?Vuelve la guerra de Corea?
La escalada de maniobras militares amenaza con incendiar de nuevo la pen¨ªnsula asi¨¢tica.
Donald Trump era un ni?o de cuatro a?os aquel 25 de junio de 1950, cuando empez¨® la guerra de Corea. La contienda internacional, en la que se enfrentaron por primera y ¨²nica vez tropas tanto de China como de EE UU, termin¨® tres a?os despu¨¦s sin variaciones en la frontera fijada al t¨¦rmino de la II Guerra Mundial entre las dos rep¨²blicas coreanas, la comunista del norte y la prooccidental del sur. Fue el p¨®rtico de sangre y crueldad con que se inauguraba la Guerra Fr¨ªa, con el terror nuclear ya en marcha, apenas cinco a?os despu¨¦s de las conflagraciones de Hiroshima y Nagasaki. Los bombarderos estado?unidenses, cargados de artefactos at¨®micos, estuvieron durante tres a?os preparados y a punto de despegar en las bases del Pac¨ªfico.
Seg¨²n escribi¨® David Halberstam en su extraordinario libro El invierno m¨¢s fr¨ªo. EE UU y la guerra de Corea, "la aut¨¦ntica brutalidad de la guerra jam¨¢s penetr¨® de verdad en la cultura estadounidense". El insigne periodista e historiador cifr¨® en 33.000 las v¨ªctimas mortales y 105.000 los heridos estadounidenses, y en 1.500.000 los cad¨¢veres que pusieron Corea del Norte y China.
La guerra no termin¨® en 1953. No hubo tratado de paz, sino un mero armisticio. T¨¦cnicamente, la pen¨ªnsula est¨¢ todav¨ªa en guerra 64 a?os despu¨¦s, cuando reina en el norte Kim Jong-un, nieto del dictador comunista que fund¨® la Rep¨²blica Popular Democr¨¢tica de Corea, y el r¨¦gimen constitucional del sur est¨¢ saliendo de una crisis institucional, tras la destituci¨®n parlamentaria de su presidenta, Park Geun-hye, con unas elecciones presidenciales forzadas para el 9 de mayo.
Aquella fue para la potencia vencedora de la II Guerra Mundial la primera contienda sin victoria propiamente dicha, aunque sirvi¨® para contener el expansionismo sovi¨¦tico y chino. El norte comunista viol¨® la frontera divisoria que separ¨® a sovi¨¦ticos y estadounidenses en 1945 tras la derrota de Jap¨®n gracias a un error del secretario de Estado, Dean Acheson, que no incluy¨® a Corea del Sur en el per¨ªmetro de defensa declarado por Washington como su zona de influencia. La cobertura de la ONU, bajo cuya bandera combati¨® una coalici¨®n de 17 pa¨ªses, encabezados por EE UU, fue fruto de otro error de la URSS, cuyo embajador se ausent¨® del Consejo de Seguridad donde ten¨ªa derecho de veto en protesta por el reconocimiento del r¨¦gimen de Chiang Kai-shek como representante de China.
As¨ª ser¨ªan todas las guerras para las grandes potencias a partir de ahora. Derrotas m¨¢s o menos camufladas o amargos empates. Y sin embargo, aquel ni?o de siete a?os del barrio neoyorquino de Queens que ser¨ªa presidente 64 a?os despu¨¦s la vivi¨® de otra forma, que confirma el equ¨ªvoco detectado por Halberstam, a juzgar por sus palabras de ahora: "Cuando era joven, en el colegio y en la universidad, todos dec¨ªan que nosotros nunca hab¨ªamos perdido una guerra. EE UU nunca perd¨ªa. Ahora nunca ganamos".
La lecci¨®n de Trump era bien clara: "O volvemos a ganar o no hace falta que luchemos", eventualidad esta ¨²ltima totalmente excluida y que le ha conducido a mandar un mensaje al mundo, a trav¨¦s del incremento del gasto militar o del lanzamiento de la madre de todas las bombas sobre Afganist¨¢n: "Vamos a empezar a ganar las guerras otra vez". Y a la vista est¨¢ que Kim Jong-un, con la construcci¨®n de misiles de largo alcance capaces de lanzar una bomba sobre territorio estadounidense, le proporciona un excelente motivo para recuperar el esp¨ªritu victorioso de su infancia.
Aunque Trump ha expresado su preferencia por la v¨ªa diplom¨¢tica y por la presi¨®n econ¨®mica, el Pent¨¢gono est¨¢ prepar¨¢ndose para actuar militarmente y para hacerlo de forma unilateral. Este es el mensaje que ha mandado a Pek¨ªn, el principal avalador y protector de Pyongyang, al que Trump quiere convencer para que consiga su desarme nuclear a cambio de echarse para atr¨¢s en todas las amenazas y prevenciones contra China desgranadas durante la campa?a y en los primeros d¨ªas de su presidencia.
Trump acept¨® p¨²blicamente la doctrina, sagrada para Pek¨ªn, sobre "una sola China". Ha enmendado sus acusaciones a China como manipulador de su moneda. Sus vociferantes denuncias sobre la competencia desleal de la mano de obra barata china han quedado acalladas. Ha quedado arrumbado el giro asi¨¢tico de la anterior Administraci¨®n de Obama, que implicaba una especial presi¨®n sobre el mar del Sur de China para evitar que Pek¨ªn siguiera extendiendo su red de instalaciones militares en arrecifes y pe?ascos.
La crisis de Corea del Norte crea gran preocupaci¨®n en Pek¨ªn, sobre todo por su potencial desestabilizador, que puede conducir a que una de las dos partes, Pyongyang o Washington, lance un primer golpe nuclear contra la otra. China teme tanto la crisis b¨¦lica, que producir¨ªa una oleada de refugiados sobre su frontera, como la eventual unificaci¨®n de las dos Coreas, que situar¨ªa en esta misma frontera a un aliado de EE UU.
Los niveles de riesgo son m¨¢s altos si se tiene en cuenta que las dos potencias nucleares enfrentadas est¨¢n encabezadas por l¨ªderes estrafalarios, que ejemplifican en su propia personalidad la inutilidad de las lecciones que imparti¨® la Guerra Fr¨ªa y que aprendieron las superpotencias en litigio. Los arcanos del poder en Pyongyang son impenetrables, aunque es una evidencia que la amenaza nuclear es el aut¨¦ntico sost¨¦n del r¨¦gimen. En Washington, en cambio, no hay misterio sino caos en una Administraci¨®n con facciones enfrentadas en busca del control de una Casa Blanca comandada por una personalidad como Trump, que compensa su car¨¢cter vol¨¢til e incompetente con una expresividad fuera de control e inoportuna.
Trump considera la carrera nuclear norcoreana "una amenaza urgente a la seguridad nacional y la mayor prioridad de su pol¨ªtica exterior", seg¨²n las explicaciones que recibieron los senadores en una conferencia especial esta pasada semana. Toda la gesticulaci¨®n de las ¨²ltimas semanas ¡ªla madre de todas las bombas, los misiles contra Siria, las maniobras militares en Corea del Sur, el despliegue de un sistema defensivo antimisiles, el desplazamiento de un submarino nuclear a las costas coreanas e incluso la metedura de pata sobre el env¨ªo de la flota del Pac¨ªfico hacia Corea en el momento en que los barcos iban en direcci¨®n contraria¡ª se dirige a presionar a Pyongyang para que no efect¨²e su sexta prueba nuclear, que podr¨ªa constituir un casus belli seg¨²n se ha encargado de insinuar la Administraci¨®n de Trump.
No es esta la primera vez en que EE UU desenfunda ante la actitud amenazante por parte de Corea del Norte. Sucedi¨® en otra ocasi¨®n, en 1994, cuando Pyongyang inici¨® su programa de enriquecimiento nuclear, que ya fue considerado como casus belli susceptible de conducir a un golpe nuclear. El r¨¦gimen accedi¨® a la congelaci¨®n de su programa at¨®mico a cambio de ayuda econ¨®mica internacional. Ahora, en cambio, una vez que Corea del Norte ha conseguido construir la bomba, solo le falta conseguir su miniaturizaci¨®n e instalaci¨®n en misiles de medio y largo alcance para situar a todos sus vecinos y a EE UU bajo el paraguas de su amenaza, algo que un Trump hambriento de victorias no va a permitir. La poblaci¨®n de Corea del Sur y de Jap¨®n, los vecinos m¨¢s directamente amenazados, empiezan a prepararse para un conflicto que puede ser inminente y tener un coste en vidas humanas que superar¨ªa con creces el terrible balance de la guerra de 1950 a 1953.
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