Mapuches
Los derechos ind¨ªgenas ocupan, de repente, el centro de la escena en Argentina y Chile
El conflicto armado que se embandera en los derechos de los ind¨ªgenas ocupa, de repente, el centro de la escena. Hasta all¨ª lleg¨® por distintas v¨ªas. En la Argentina, por la desaparici¨®n de Santiago Maldonado, el joven cuya suerte se desconoce desde el 1 de agosto, cuando la Gendarmer¨ªa Nacional, que controla la frontera del pa¨ªs, disolvi¨® una protesta de una organizaci¨®n mapuche. Fue en la provincia patag¨®nica de Chubut. La desaparici¨®n de Maldonado es atribuida por organismos de derechos humanos, buena parte de la oposici¨®n pol¨ªtica y un sector muy amplio de la opini¨®n p¨²blica a la Gendarmer¨ªa. El Gobierno de Mauricio Macri, envuelto en una crisis, rechaza esa imputaci¨®n. La justicia act¨²a con una extraordinaria timidez. La inc¨®gnita se agiganta y es tomada como bandera por Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, en plena campa?a electoral.
El dram¨¢tico enigma que plantea Maldonado fue la peor manera de correr el velo sobre un fen¨®meno al que casi nadie prestaba atenci¨®n en el pa¨ªs. El surgimiento de una agrupaci¨®n que, con m¨¦todos violentos, lucha por el reconocimiento de la naci¨®n mapuche como una entidad soberana anterior al Estado nacional. La democracia argentina incorpor¨® a su agenda hace tiempo los derechos de las comunidades originarias, que fueron incorporados a la Constituci¨®n en 1994. Desde entonces se crearon varios organismos para gestionar y financiar la situaci¨®n de los ind¨ªgenas. La novedad es, ahora, de otra ¨ªndole. Los reclamos de esos pueblos, entre los cuales est¨¢ el mapuche, no se formulaban en t¨¦rminos separatistas ni se expresaban en acciones armadas.
Los pol¨ªticos argentinos reci¨¦n abren los ojos ante este cruce de pol¨ªtica y violencia que protagonizan grupos peque?os, pero muy agresivos, de la comunidad mapuche.
La furia apareci¨® con Resistencia Ancestral Mapuche. Sus militantes, que act¨²an encapuchados, reconocen como jefe a Facundo Jones Huala, quien est¨¢ preso en la ciudad de Esquel, a 1.800 kil¨®metros de Buenos Aires, a la espera de su posible extradici¨®n a Chile. All¨ª se le acusa del incendio de la hacienda Pisu Pisu¨¦, en enero de 2013. Desde entonces, Jones Huala se escap¨® a la Argentina. La justicia cree que all¨ª est¨¢ la raz¨®n del incremento del delito a los pies de la cordillera de Los Andes, en la provincia de Chubut: la justicia detect¨® robos, privaciones de la libertad, incendios, destrucci¨®n de maquinaria agr¨ªcola.
La genealog¨ªa de Resistencia Ancestral Mapuche hay que buscarla del otro lado de las monta?as. En Chile, hace m¨¢s de dos d¨¦cadas que act¨²a la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), que apela a la violencia para conseguir el reconocimiento de un Estado anterior al chileno. La CAM recuper¨® notoriedad hace dos semanas, cuando comenz¨® el juicio oral por el asesinato de Werner Luchsinger y su esposa, Vivianne Mackay, dos ancianos que fueron quemados vivos por militantes de esa facci¨®n hace cuatro a?os, en la localidad de Vilc¨²n.
Los pol¨ªticos argentinos reci¨¦n abren los ojos ante este cruce de pol¨ªtica y violencia que protagonizan grupos peque?os, pero muy agresivos, de la comunidad mapuche. En Chile, en cambio, el debate es cotidiano. Mucho m¨¢s en estos meses, durante los cuales se disputa la sucesi¨®n presidencial. Sebasti¨¢n Pi?era, el favorito en las encuestas, propone el reconocimiento constitucional para esa etnia. Pero denuncia la existencia de un movimiento terrorista. El oficialismo, y sobre todo su candidato, Alejandro Guillier, rechaz¨® hasta el mes pasado esa calificaci¨®n.
El panorama se agrav¨® hace una semana. Una fracci¨®n del nacionalismo mapuche, desprendida de la CAM y denominada Weichan Auka Mapu (WAM), se atribuy¨® la quema de 29 camiones. La WAM comenz¨® a actuar a partir de 2013, fecha desde la cual se le imputan 30 atentados. Michelle Bachelet, a desgano, debi¨® desenfundar la ley antiterrorista.
La WAM tiene una peculiaridad in¨¦dita: ataca objetivos religiosos. En la justicia chilena se investiga su participaci¨®n en la usurpaci¨®n violenta del Seminario San Miguel, en 2014, y 18 atentados contra templos cat¨®licos, en 2016. Este rasgo se vuelve significativo en el corto plazo. En enero pr¨®ximo el papa Francisco visitar¨¢ Chile. Y una de las ciudades que incorpor¨® a su itinerario es Temuco, cabecera de operaciones de la WAM.
El Pont¨ªfice tiene predilecci¨®n por los movimientos indigenistas. Uno de sus v¨ªnculos con la comunidad mapuche es el dirigente social Juan Grabois, que vive en Neuqu¨¦n e integra el Consejo de Justicia y Paz del Vaticano. Sin embargo, en la Santa Sede han comenzado a pedir informes sobre la WAM, por temor a que pudiera complicar la llegada de Francisco.
Estas organizaciones mapuches, que se sirven de atentados como instrumento para su lucha, levantan consignas anticapitalistas y suelen tener como blancos a grandes propietarios. Por ejemplo, la protesta que disolvi¨® la gendarmer¨ªa argentina, y durante la que habr¨ªa desaparecido Maldonado, incluy¨® la intrusi¨®n violenta de un campo de la empresa Benetton. Este aspecto del conflicto comienza a ser examinado con m¨¢s detalle en la Argentina. Sobre todo porque en Neuqu¨¦n, un poco m¨¢s al norte de la zona en la que suelen producirse los atentados, se extiende el yacimiento de hidrocarburos no convencionales Vaca Muerta. Las principales petroleras internacionales est¨¢n decidiendo inversiones en esa reserva, que ha sido calibrada como una de las m¨¢s importantes del planeta. El conflicto mapuche tiene, para esa corriente de negocios, otra significaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.