La Malinche en Tiffany's
La corriente principal de los escritores de nuestra regi¨®n ha encontrado inc¨®moda la intervenci¨®n no puramente simb¨®lica del arte de este tiempo
En su m¨¢s reciente art¨ªculo acerca del caso de la obra de Jill Magid, sobre los archivos de Luis Barrag¨¢n, Juan Villoro ejemplifica ¨Daunque lo niega a rengl¨®n seguido¨D una moderna t¨¢ctica de censura: ¡°castigar¡± a las instituciones y a los pol¨ªticos por los pecados del arte y as¨ª conseguir, aunque sea retroactivamente, que esas autoridades disciplinen a los responsables.
Desde el t¨ªtulo de su texto ¡°La UNAM como joyer¨ªa¡± y al representar al MUAC en esa universidad como una ¡°sucursal de Tiffany¡¯s¡±, el escritor descargaba su disgusto por el hecho de que el Museo albergara entre otras obras, un anillo que lleva engastado un diamante fabricado con una porci¨®n de las cenizas del arquitecto mexicano. Se?uelo con el que Magid, y un grupo de familiares de Barrag¨¢n, han planteado a Federica Zanco, due?a, custodia y principal estudiosa del archivo, la posible seducci¨®n de perder su ¡°propiedad completa¡± sobre ese legado cultural para abrir y repatriar sus documentos.
En la zaga del esc¨¢ndalo en torno a la obra de Magid en M¨¦xico, el rol de Villoro ha sido inmenso: el de un verdadero incitador. Cuando en agosto de 2016 dos de sus art¨ªculos se refirieron a la investigaci¨®n que Alice Gregor public¨® sobre ¡°el arquitecto que se volvi¨® diamante¡± en la revista?New Yorker, Villoro estableci¨® firmemente la tem¨¢tica de la indignaci¨®n medi¨¢tica: la visi¨®n de la obra de Magid como un ¡°trueque necrof¨ªlico¡± de un ¡°cad¨¢ver¡± como mercanc¨ªa, a la vez que la culpabilizaci¨®n de las autoridades locales por no haber impedido a los familiares involucrados, el acceso a esos residuos. Al escritor no le mov¨ªa que los funcionarios se hab¨ªan negado a inventar prohibiciones inexistentes, ni tampoco le emocion¨® la audacia est¨¦tica de los familiares de Barrag¨¢n que colaboraron con Magid. Todav¨ªa en enero de 2017, Villoro encabezaba un desplegado y una campa?a medi¨¢tica organizada por un bur¨® de publicidad para ejercer presi¨®n a la artista y a sus socios para moler el objeto y regresarlo a la urna.
En su ¨²ltima entrega, el escritor se ocupa de azuzar nuevamente a la opini¨®n movilizando las representaciones traum¨¢ticas patrias que los mexicanos aprendemos en la escuela primaria. Seg¨²n ¨¦l, Jill Magid, al ser estadounidense, representa la avanzada de la nueva agresi¨®n imperial de Donald Trump, seguro porque saquea las cenizas de nuestros h¨¦roes. A esa tem¨¢tica, tomada de los murales oficialistas, Villoro a?ade distorsiones estrat¨¦gicas: hace parecer que las cenizas del arquitecto fueron removidas a la luz de la petici¨®n de ¡°un primo¡±, cuando fueron ocho los familiares directos quienes hicieron esas gestiones. A todo ello, Juan Villoro a?ade la profec¨ªa de un castigo: quienes apoyamos la exposici¨®n de la artista, seremos destituidos por las hordas que removieron a Nicol¨¢s Alvarado cuando atac¨® a Juan Gabriel al momento de su muerte. Villoro llega a se?alar al Museo que debi¨® abstenerse de programar esa obra porque su arquitecto, el finado Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n, la rechazaba. Pareciera que en adelante, adem¨¢s de a los comit¨¦s, los curadores del MUAC deber¨ªamos consultar a la g¨¹ija para interrogar a Teodoro sobre qu¨¦ muestras son leg¨ªtimas y cantar ¡°Querida¡± a todo pecho para alejar a las huestes enfebrecidas que nos reclaman andar desayunando con la Malinche y otros agentes de la CIA.
Pong¨¢monos serios. Por motivos complejos, desde la d¨¦cada de1970 al menos, la corriente principal de los escritores de nuestra regi¨®n ha encontrado inc¨®moda la intervenci¨®n no puramente simb¨®lica del arte de este tiempo. Al mismo tiempo, los espacios de arte hemos ido obteniendo la autonom¨ªa relativa que nos brinda protecci¨®n ante los terrores que atraviesan a la opini¨®n y a los gobernantes. Toda la brujer¨ªa de la amenaza de ¡°los costos pol¨ªticos¡± del arte peligroso, se disuelve en el aire porque, como aclar¨® el Coordinador de Difusi¨®n Cultural de la UNAM, el escritor Jorge Volpi, ni ¨¦l ni el rector de la Universidad tienen injerencia en los programas que curadores y consejos de programaci¨®n establecen en el museo. Escupir hacia arriba ya no tiene efecto en la pol¨ªtica de programaci¨®n cultural. La muestra de Magid tendr¨¢ lugar precisamente por levantar interrogantes y desafiar prejuicios y atavismos.
Claro est¨¢ que todo esto evidencia que ya no es posible ser un liberal ingenuo y pensar que la censura es exterior a nosotros y por tanto, f¨¢cil de impedir. Como Jacques Derrida avizoraba en su texto sobre ¡°C¨¢tedra vacante¡±, la censura es inherente a toda instituci¨®n cultural pues siempre hay un l¨ªmite al discurso. Aun as¨ª, como el fil¨®sofo planteaba, siempre es posible un c¨¢lculo estrat¨¦gico: ¡°censurar contra censura¡±. Obras como las de Magid apuntan en ese sentido, a la par que muestran que no es tan claro definir qu¨¦ es velar por un legado, ni c¨®mo se efect¨²a el acto de ¡°traer¡± y robar de los muertos en que se funda la idea misma de ¡°tradici¨®n¡±.
Cuaht¨¦moc Medina es curador en Jefe del Museo Universitario Arte Contempor¨¢neo (MUAC) de la UNAM en la Ciudad de M¨¦xico y, junto con Alejandra Labastida, curador de la muestra Jill Magid: Una carta llega siempre a su destino. Los Archivos Barrag¨¢n?que abrir¨¢ el 27 de abril.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.