El castrismo, enfermedad infantil del izquierdismo
La crisis de Venezuela viene a desnudar a una izquierda desconectada de su propio pasado, a la deriva moral y abrumada por una hipocres¨ªa casi inimaginable
En febrero de 2014 escrib¨ª aqu¨ª mismo La desmemoriada izquierda latinoamericana. N¨®tese la fecha. La amnesia en cuesti¨®n era por el silencio ante los atropellos de Maduro. Dec¨ªa all¨ª que la represi¨®n de las fuerzas regulares y los paramilitares, los ¡°colectivos motorizados¡±, evocaba las violaciones a los derechos humanos en la Am¨¦rica Latina de los setenta y ochenta.
Ello porque la izquierda, sus partidos, sindicatos y movimientos sociales, hab¨ªan sido especialmente victimizados en aquellos a?os. En la posterior transici¨®n, y la paz en Am¨¦rica Central, esa misma izquierda concluy¨® que la democracia constitucional ¡ªarreglo por el cual el poder p¨²blico est¨¢ dividido y limitado por normas permanentes¡ª era el ¨²nico r¨¦gimen pol¨ªtico capaz de proteger los derechos fundamentales de las personas. Y sobre todo de aquellas sin poder estructural, es decir, los m¨¢s pobres.
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Ergo, la democracia era condici¨®n necesaria para la vigencia de los derechos humanos y, de manera transitiva, sin constitucionalismo liberal no podr¨ªa haber progresismo. Nos damos cuenta hoy que semejante revoluci¨®n copernicana en buena parte de la izquierda vern¨¢cula, al final siempre obediente de la dinast¨ªa de los Castro, fue mero oportunismo.
Es que si son incapaces de decir que no hay diferencia alguna entre un asesinato perpetrado por sujetos que circulan en un Ford Falcon sin placas, como en Argentina, o por un escuadr¨®n de la muerte, como en El Salvador, o por quienes van en motocicleta vestidos de camisa roja, como los colectivos chavistas, aquella tragedia de los setenta ¡ªla sangre derramada, en su propio argot¡ª ha sido completamente en vano.
La sociedad venezolana vive aterrorizada y dicho terror se origina en el Estado, tal como era entonces en el cono sur. Pero si medimos ¡ªmiden¡ª los derechos humanos en base a la ideolog¨ªa de quien los vulnera, pues all¨ª mismo est¨¢ el fin de los derechos humanos. La crisis de Venezuela viene a desnudar a una izquierda desconectada de su propio pasado, a la deriva moral y abrumada por una hipocres¨ªa casi inimaginable.
Hay una historia que sirve para entender. Las transiciones de los ochenta coincidieron con la Perestroika y el Glasnost en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Reforma econ¨®mica y transparencia, reestructuraci¨®n y apertura; el mismo Estado-partido iniciaba el cambio. Acabado el monopolio sobre los recursos materiales y pol¨ªticos, tambi¨¦n comenz¨® a erosionarse el monopolio de la verdad. Con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, el edificio enter¨® implosion¨®.
El socialismo realmente existente result¨® ser a¨²n peor que aquel sistema burocr¨¢tico criticado por el Eurocomunismo. La izquierda tuvo que abandonar el estalinismo. En Am¨¦rica Latina, la estrategia de la lucha armada lleg¨® a su fin, siendo el proceso de paz colombiano de hoy tal vez el ¨²ltimo y tard¨ªo cap¨ªtulo. Y los partidos comunistas se reciclaron como socialdemocracias en Budapest, Varsovia y casi todas partes.
Con excepci¨®n de Cuba, claro est¨¢. Abandonados por Mosc¨², los Castro se atrincheraron para resistir el per¨ªodo especial de los noventa, una d¨¦cada de penurias. Del socialismo de Estado solo quedaban ruinas, econ¨®micas, desde luego, pero sobre todo ¨¦ticas e intelectuales. El relato era un disco rayado sin contenido. El hombre nuevo por cierto que no resid¨ªa en la Sierra Maestra.
Sin embargo, la longevidad de los Castro fue recompensada por Ch¨¢vez. Despu¨¦s del fallido golpe de 2002, Venezuela se acerc¨® m¨¢s a Cuba, una trascendental consecuencia no buscada por los miopes golpistas. En 2004 se cre¨® ALBA, en 2005 se fund¨® Petrocaribe y m¨¢s tarde, la Celac. La pol¨ªtica exterior del chavismo abri¨® la puerta para el ingreso pleno de Cuba a Am¨¦rica Latina, quiz¨¢s por primera vez.
Y ni que hablar de la renta petrolera sin tener petr¨®leo. Ahora con recursos que jam¨¢s tuvieron, los Castro reciclaron la ¨¦pica de la vieja, nueva trova y un poco de aquel romanticismo guevarista. Tuvieron que ocultar que algunos de los trovadores m¨¢s talentosos ya hab¨ªan hecho expl¨ªcito su desencanto y que, una generaci¨®n despu¨¦s, se trataba de una restauraci¨®n, estalinista por supuesto y, como toda restauraci¨®n, conservadora.
A partir de la enfermedad y muerte de Ch¨¢vez, dicha influencia se profundiz¨®. Ya no eran solo los m¨¦dicos sino tambi¨¦n los oficiales militares. En 2010 se calculaba que hab¨ªa 500 cubanos cumpliendo funciones de inteligencia. Hoy algunos estiman esa cifra en 17.000. Siempre se supo que Maduro era el mejor s¨²bdito de la monarqu¨ªa de los Castro. Es la venganza de playa Machurucuto, dicen varios, lugar que la izquierda latinoamericana no tiene idea d¨®nde queda. En su mapa solo aparece playa Gir¨®n.
Este desenlace en las relaciones internacionales de Venezuela, y estas s¨ª que son relaciones carnales, explica la fraudulenta constituyente de soviets que acaba de instalarse. Curiosamente, tambi¨¦n liquida la experiencia populista del chavismo y su viabilidad futura.
Ocurre que es inherente al populismo la crisis sucesoria, todos la han tenido. Ello debido a que el momento plebiscitario es fugaz y jam¨¢s sobrevive al l¨ªder fundador. Muere con ¨¦l, lo cual ex¨¦getas como Laclau prefirieron ignorar. Ergo, el gran dilema es c¨®mo reproducir esa identidad, ausente la figura carism¨¢tica originaria.
Post C¨¢rdenas, el PRI institucionaliz¨® la norma de no reelecci¨®n presidencial y luego se someti¨® a la competencia electoral. Supo cu¨¢ndo, y c¨®mo, dejar el poder para seguir existiendo. Get¨²lio Vargas prepar¨® su partida formando dos partidos que le sobrevivieron, el PSD y el PTB. Hasta la llegada de los Kirchner, el peronismo resolvi¨® la crisis de la muerte de su fundador creando ¡°un partido pol¨ªtico normal¡±, como dec¨ªa Cafiero, para ganar y tambi¨¦n perder elecciones, lo cual ocurri¨® en varias ocasiones.
El chavismo maduro-cabellista no tiene regla sucesoria, se suicida en esta conversi¨®n al estalinismo, protectorado cubano bajo un Estado policial. As¨ª sacrifica su viabilidad pol¨ªtica, su proyecci¨®n en el tiempo. Sorprende, por cierto, que no sean muchos m¨¢s los chavistas en disidencia, aquellos genuinamente interesados en mantener viva su propia identidad pol¨ªtica, pero tanta inteligencia cubana tambi¨¦n tiene tiempo para ellos.
Y mientras tanto, Ra¨²l Castro desde La Habana, Maduro en Caracas y sus repetidores de ¡°izquierda¡± en el resto del continente siguen hablando de la agresi¨®n imperialista. Las comillas porque el imperialismo en cuesti¨®n acaba de confiscarle activos por cifras astron¨®micas a la primera l¨ªnea de funcionarios del gobierno de Venezuela. El capitalismo es robo, por aquel concepto de plusval¨ªa, entonces que tambi¨¦n robe el camarada El-Aissami, dicho esto en marxismo chatarra.
Pero, ?cu¨¢l izquierda? Nadie les pregunta c¨®mo justifican esas cuentas, habi¨¦ndose pasado los ¨²ltimos 18 a?os en el sector p¨²blico. Nadie objeta que hayan invertido de tal manera en Estados Unidos, siendo tan antiimperialistas. Y que, adem¨¢s, si es que hay una inminente invasi¨®n, seg¨²n repiten ad nauseam, ?pues por qu¨¦ la est¨¢n financiando ellos mismos?
En definitiva, no hay tal izquierda, ni invasi¨®n, ni imperio. Se trata solo de una patolog¨ªa. En Am¨¦rica Latina, el castrismo es la enfermedad infantil del izquierdismo.
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