Espa?a se apaga en Am¨¦rica
El impulso pol¨ªtico de la Transici¨®n democr¨¢tica est¨¢ a punto de extinguirse a este lado del Atl¨¢ntico
Es frecuente que en conversaciones con amigos mexicanos, chilenos o brasile?os si surge el tema de la situaci¨®n actual de Espa?a tres asuntos concentren su inter¨¦s: la corrupci¨®n, el fen¨®meno de Podemos y el problema de Catalu?a. El primero suele despacharse con l¨²gubre iron¨ªa mexicana con una frase del tipo - ¡°est¨¢n ya ustedes como nosotros¡±- o cualquiera semejante. Sobre el segundo los interlocutores americanos suelen poner m¨¢s ¨¦nfasis en el partido de Pablo Iglesias como s¨ªntoma del malestar de una generaci¨®n que en sus complicidades con el chavismo. La prueba verdaderamente dura llega con el tercero, cuando se trata de la independencia catalana o la separaci¨®n de Catalu?a de Espa?a. Eso del soberanismo se queda para el vocabulario pol¨ªtico local.
Porque, ?c¨®mo explicar, por ejemplo, que un exfutbolista de la selecci¨®n espa?ola como Pep Guardiola, exentrenador del Bar?a, un equipo con decenas de miles de admiradores en la regi¨®n, exjugador tambi¨¦n de los Dorados de Sinaloa -cuyo descenso, por cierto, a segunda divisi¨®n por puntos de acuerdo con las normas de la Liga mexicana nunca entendi¨®- sea el adalid de esa ruptura y defienda p¨²blicamente que la democracia espa?ola es en realidad un ¡°Estado autoritario¡± que mantiene oprimidos a los catalanes?
La respuesta exige un poco de historia y la cortes¨ªa obliga a hacer el cuento corto. Quiz¨¢ sea ¨²til recordar que as¨ª como la invasi¨®n napole¨®nica de la Pen¨ªnsula provoc¨® el desplome de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica precipitando las independencias americanas e iniciando una complej¨ªsima transici¨®n de las antiguas colonias a las nuevas rep¨²blicas, en el caso de Espa?a el proceso de imperio a naci¨®n fue tambi¨¦n extraordinariamente dif¨ªcil. La construcci¨®n del relato de la naci¨®n espa?ola por los liberales durante el siglo XIX, cimentado finalmente en mayor proporci¨®n sobre el pasado castellano que el de Arag¨®n o Catalu?a, acab¨® siendo pervertido en el XX por la dictadura franquista con una versi¨®n reaccionaria, ultracat¨®lica y sobre todo excluyente: los vencidos en la guerra civil no ten¨ªan patria.
Cuando lleg¨® la Transici¨®n la prioridad de los dem¨®cratas espa?oles nunca fue la reinvenci¨®n de un relato nacional espa?ol ¨Cno era necesario cuando integrarnos en Europa colmaba todas las aspiraciones- sino la construcci¨®n de un Estado democr¨¢tico, descentralizado y de bienestar, lo que implicaba un doble movimiento al ceder al mismo tiempo soberan¨ªa hacia el exterior al ser parte de la Uni¨®n Europea y autonom¨ªa hacia el interior con el reconocimiento de nacionalidades y regiones. A esa tarea se afan¨® la clase pol¨ªtica del momento culmin¨¢ndola con acierto hasta el punto de que hoy se puede decir que al contrario que la mayor¨ªa de las rep¨²blicas americanas, Espa?a es un ¨¦xito mucho m¨¢s como Estado que como naci¨®n.
Sin embargo, los dirigentes catalanes aprovecharon su reci¨¦n ganada autonom¨ªa para poner en marcha un proyecto de naci¨®n, que en los ¨²ltimos a?os alimentado por una espiral de corrupci¨®n, la severidad de la crisis econ¨®mica y toda clase de torpezas pol¨ªticas por los dos lados ha desembocado en la huida hacia delante de la reclamaci¨®n de independencia y al actual callej¨®n sin salida en que se encuentra Espa?a.
Llegados a este punto y tras varias preguntas y repreguntas, ejemplos y contraejemplos, matizaciones y an¨¦cdotas, los amigos americanos no ocultan una sensaci¨®n de p¨¦rdida cultural si esa separaci¨®n llega a producirse, pero sobre todo de nostalgia por aquellos tiempos en los que la transici¨®n espa?ola fue un modelo para los dem¨®cratas de la regi¨®n.
Han pasado muchos a?os, las empresas espa?olas, desde las editoriales a los bancos, pasando por las constructoras y las de telecomunicaciones, se han extendido por toda Am¨¦rica Latina y forman parte de la experiencia cotidiana de cualquier ciudadano, pero aquella inspiraci¨®n pol¨ªtica ya no existe. Facilitar las inversiones y la prestaci¨®n de servicios del sector privado no es suficiente para suplir la carencia desde hace ya demasiado tiempo de una verdadera pol¨ªtica exterior para este continente, un vac¨ªo que no se llena con ret¨®rica ni con la voluntarista creaci¨®n de una supuesta marca nacional. Menos aun cuando no son dif¨ªciles de imaginar las consecuencias tel¨²ricas de una secesi¨®n de Catalu?a en esta regi¨®n. Un pa¨ªs ensimismado, volcado en sus conflictos internos, reales o imaginarios, polarizado y tremendista no est¨¢ en condiciones de recuperar la iniciativa exterior. El viejo faro de la Espa?a democr¨¢tica a este lado del Atl¨¢ntico es hoy una vela a punto de extinguirse.
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