijo, Kim Jong-un, ha continuado desarrollando con entusiasmo: parques acu¨¢ticos, un zool¨®gico, cruceros por el r¨ªo, cines¡ El centro se ha convertido en un mar de gr¨²as: al menos en las zonas en las que se permite el acceso a los periodistas extranjeros, no parece haber calle en la que no se construya un nuevo edificio de m¨²ltiples pisos. Una novedad sintom¨¢tica: ahora los dos o tres primeros niveles de cada bloque se destinan sistem¨¢ticamente a comercios.
Con este alarde de prosperidad, el r¨¦gimen de Kim Jong-un quiere enviar el mensaje de que no le importan las sanciones contra su programa de armamento, endurecidas tras las pruebas nucleares y de misiles del a?o pasado.
Sorpresas te da la vida: vino espa?ol en #Pyongyang pic.twitter.com/niMR4vN9Tc
— Macarena Vidal (@Macchinetta) April 17, 2017
Ya hac¨ªa hincapi¨¦ en ello el primer ministro, Park Pong-ju, cuando la semana pasada el L¨ªder Supremo inaugur¨® una nueva avenida, Ryomyong, una espectacular amalgama futurista de edificios de viviendas, uno de ellos de 70 pisos. La calle se construy¨® a toda marcha, en menos de un a?o, como desaf¨ªo expl¨ªcito a las amenazas externas. ¡°Haber construido esta calle es m¨¢s importante que un centenar de cabezas nucleares¡±.
El a?o pasado, Kim Jong-un dio, con la aprobaci¨®n a un nuevo plan quinquenal, el espaldarazo definitivo a la pol¨ªtica que el r¨¦gimen ya hab¨ªa ido adoptando: byungjin, o el desarrollo simult¨¢neo de la econom¨ªa y de su programa de armamento. Se da m¨¢s libertad a las empresas para buscar clientes y proveedores, y a los agricultores para disponer de sus excedentes.
Es, seg¨²n ha escrito el profesor de la Universidad Kookmin Andrei Lankov en el portal especializado NK News, un proceso de reformas ¡°notablemente similares a la adoptadas por China a comienzos de los ochenta¡±. Ambos comparten objetivo; apuntalar la legitimidad del r¨¦gimen y complacer a la poblaci¨®n, especialmente a sus clases m¨¢s privilegiadas. Aunque con diferencias: ¡°la pol¨ªtica norcoreana es significativamente m¨¢s cauta que la china¡±, puntualiza el experto. El control pol¨ªtico es mucho m¨¢s duro incluso que en su pa¨ªs vecino.
?De d¨®nde sale este dinero? Principalmente de las exportaciones de carb¨®n, mayoritariamente a China (aunque este pa¨ªs ha anunciado un embargo a esas compras); de la mano de obra barata que se exporta al exterior, en condiciones de esclavitud seg¨²n han denunciado las organizaciones internacionales; y de una modesta econom¨ªa informal, ilegal sobre el papel pero tolerada por el r¨¦gimen. Tolerada por su importancia para la supervivencia y porque, en muchos casos, son las propias ¨¦lites quienes la practican.
No es oro todo lo que reluce. Los residentes extranjeros en Pyongyang hablan de un aumento de los cortes de luz este invierno. El suministro de gasolina, afirman, tambi¨¦n parece m¨¢s dificultoso este a?o.
Y, por supuesto, esta capital de tres millones de habitantes es solo una burbuja en un pa¨ªs de casi 25 millones. Fuera de esta ciudad, afirman quienes han podido desplazarse, el panorama es muy diferente. En el campo ¡°las condiciones son terribles, africanas¡±, comenta alguno. Seg¨²n la ONU, cerca de 18 millones de personas se encuentran en situaci¨®n precaria.
Incluso en la propia Pyongyang, empiezan tambi¨¦n a verse diferencias significativas, entre ricos y pobres, la clase privilegiada que puede permitirse ir en taxi y salir a beber cerveza, y los que tienen un mal songbun (antecedentes familiares).
Expertos como Lankov son pesimistas acerca de la sostenibilidad del modelo, si no acomete reformas. Este catedr¨¢tico percibe dos grandes problemas, ¡°la ausencia de un marco institucional para las actividades de mercado y transacciones econ¨®micas relacionadas; otro es la notable incapacidad del pa¨ªs para atraer inversi¨®n extranjera¡±.
Pero este modelo ha sembrado una peculiar semilla en este pa¨ªs que presume de Juche, su ideolog¨ªa aut¨¢rquica y colectivista. Poco a poco, los residentes de Pyongyang est¨¢n desarrollando un gusto por la econom¨ªa de consumo a la que, una vez que se disfruta, puede ser muy dif¨ªcil renunciar. Y a la que muchos ya se han acostumbrado sin darse cuenta.
En el vasto parque acu¨¢tico Munsu, un ¨¢rea est¨¢ dedicada a bares y cafeter¨ªas. ¡°Hay tambi¨¦n tres restaurantes, todos abiertos al mismo tiempo. Compiten entre ellos para hacerse con la clientela, y eso les obliga a tener que esforzarse por mejorar todo el tiempo¡±, dice nuestra gu¨ªa. Sin darse cuenta, acaba de resumir admirablemente el funcionamiento del capitalismo.
El coste del desarrollismo
El desarrollismo tambi¨¦n tiene un coste. Los peces de la Piscifactor¨ªa de Siluros se alimentan con un ¡°pienso 100% norcoreano¡±, asegura Hong: un compuesto qu¨ªmico que lleva incorporado antibi¨®ticos y al que se le suman m¨¢s medicamentos un par de veces por semana, para evitar infecciones que diezmen la producci¨®n. Los animales -que en estado salvaje pueden llegar a los cien kilos- se comercializan con apenas un kilo de peso, a los seis meses de vida. ¡°Dejarlos m¨¢s tiempo no resulta econ¨®mico¡±, explica el directivo.
La construcci¨®n acelerada -¡°con un cemento especial para que se seque antes y se pueda terminar m¨¢s r¨¢pido¡±, explica la gu¨ªa del Gobierno que nos acompa?a a todas partes- tambi¨¦n resulta en una calidad muy baja. En 2014 el gobierno admiti¨® el derrumbe de un edificio de viviendas por una ¡°construcci¨®n descuidada¡±. En la avenida Ryomyong, es imposible abrir m¨¢s que a medias la puerta del cuarto de ba?o de un piso piloto: choca con un muro de separaci¨®n del excusado.
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