Sordas maltratadas, una pesadilla silenciosa
Argentina comienza a dar respuestas a la violencia machista que sufren las mujeres sordas e hipoac¨²sicas
"Cuando tuve el primer hijo no lo pod¨ªa amamantar y ¨¦l me dec¨ªa que era una mala madre. Me apretaba muy fuerte el pecho para que me saliera leche", dice Laura al recordar la primera se?al de violencia que identific¨® en su exmarido. Desde entonces, todo fue a peor. Una noche la amenaz¨® de muerte y ella se fue a denunciarlo a la comisar¨ªa de Mor¨®n (unos 25 kil¨®metros al oeste de Buenos Aires). Laura es sorda de nacimiento y en la comisar¨ªa se dio cuenta de que eran todos oyentes, no hab¨ªa int¨¦rpretes de lenguaje de signos y no logr¨® que le tomaran la denuncia. Ten¨ªa miedo, pero volvi¨® con el agresor. "Aguant¨¦ dos a?os m¨¢s de torturas", cuenta ahora, pasados dos a?os desde esa primera llamada de auxilio. "No sab¨ªa qu¨¦ hacer ni a d¨®nde ir", asegura. Su caso expone las dificultades que tienen las v¨ªctimas sordas e hipoac¨²sicas para escapar de situaciones de violencia. Una iniciativa pionera que busca proteger y acompa?ar a estas mujeres, Sordas sin violencia, se presenta hoy en el Congreso argentino.
La invisibilizaci¨®n de la violencia que sufre este colectivo comienza por el lenguaje. En la lengua de signos que aprenden las personas sordas en Argentina para comunicarse no existe la expresi¨®n violencia de g¨¦nero. Tampoco machismo. La ausencia de palabras para nombrarlo no evita que las mujeres hipoac¨²sicas lo padezcan. "Sorda u oyente, la violencia es igual", subraya Laura. Pero todo se complica a la hora de pedir ayuda. Muchas v¨ªctimas sordas desconocen la ausencia de leyes que las protegen, las campa?as p¨²blicas contra la violencia no est¨¢n adaptadas para ellas, no pueden llamar al 144 ni al 911, falta capacitaci¨®n entre el personal policial y judicial y escasean los int¨¦rpretes. Incluso si logran denunciar y reciben un bot¨®n antip¨¢nico contin¨²an los obst¨¢culos. Apretar el bot¨®n de SOS requiere, a continuaci¨®n, poder entablar una conversaci¨®n con el personal que responde a la llamada.
"Si no hay un int¨¦rprete, a las personas sordas les parece sospechoso denunciar porque es muy complejo", dice Reuter
La psic¨®loga social Ester Mancera se dio cuenta de la vulnerabilidad de este colectivo cuando hace unos seis a?os lleg¨® una mujer sorda al refugio para v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero en el que trabajaba. "No ten¨ªa lengua de se?as ni lectura labial ni escrib¨ªa", resume Mancera. En un primer momento se quedaron en blanco. "Me di cuenta que, con m¨¢s de 30 a?os de trabajo en derechos de las mujeres nunca hab¨ªa pensado en esa situaci¨®n", admite. A ra¨ªz de ese caso, Mancera comenz¨® a buscar informaci¨®n, hablar con organizaciones y contactar a profesionales para intentar asesorar y acompa?ar a mujeres sordas. La idea tom¨® forma el a?o pasado, junto a la medidadora Mariana Reuter y la int¨¦rprete de lengua de signos Mariela Le¨®n Bani.
Desde su creaci¨®n, Sordas sin violencia ha asesorado a una veintena de mujeres. La primera fue una mujer de 62 a?os que sufr¨ªa violencia por parte de su marido desde hac¨ªa 30 a?os. "La maltrataba desde que eran novios", cuenta Mancera. Naci¨® oyente, pero qued¨® sorda a los 28 a?os por una enfermedad cong¨¦nita y su situaci¨®n de vulnerabilidad aument¨®. Su marido la impidi¨® estudiar lenguaje de se?as, la manten¨ªa lo m¨¢s aislada posible, ni la dejaba ir al m¨¦dico. "La acompa?amos durante todo el proceso, para fortalecerla. Hasta que un d¨ªa decidi¨® denunciarlo e irse porque la amenazaba con la que iba a matar y la llevamos a la Oficina de Violencia Dom¨¦stica", relata Mancera. Las mujeres tienen que entrar solas all¨ª, pero han llegado a un acuerdo para acompa?arlas, agrega.
Botones antip¨¢nico adaptados
"Cuando fui a la comisar¨ªa de Lan¨²s (en la periferia sur de Buenos Aires) a denunciar, me encontr¨¦ a la abogada de mi ex. No me pod¨ªa comunicar con nadie y me tuvieron una hora encerrada en una oficina sin saber qu¨¦ pasaba", recuerda Lizi sobre su traum¨¢tica primera experiencia de violencia machista. Su exmarido, oyente, la ech¨® de casa y la jueza le concedi¨® a ¨¦l la custodia de los ni?os. Al intentar rehacer su vida, esta administrativa volvi¨® a tropezar con un maltratador, pero esta vez lo denunci¨® junto a Reuter y Le¨®n Bani. Ahora muestra orgullosa su bot¨®n antip¨¢nico adaptado, uno de los cinco que hay en Buenos Aires. Est¨¢ conectado al whatsapp para escribir al Centro ?nico de Comando y Control de la capital argentina en caso de necesitarlo.
"Si no hay un int¨¦rprete, a las personas sordas denunciar les parece sospechoso porque es muy complejo", aclara Reuter, sorda de nacimiento, mediadora e integrante de FundaSor, una organizaci¨®n de familiares de personas sordas que trabaja para su integraci¨®n. Ella est¨¢ "oralizada", es decir, aprendi¨® a hablar y sabe leer los labios de su interlocutor, pero conoce tambi¨¦n el lenguaje de signos. Explica que a la dificultad del lenguaje institucional usado en comisar¨ªas y juzgados se le suma el d¨¦ficit de lectura y escritura en gran parte de la comunidad sorda argentina, porque aprenden con una gram¨¢tica y sintaxis adaptadas para su comprensi¨®n.
Cuando Laura conoci¨® a Reuter, tard¨® s¨®lo 24 horas en abandonar su hogar, junto a sus dos hijos, de dos y cuatro a?os. "Desde el primer momento sent¨ª que me quitaba una mochila", se?ala esta t¨¦cnica de laboratorio tres meses despu¨¦s de haber dejado atr¨¢s la violencia a la que la someti¨® durante a?os su marido.
En Argentina ni siquiera hay datos de la cantidad de personas sordas que viven en el pa¨ªs. Mancera sabe que una de las dificultades que enfrentan es llegar a las mujeres de este colectivo que sufren violencia machista por el aislamiento en el que viven muchas de ellas. Pero la red no para de crecer y con ella, aparecen las palabras que faltaban. El 3 de junio participaron en la manifestaci¨®n de Ni Una Menos para exigir el fin de los feminicidios. No hab¨ªa se?a para describir este movimiento nuevo y la crearon a partir de la suma de tres: Mujer - Opresi¨®n - Basta.
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