El ¨²ltimo secreto de Peter Madsen
El submarino del inventor dan¨¦s encierra la pista m¨¢s fiable de la misteriosa muerte de Kim Wall. Un caso para el que no hay m¨®vil, ni arma homicida
El Nautilus yace olvidado sobre un promontorio de hierba en una zona industrial de Copenhague. Rodeado por un mar de contenedores. Apartado de los ojos de los curiosos. El submarino es ahora una prueba policial. Y la escena de un crimen. El lugar donde perdi¨® la vida la periodista Kim Wall. Los investigadores lo han abandonado discretamente en este conf¨ªn de la ciudad despu¨¦s de analizarlo. Apenas protegido por una valla y una cinta que ya se empieza a caer, guarda dentro la ¨²nica pista fiable por el momento: la sangre de la reportera.
Para unos es un visionario, para otros un artista, para la mayor¨ªa, sencillamente, un loco. "Es la tres cosas", reconoce su ¨²ltimo socio
Un d¨ªa, este submarino ahora varado fue el hogar del hombre que lo construy¨®, Peter Madsen. Pero el inventor que quiso asombrar al mundo, termin¨® haci¨¦ndolo al convertirse en el principal sospechoso de la muerte de la reportera Kim Wall, un crimen que conmueve a Dinamarca y Suecia.
Hasta ahora los daneses le conoc¨ªan por sus estramb¨®ticos proyectos. Una especie de doctor Frankenstein aeroespacial que termin¨® cayendo en desgracia. Sin ninguna preparaci¨®n acad¨¦mica, se hab¨ªa hecho c¨¦lebre construyendo cohetes con el ¨²nico apoyo de voluntarios y dinero de aportaciones particulares. Luego le dio por los submarinos. Para unos es un visionario, para otros un artista, para la mayor¨ªa, sencillamente, un loco. ¡°Es las tres cosas¡±, afirma su ¨²ltimo socio, Christoffer Meyer, que se ha visto obligado a convertirse en su improvisado portavoz. Ahora Peter Madsen, espera en prisi¨®n provisional acusado de homicidio. En unos d¨ªas un tribunal decidir¨¢ si eleva los cargos a asesinato.
La muy tranquila Copenhague, la ciudad donde el m¨¢ximo peligro es ser arrollado por bandadas de ciclistas suicidas de pedalear desaforado, ha vivido el verano conmocionada por un crimen que ha intrigado al mundo. El caso de Kim Wall es una acumulaci¨®n de inc¨®gnitas y de elementos dif¨ªciles de encajar. Un inventor exc¨¦ntrico. Un submarino en el que se comete un crimen. Un m¨®vil que todav¨ªa se desconoce. Y una violencia que no casa bien con la hip¨®tesis de un accidente. Los responsables de la investigaci¨®n ni siquiera pueden determinar si la v¨ªctima y el sospechoso se conoc¨ªan de antes. Kim Wall se embarc¨® en el Nautilus el pasado 10 de agosto para entrevistar a Madsen. Freelance, graduada en Columbia, elogiada por sus trabajos en Uganda o en las islas Marshall, fue a encontrar la muerte a poco m¨¢s media hora de las costas de su Suecia natal.
Aquella tarde de agosto, varios testigos vieron a la reportera junto a Peter Madsen en la torreta del submarino. Y despu¨¦s, Wall se esfum¨®. Cuando su novio denunci¨® la desaparici¨®n a la ma?ana siguiente, se mont¨® un operativo para localizar el Nautilus. No fue dif¨ªcil. Aunque los marineros que lo vieron navegando tranquilamente sobre las aguas no pod¨ªan imaginar lo que iba a pasar.
Kristian Isbak, que trabaja en una empresa mar¨ªtima de Copenhague, estaba all¨ª. Recuerda haber visto a Madsen descender desde la torreta al interior. Una r¨¢faga de aire sali¨® del agua y el Nautilus empez¨® a zozobrar hasta que se fue a pique. Madsen fue rescatado y lleg¨® a hablar con los periodistas cuando le llevaron a tierra. Dijo que estaba intentando reparar un problema que hab¨ªa tenido en los tanques. Ni una pista de Kim Wall. Nada.
Seg¨²n el jefe de la investigaci¨®n ¡°no se pueden determinar exactamente las causas de la muerte de Kim Wall. Ni se sabe con qu¨¦ arma se cometi¨® el crimen. Habr¨¢ que esperar a que los forenses hagan su trabajo¡±
Los equipos de rescate buscaron incesantemente. La prensa de todo el mundo se preguntaba d¨®nde pod¨ªa estar esa periodista que aparentemente solo hab¨ªa ido a hacer una entrevista sencilla. Tras diez d¨ªas, un ciclista encontr¨® su cuerpo en la orilla de una isla al suroeste de la Copenhague. O lo que quedaba de ¨¦l. Su cad¨¢ver fue decapitado, mutilado y lastrado para que se hundiera bajo las aguas. Con un cuidado casi profesional. Jens M?ller, el jefe del Departamento de Homicidios y responsable del caso, explica que quien lo hizo se tom¨® el tiempo de sacar el aire de los pulmones para que no volviera a la superficie. Pero volvi¨®. La prueba de ADN fue definitiva.
Madsen ha cambiado varias veces su declaraci¨®n. Su primera versi¨®n era tan inconsistente que la polic¨ªa la descart¨® inmediatamente. Dijo que hab¨ªa dejado a Kim Wall en un restaurante muy cerca del lugar donde embarcaron. D¨ªas despu¨¦s, confes¨® que Wall hab¨ªa fallecido accidentalmente a bordo y que decidi¨® deshacerse de su cad¨¢ver. Siempre ha negado la mutilaci¨®n. El responsable del Departamento de Homicidios reconoce en su despacho de Copenhague que ¡°no se pueden determinar exactamente las causas de la muerte de Kim Wall. Ni se sabe con qu¨¦ arma se cometi¨® el crimen. Habr¨¢ que esperar a que los forenses hagan su trabajo¡±. El problema es que de momento no pueden ni hacerlo. No tienen los suficientes restos del cad¨¢ver. Con la misma dedicaci¨®n con la que la buscaron viva, la polic¨ªa peina ahora la costa. Las autoridades mar¨ªtimas suecas se han sumado a una operaci¨®n que de momento no ha servido para nada.
El caso tiene tantas aristas como su protagonista. Aunque su abogada repite que Madsen est¨¢ colaborando con los investigadores, no siempre tuvo buenas relaciones con las fuerzas del orden. Le gustaba provocar. Bill Hamilton, uno de los periodistas que est¨¢ siguiendo el caso para el Copenhaghen Post, recuerda que en una entrevista en 2014, confes¨® que quer¨ªa poner en jaque a la polic¨ªa. So?aba con lo que ¨¦l llamaba el gran happening. ¡°Cont¨® que quer¨ªa sobrevolar Copenhague en un zepel¨ªn y aterrizar entre las torres de la Catedral de Roskilde, que es uno de los iconos de la ciudad. Era contradictorio y provocador. Siempre quiso ser una celebridad¡±.
Los que han trabajado con ¨¦l, los que le conocen, coinciden en esa necesidad de ser el centro de atenci¨®n. Egoc¨¦ntrico y tempestuoso, hasta el hombre que ha permanecido a su lado hasta el ¨²ltimo momento, Christoffer Meyer, cuenta que tuvo con Madsen incontables discusiones. Al amigo m¨¢s cercano se le escapa a veces hablar de ¨¦l en pasado. ¡°Pero no estoy de acuerdo en los que lo presentan como una persona antisocial. Siempre estaba dispuesto a charlar con quien quisiera del Nautilus¡±.
Esa imagen afable dista mucho de lo que cuentan sus antiguos colaboradores. Kristian Elof S?rensen trabaj¨® con Madsen en el proyecto que ¨¦l mismo fund¨® en 2008, Copenhagen Suborbitals. Una alianza de medio centenar de ingenieros, matem¨¢ticos y profesionales apasionados por la carrera espacial. El sue?o de conquistar juntos la estratosfera salt¨® por los aires en 2014. ¡°Decidi¨® establecerse por su cuenta aqu¨ª al lado. Es como divorciarse y seguir viviendo en la misma casa¡±. Sentado en la puerta de su hangar, Kristian se?ala el aparcamiento de al lado. A noventa metros se ve lo que queda de la empresa de Madsen. Una nave de metal oxidado que podr¨ªa ser parte del decorado de Mad Max. Un barco en dique seco. Todo cerrado a cal y canto mientras su due?o espera en la c¨¢rcel la decisi¨®n del juez.
¡°No tenemos constancia de que haya m¨¢s colaboradores. Hemos confirmado que solo ¨¦l y Kim Wall estaban a bordo"
Lejos quedan los buenos tiempos en los que Madsen lleg¨® a tener hasta bi¨®grafo. Thomas Djursing prefiere quedarse con la imagen del personaje que describ¨ªa en su libro. ¡°Un esp¨ªritu libre¡±, dice. Un ansia de libertad que alimentaba con otra de sus obsesiones personales, el fetichismo. Los medios m¨¢s sensacionalistas han aireado las aficiones privadas de Madsen para explicar el crimen. Aunque seg¨²n la polic¨ªa no hay de momento indicios de un m¨®vil sexual.
Se ha descartado tambi¨¦n que tuviera ayuda de otras personas. ¡°Peter Madsen es el ¨²nico sospechoso¡±, dice el jefe de la investigaci¨®n. ¡°No tenemos constancia de que haya m¨¢s colaboradores. Hemos confirmado que solo ¨¦l y Kim Wall estaban a bordo del submarino el 10 de agosto¡±. Es una de las pocas certezas que tiene la polic¨ªa. La otra es que Madsen hundi¨® el Nautilus de forma deliberada.
Madsen no consigui¨® que el agua acabara con las pruebas de lo que pas¨® a bordo del submarino, pero s¨ª se ha guardado la respuesta a la principal duda de los investigadores: el m¨®vil. La forma en la que el cad¨¢ver fue desmembrado encaja mal con su relato del accidente. Tampoco pueden, de momento, determinar si Kim Wall sab¨ªa algo de su entrevistado que ¨¦l quer¨ªa que se callara.
Mientras, el Nautilus permanece en tierra. Emerge tras un mont¨ªculo, como un cachalote fosilizado en una calle sin salida en la zona m¨¢s inh¨®spita del puerto de Copenhague. La escotilla abierta. La erosi¨®n del mar sobre su casco. 18 metros de eslora. El mayor submarino privado jam¨¢s construido. El prodigio de la ingenier¨ªa casera que ahora guarda en su entra?as el ¨²ltimo secreto de Peter Madsen.
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