Supuesto millonario e hijo de un ladr¨®n de bancos: el enigma de Stephen Paddock
El supuesto autor de la matanza de Las Vegas era un jubilado de 64 a?os que la polic¨ªa no vincula en principio a ning¨²n grupo extremista
La muerte tom¨® este domingo el nombre de Stephen Paddock. Lo hizo alojada en una habitaci¨®n de 125 d¨®lares, cama kingsize y un enorme espejo de ba?o. En ese punto algo hortera del universo, Paddock dej¨® de ser el jubilado opulento que viv¨ªa sus d¨ªas con el frenes¨ª propio de Las Vegas y se erigi¨® en el autor de la mayor matanza con arma de fuego de la historia de Estados Unidos: 59 muertos, 527 heridos y una naci¨®n conmocionada. ¡°Un acto de maldad pura¡±, como dijo el presidente, Donald Trump.
?Qu¨¦ le ocurri¨®? De momento, nadie lo sabe con precisi¨®n. La reivindicaci¨®n del ISIS ha sido rechazada por el FBI. Y los antecedentes conocidos hasta ahora tampoco confirman ninguna pulsi¨®n asesina. Viv¨ªa con su compa?era en una pac¨ªfica urbanizaci¨®n para mayores de 55 a?os, su hermano le consideraba un multimillonario retirado, con fuertes intereses inmobliarios en Texas y otras estados, y el ¨²nico punto inquietante de su biograf¨ªa era su padre: un peligroso y huidizo ladr¨®n de bancos que lleg¨® a figurar en los a?os sesenta en la lista de los 10 m¨¢s buscados del FBI. Pero esta sombra del pasado no alcanzaba en apariencia al presente. Ni en las fichas policiales de Las Vegas ni del pueblo donde viv¨ªa, Mesquite (18.000 habitantes), se ha descubierto nada m¨¢s sospechoso que alguna infracci¨®n de tr¨¢fico. Por el contrario, sus h¨¢bitos revelan pautas muy comunes entre quienes buscan pasar sus ¨²ltimos a?os en Nevada.
Antiguo empleado del gigante armament¨ªstico Lockheed Martin, a sus 64 a?os quemaba muchas noches en los casinos jugando al p¨®quer, apostando fuerte. Tambi¨¦n le gustaban las armas, algo f¨¢cil en un estado de barra libre, y entre sus pasiones figuraban volar y cazar. Ten¨ªa a su nombre dos avionetas, una licencia de piloto y otra de caza mayor en Alaska. ¡°Era normal. Hablaba ocasionalmente con conmigo y a mam¨¢ le regal¨® un andador hace poco¡±, se?al¨® su hermano a los medios estadounidenses.
Ninguna de sus actividades apuntaba al ba?o de sangre. S¨®lo su afici¨®n por las armas, que ahora se ha demostrado compulsiva, se puede ver como un indicio. Pero nadie lo advirti¨® y las autoridades siguen sin encontrar explicaci¨®n. Quien m¨¢s lejos ha llegado fue el sheriff del condado, Joe Lombardo, quien le calific¨® de ¡°psic¨®pata¡± y le equipar¨® a un ¡°lobo solitario¡±. Un ente desconectado del mundo criminal y terrorista que actuaba siguiendo sus propios impulsos. Pero esta hip¨®tesis, aunque tranquilizadora en un pa¨ªs obsesionado con una posible matanza terrorista, no da raz¨®n de su estallido. De ese ataque premeditado que busc¨® un blanco tan f¨¢cil como un concierto de m¨²sica country.
La reconstrucci¨®n policial muestra que Paddock lleg¨® el jueves al gigantesco Hotel Mandalay Bay. En su habitaci¨®n, estrat¨¦gicamente situada en el piso 32, acumul¨® 19 rifles. Dos con mira telesc¨®pica. Listos para matar.
Con calma, esper¨® hasta el domingo por la noche. Llegado el momento, quebr¨® los cristales de dos ventanas, situ¨® los tr¨ªpodes y apret¨® el gatillo. Eran las 22.08. Su objetivo estaba a sus pies. Masivo e indefenso. Unas 22.000 personas concentradas en un concierto del cantante de country Jason Aldean, dentro del Route 91 Harvest Festival, que se celebraba junto al hotel. Durante 30 segundos, los disparos se confundieron con la m¨²sica. Luego solo qued¨® el traqueteo convulso, sordo, casi infinito de las armas de Paddock sembrando la muerte.
¡°Era una pesadilla de guerra, no entend¨ªamos qui¨¦n disparaba ni desde d¨®nde, pero sab¨ªamos que nos quer¨ªan matar¡±, contaba ayer un superviviente a la televisi¨®n. El horror dur¨® unos siete minutos. Puede que incluso diez.
Aunque la intervenci¨®n policial fue fulminante, fracas¨® en su intento de atrapar a Paddock con vida. En contra de las primeras versiones, el asesino no cay¨® en su habitaci¨®n a manos de los SWAT, cuerpos policiales de intervenci¨®n r¨¢pida, sino que se suicid¨® con sus propias armas.
De este final se sabe poco. Igual que de los pormenores de su vida. La implicaci¨®n de su compa?era, que en un principio fue considerada sospechosa, se ha diluido conforme pasan las horas. Y de los registros de su domicilio en Mesquite, a 130 kil¨®metros de Las Vegas, ha trascendido el hallazgo de 18 armas, munici¨®n y posible material para explosivos. El m¨®vil, de momento, sigue siendo esquivo. Pese a ello la polic¨ªa no teme ning¨²n nuevo ataque. De algo est¨¢ segura. Paddock era el principio y el fin del terror.
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