Macron, espejo y modelo
La elecci¨®n francesa ha frenado en seco la oleada populista y antieuropea que empez¨® con el ¡®Brexit¡¯ y culmin¨® con Trump
Europa ha respirado aliviada. Como solo lo hace alguien que acaba de escapar de una amenaza pavorosa, quiz¨¢s de un peligro de muerte. El tercer golpe en menos de un a?o pod¨ªa ser el definitivo.
Fue duro el Brexit, cuando una mayor¨ªa de brit¨¢nicos decidieron terminar con una relaci¨®n de 44 a?os, en la primera ocasi¨®n de la historia en la que la Uni¨®n Europea no iba a aumentar la familia sino a decrecer. Tan dura o m¨¢s fue la victoria de Trump, un aut¨¦ntico Usexit, cuando la superpotencia fundadora del actual orden internacional al t¨¦rmino de la Segunda Guerra Mundial decidi¨® declararse perjudicada por la globalizaci¨®n y dispuesta tambi¨¦n a levantar fronteras, expulsar extranjeros y restringir su acci¨®n exterior al estricto ego¨ªsmo que predica el American first de la campa?a presidencial; en definitiva, una aut¨¦ntica desconexi¨®n para el mundo occidental y una reversi¨®n de alianzas que situaba a Putin como preferencia frente a una Europa que Trump prefer¨ªa desunida y debilitada.
En cada ocasi¨®n hubo sorpresa e incredulidad ante un resultado tan adverso para el conjunto de los europeos como para cada uno de los pa¨ªses socios. Venimos de un pasado tan conformista y previsible, construido en la estabilidad y la seguridad que da la denostada ausencia de alternativas a la globalizaci¨®n, que a muy pocos pod¨ªa pasarles por la cabeza un quiebro tan desfavorable y por partida doble, primero en el refer¨¦ndum del Brexit del que Cameron se cre¨ªa vencedor y luego en las elecciones estadounidenses en las que la mujer m¨¢s preparada de la historia, Hillary Clinton, parec¨ªa tener la plaza asegurada.
Las dos sorpresas consecutivas convirtieron en veros¨ªmil lo que hasta ahora se hab¨ªa considerado imposible, como es que alcanzara la presidencia de la Rep¨²blica Francesa una fuerza de extrema derecha, con un impresentable pedigr¨ª que surge de los a?os m¨¢s negros del nazismo y de la barbarie de la guerra colonial en Argelia. De manera que ahora se ha producido el efecto inverso, mezcla de sorpresa y de alivio, identificado con la extra?a figura de Emmanuel Macron, un aut¨¦ntico meteorito, que ha dejado tras de s¨ª un reguero de viejos pol¨ªticos derrotados, a derecha e izquierda, empezando por los candidatos de los dos grandes partidos y vencedores de sus respectivas y desastrosas elecciones primarias, el conservador Fran?ois Fillon y el socialista Beno?t Hamon.
Macron ha cambiado el paso de la marcha de los tiempos de forma imprevisible, pero bien pudo suceder lo contrario. Le Pen ten¨ªa enfrente una inc¨®gnita, un pol¨ªtico de 39 a?os con mucha ambici¨®n y audacia, pero sin un partido detr¨¢s, sin experiencia electoral, de cort¨ªsimo curr¨ªculo p¨²blico, y para postre estigmatizado ante las fuerzas antiglobalizaci¨®n por sus provechosos a?os como banquero de negocios con la Banca Rothschild, como representante ejemplar de la casta financiera culpable de la crisis. Si la extrema derecha francesa quer¨ªa una oportunidad para tumbar el sistema de turno republicano entre la derecha de matriz neogaullista y la izquierda socialista, esta aparec¨ªa ahora con la elecci¨®n presidencial. La ha perdido rotundamente, sin que sirva de paliativo la fuerte progresi¨®n en votos respecto a anteriores elecciones.
La gesta inesperada de Macron tiene trascendencia europea y global. De Francia llega, una vez m¨¢s, como ha sucedido tantas veces en la historia, un mensaje con pretensiones de universalidad y ejemplaridad. Su elecci¨®n ha cortado en seco el ascenso de los populismos en el campo de batalla decisivo. Que haya pasado este peligro no significa que todo peligro haya pasado. Las fuerzas de la regresi¨®n est¨¢n ah¨ª y ah¨ª seguir¨¢n si nadie hace nada por desarmarlas y por hurtarles el motivo de su revuelta. Pero esta victoria europe¨ªsta y liberal marca en el peor de los casos un respiro y en el mejor de todos un cambio de tendencia.
Es una aut¨¦ntica gesta francesa, con las obligadas pretensiones hist¨®ricas de ejemplaridad y universalidad
No se ha producido el mort¨ªfero tres en raya ¡ªBrexit, Trump, Marine Le Pen¡ª, pero la llegada de Macron al El¨ªseo es tambi¨¦n la respuesta francesa y europea a la deserci¨®n anglosajona del orden global internacional y europeo del que Londres y Washington eran socios principales y fundadores. Como en otras ocasiones en la historia, Francia aprovecha el hueco, aunque en este caso con la bandera europea por insignia, para reequilibrar la globalidad averiada primero por la crisis financiera y ahora por la rendici¨®n nacionalista de estadounidenses y brit¨¢nicos. Una vez librada y ganada la batalla en Francia, ahora corresponde librarla y ganarla, primero en Europa, convenciendo a Alemania para que relaje su sacrosanto rigor econ¨®mico, y luego desde Bruselas en la escena internacional, devolviendo a los europeos el lugar que les pertenece como jugadores globales, a la par con las grandes potencias, Estados Unidos, China y Rusia. Vasta tarea, en palabras gaullistas.
Hay una palabra que define esta haza?a: panache, que significa penacho, pero tambi¨¦n es br¨ªo, resplandor, arrogancia, las virtudes de tantos h¨¦roes legendarios de la Francia perenne, como Cyrano de Bergerac o Charles de Gaulle. Macron lo tiene y en dimensiones colosales. Su fulgurante victoria le ha convertido en modelo y espejo para todos, al menos en Europa. Hasta llegar incluso al exceso. La audacia, la resoluci¨®n y el sentido de riesgo volver¨¢n a estar de moda, despu¨¦s de una larga ¨¦poca en la que eran la timidez, el quietismo y la seguridad los que daban r¨¦ditos a los gobernantes. Macron, que no es populista, ha buscado al populismo en su propio campamento para arrebatarle las ense?as y ganarle ah¨ª mismo la partida. El mayor peligro que le acecha es el que erosion¨® la imagen impecable de Barack Obama, unas expectativas excesivas de f¨¢cil decepci¨®n.
Tambi¨¦n ejemplar es su dominio del relato nacional, perfectamente aplicable a otros pa¨ªses europeos, como Espa?a, tan hu¨¦rfanos de narrativa, tal como ha explicado en una larga entrevista con ?ric Fottorino. ¡°Hace falta encontrar el hilo de la novela francesa. Yo creo en la novela nacional. Quiero explicar lo que somos, qu¨¦ es el pa¨ªs, refundar la armadura econ¨®mica, social y pol¨ªtica, invocar otra vez un discurso cultural e intelectual que se ha perdido¡±. Para Macron, esta tarea de narrativa pol¨ªtica aparentemente tan nacionalista no pertenece al nacionalismo y corresponde, en cambio, a ¡°la capacidad de transformar el sue?o franc¨¦s en sue?o europeo¡±.
La proeza de Macron es tambi¨¦n una victoria de la esperanza sobre el miedo. Europa aparece agarrotada por un deseo de muerte, una aut¨¦ntica atracci¨®n por el abismo que tiene en su fondo la desaparici¨®n de su proyecto de unificaci¨®n y el regreso al mapa cuarteado de las viejas naciones sin tama?o ni fuerza para enfrentarse solas a la globalizaci¨®n. Esta es una pulsi¨®n que surge sobre todo en los extremos, pero prende f¨¢cilmente entre los intelectuales y los periodistas, capaces de deleitarse en la persistencia de un fracaso que nunca termina. Macron la combate y ¨¦l mismo se presenta como el ant¨ªdoto. Esto no ha hecho m¨¢s que empezar.
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