Macondo en La Mancha
Vine a La Mancha para celebrar tres d¨¦cadas de leer cada abril la historia que en realidad no he le¨ªdo a¨²n
Dir¨ªa que la llanura ocre y amarillenta que se extiende cerca de El Toboso es el espejo de un llano verde y floreado que conduce al pueblo de Comala en Colima, que no es de Juan Rulfo ni se prende en llamas de prosa pura; dir¨ªa que la ancha patria del Caballero de la Triste Figura en su topograf¨ªa accidentada desde Toledo al Toboso es el paisaje en prosa de toda la imaginaci¨®n hispanoamericana si no supiera como verdad inapelable que D. Miguel de Cervantes nos jug¨® en realidad un magn¨ªfico juego de palabras: La Mancha que aparece en los mapas es no m¨¢s que ventana de la mancha tipogr¨¢fica donde impresores de tipo m¨®vil y pantallas de Tablet electr¨®nica acomodan una a una las letras que narran las aventuras no s¨®lo de la m¨¢s grande historia jam¨¢s contada, sino las vidas de cada uno de los lectores que cierran el c¨ªrculo de su magia.
M¨¢s del autor
Vine a El Toboso como quien llega a Comala a buscarle el fantasma de Susana SanJuan a un tal Pedro P¨¢ramo y descubr¨ª que la joven moza, labriega de sudores olorosos, ancha de cara y cintura no de avispa que so?aba Don Quijote es Dulcinea del Toboso al mismo tiempo en que no deja de ser Aldonza Lorenzo, hija de Corchuelo y dicen que incluso por aqu¨ª anduvo el periodista Juan Cruz para buscarle la sombra a la Emperatriz de La Mancha y termin¨® empadronando a una joven ingeniera experta en pozos petroleros. Pienso entonces que La Mancha es Macondo si no fuera porque la extendida llanura salpicada de molinos de viento antiguos y de las modernas aspas de los molins gal¨¢cticos no tiene la espesura surrealista de la selva que me espera en Aracataca. A cualquiera se le enredan los p¨¢rrafos y a lo lejos se escucha m¨²sica moz¨¢rabe en pleno siglo XXI porque una pareja de novios gitanos ya se aburri¨® de bailar la madrugada al ritmo de la Macarena y pienso que no hay un solo abuelo que no confunda las parcelas sembradas con modernas placas de energ¨ªa solar con un ej¨¦rcito invasor salido directamente de La guerra de las galaxias. Por all¨¢ avanzan un borrico que tienen cinco siglos de edad cargando las mismas fanegas de trigo y por la izquierda lo rebasa una furgoneta met¨¢lica que lleva en su envi¨®n el necio regaet¨®n de su modernidad impostada; la banda manchega toca sin m¨¢cula la partitura de una m¨²sica que van clonando las andanzas de Sancho y Quijote al tiempo que me alivia ver que todos los ni?os del pueblo juegan en las plazas sin necesidad de recurrir a los artilugios electr¨®nicos de moda: juegan a correr y a re¨ªr, a volar con los brazos extendidos y a fingir que uno se convierte en drag¨®n. Un cura me aclara que quien llega a El Toboso no ¡°topa¡± con la Iglesia, sino que da con ella de frente, su torre majestuosa y a la sombra de su perfil la casa que han inventado como palacio de Dulcinea cuando en realidad fue casona de una mujer de anta?o, posible musa m¨²ltiple de Miguel de Cervantes, el hombre que lleg¨® lisiado de Lepanto y sobrevivi¨® las penas de Argel para inventar en la eternidad de una celda la loca historia de la raz¨®n de la sinraz¨®n que une hasta el d¨ªa de hoy los sue?os de lectores y escritores de mabos lados del Atl¨¢ntico en ese territorio de La Mancha que bien se?al¨® Carlos Fuentes en su Geograf¨ªa de la Novela y que supo poner en versos Octavio Paz al describir la piel de piedra de todos los pasados que nos unen.
Vine al Toboso para verificar la entra?able calidez de un hogar cervantino donde sonr¨ªen Angelines y Juan Alfonso, y para que la distinguida Alcaldesa de El Toboso me condecorase nada menos que con el yelmo de Mambrino. A medio millar de vecinos y al que esto escribe les consta que la ciudadana Alcaldesa Do?a Pilar Arinero es de las pocas voces en la pol¨ªtica del mundo actual para quienes todos los dineros de la cultura no son ¡°gasto¡± (como lo contabilizan err¨®neamente los economistas ignorantes) sino ¡°inversi¨®n¡±, como consta en el futuro que se construye en El Toboso para los m¨¢s de cien ni?os que a¨²n estudian en su escuela primaria y los cientos de j¨®venes que prosiguen su educaci¨®n en pueblos aleda?os, y los so?adores que dedican horas a estudiar m¨²sica y letras en sus ratos libres y los que saben que pueden conquistar al mundo entero en cuanto crucen los campos de Montiel con la espada de su imaginaci¨®n en ristre, la armadura de su conciencia limpia y la ilusi¨®n desatada de todos sus sue?os alcanzables por el milagro de comprobar que todos los paisajes del mundo caben en las vistas que se palpan alrededor de El Toboso, como consta que la silueta de una nube no es la sombra sino el retrato de la mujer amda y los brazos que te abrazan de madrugada son las ramas de los olivares que llevan aretes verdes en sus l¨®bulos, el collar de los ajos que cuelga en las paredes encaladas como perlas y el camino de arena empedrada que rodea la casa que es museo de Cervantes con todas las ediciones imaginables de ese libro que nos une, la misma historia multiplicada en todos los idiomas del planeta y el mismo ejemplar que se clona en las dedicatorias de sus m¨¢s diversos lectores: de reyes de la democracia y figuras de la libertad, a dictadores cercanos al Infierno y escritores de diverso plumaje.
Vine a La Mancha para celebrar tres d¨¦cadas de leer cada abril la historia que en realidad no he le¨ªdo a¨²n, pues me queda el a?o que vienen para volver a recorrer sus p¨¢ginas como quien deambula sobre el lienzo policromado de un paisaje que parece la piel de un sue?o. Vine a La Mancha porque en realidad quien se deje encantar por sus enigmas, confirma que de aqu¨ª no se va nunca nadie.
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