?Qu¨¦ silencio tan escandaloso!
A pocas horas de la consumaci¨®n del golpe mortal a la democracia en Venezuela mediante la elecci¨®n de una asamblea inconstitucional, el mundo permanece imp¨¢vido
Me correspondi¨® ingresar a Ruanda tiempo despu¨¦s del genocidio que tuvo lugar en 1994 con un grupo de expertos de las Naciones Unidas para colaborar en las tareas de reconstrucci¨®n institucional del pa¨ªs. Aunque para entonces las heridas empezaban a cicatrizar, su gente no estaba dispuesto a olvidar. As¨ª lo testimoniaban diversos espacios en todo el territorio, en los que se apilaban en un orden macabro cientos de miles de huesos humanos de las v¨ªctimas, en espera de sepultura.
El mundo observ¨® horrorizado en las pantallas de televisi¨®n, las im¨¢genes diarias de un sangriento conflicto que produjo en tan s¨®lo cinco meses m¨¢s 800.000 asesinatos, 2,7 millones de refugiados, un mill¨®n de desplazados; todo esto en un pa¨ªs de tan s¨®lo 6,5 millones de habitantes, en ese entonces. La pregunta que esa misma opini¨®n p¨²blica se hizo y que sigue sin responderse, es por qu¨¦ la comunidad internacional a trav¨¦s de sus instituciones y con la voluntad de los gobiernos que las conforman, no hicieron nada para evitar o frenar la barbarie que ah¨ª aconteci¨®.
En el caso de Ruanda, al igual que otros conflictos recientes como el de Srebrenica en Bosnia o el de Siria, la responsabilidad recay¨® en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, una instancia que como dice Paul Kennedy nos recuerda que ¡°unos pa¨ªses son m¨¢s iguales que otros¡± y en donde el poder de veto se interpone una y otra vez impidiendo su eficaz y oportuna intervenci¨®n. Sin embargo, si dejamos a un lado estos escenarios extremos y nos concentramos en otras situaciones del escenario global en que las crisis se van gestando a la luz del d¨ªa, sin mayor sonrojo, de manera met¨®dica y gradual, resulta injustificable la oportuna gesti¨®n internacional para prevenir su escalamiento al punto de la violencia y la conflagraci¨®n. Este es el caso de Venezuela.
A partir del sonoro triunfo de los partidos de oposici¨®n agrupados en la Mesa de la Unidad Democr¨¢tica (MUD) en las elecciones de diciembre del 2015 que les permiti¨® tomar control de la Asamblea Nacional, Nicol¨¢s Maduro ech¨® a andar un esfuerzo sistem¨¢tico por restarle facultades a la nueva Asamblea; todo ello con la complicidad del Tribunal Supremo de Justicia cuyos integrantes fueron nombrados poco antes de la asunci¨®n de los nuevos congresistas, fuera del per¨ªodo legislativo, e incumpliendo lo establecido por la constituci¨®n. Desde entonces, hemos acudido a un deterioro en serie de las instituciones que ha conducido a la alteraci¨®n del orden constitucional y democr¨¢tico del pa¨ªs, tal y como lo document¨® de manera temprana, s¨®lida y detalla, el informe del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, en mayo del 2016.
Al mismo tiempo y con la complicidad del Consejo Nacional Electoral igualmente cooptado por el gobierno, Maduro fue cerrando a lo largo del 2016 todas las salidas democr¨¢ticas a la cada vez m¨¢s cr¨ªtica situaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs: se impidi¨® la realizaci¨®n de un refer¨¦ndum revocatorio y se desconoci¨® el calendario electoral previsto en la Constituci¨®n. Como era de esperarse, el continuo cercenamiento de los espacios democr¨¢ticos, aunado a la mayor debacle econ¨®mica que ha padecido el pa¨ªs y a las graves consecuencias sociales que se expresan en miseria, hambre y enfermedad, gener¨® una creciente protesta social a la que el r¨¦gimen de Maduro s¨®lo ha sabido responder con represi¨®n y violencia. Hoy Venezuela se sostiene por la voluntad de las Fuerzas Armadas, premiadas con el control otorgado sobre los canales de distribuci¨®n de los productos de necesidad b¨¢sica, y con la impunidad frente a la participaci¨®n de algunos de sus cuadros en la narcoactividad que ha tomado a Venezuela.
El continuo cercenamiento de los espacios democr¨¢ticos gener¨® una creciente protesta social a la que el r¨¦gimen de Maduro s¨®lo ha sabido responder con represi¨®n y violencia
Sobre todas las acciones que condujeron al rompimiento del orden democr¨¢tico y a la violaci¨®n de derechos humanos, dio cuenta detallada la prensa internacional y las m¨¢s que globalizadas redes sociales a las cuales se aferran, con fe inquebrantable, los venezolanos en la esperanza de ser escuchados en sus luchas y sus plegarias. En cada ocasi¨®n que se invadi¨® una nueva potestad legislativa, en que se acall¨® una voz m¨¢s de un periodista, en se encarcel¨® a otro disidente pol¨ªtico, en que falleci¨® un joven a¨²n m¨¢s joven, el Secretario Almagro levant¨® su voz, e instituciones como Freedom House, Human Rights Watch, IDEA y otras emitieron firmes condenas. El tema se conoci¨® en el seno del Consejo Permanente y de la Asamblea General de la OEA, en el Mercosur, en el Parlamento Europeo y en varias instancias m¨¢s.
Ha sido el de Venezuela, el proceso de deterioro democr¨¢tico m¨¢s ventilado internacionalmente que recuerda la historia. El que con m¨¢s impudicia y de la manera m¨¢s flagrante ha buscado consolidar una dictadura. Pese a ello, a pocas horas de la consumaci¨®n final del golpe mortal a la democracia mediante la elecci¨®n de una Asamblea Constituyente, corporativa e inconstitucional, el mundo permanece imp¨¢vido. A pesar de la admirable actuaci¨®n del Secretario Almagro, y de las manifestaciones de repudio provenientes de varias naciones, ni el Mercosur, ni la OEA, mucho menos la ONU, lograron adoptar acciones colectivas dirigidas a impedir la tragedia.
En mis visitas a Venezuela, antes de ser declarada non grata por parte del r¨¦gimen, el mensaje m¨¢s frecuente que recib¨ª de parte de venezolanos de todas las edades y procedencias, fue el de ¡°no nos dejen solos¡±.
Es cierto que Venezuela no llega a ser Ruanda, Bosnia o Siria, pero nada garantiza que no lo ser¨¢ en el futuro. La culpa no ser¨¢ de sus valientes ciudadanos que a pesar de los martirios que hoy padecen no han dejado de luchar con una admirable fidelidad a los mecanismos institucionales con una conmovedora esperanza de una salida democr¨¢tica a la crisis. La culpa recaer¨¢ sobre todos aquellos gobiernos que habiendo tenido la oportunidad de hacer valer los mecanismos del derecho internacional, como la Carta Democr¨¢tica de la OEA, se negaron a hacerlo. La historia registrar¨¢ a quienes callaron y su sumaron su silencio c¨®mplice al m¨¢s escandaloso silencio que se recuerde sobre la aniquilaci¨®n de la democracia en un pa¨ªs de nuestro hemisferio en la historia reciente.
Laura Chinchilla es expresidenta de Costa Rica
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