El Congreso brasile?o vuelve a salvar a Temer e impide que sea juzgado por corrupci¨®n

Aunque en los pasillos de Brasilia casi nadie esperaba un resultado distinto, y aunque en las calles del pa¨ªs haya sido un d¨ªa pr¨¢cticamente normal, Temer se enfrentaba a un verdadero riesgo. Conseguir los 142 votos necesarios para que el Congreso no mande la denuncia al Supremo supone todo un ejercicio de desgaste pol¨ªtico, pero fracasar en la haza?a supon¨ªa que su futuro sal¨ªa de las manos de pol¨ªticos y pasaba a las de sus mayores rivales: los jueces.

La votaci¨®n deber¨ªa haber sido, pues, tranquila. El ¨²nico susto vino del propio Temer, que a las dos de la tarde, hora local, minutos antes de que comenzase la votaci¨®n, fue ingresado por sorpresa en un hospital de Brasilia por un "crecimiento" en la pr¨®stata. Mientras los corrillos de Brasilia se barajaban fren¨¦ticamente todo tipo de posibilidades, Planalto emiti¨® un comunicado al rato asegurando que el susto hab¨ªa pasado y que la sesi¨®n pod¨ªa comenzar.

El principal problema es que, aunque Temer sea el primer presidente de la democracia brasile?a en ser denunciado por corrupci¨®n en el ejercicio de su cargo, esta no es la primera denuncia a la que se enfrenta. Rodrigo Janot, quien fuera el fiscal general hasta septiembre, cuando lleg¨® su jubilaci¨®n, ya le hab¨ªa denunciado en mayo por haber recibido sobornos. Temer se entreg¨® en cuerpo y alma a la proeza de hundir la demanda antes de que llegase al Tribunal Supremo. Hizo promesas, reparti¨® prebendas a diputados, se reuni¨® personalmente hasta con los pol¨ªticos menos populares de Brasilia, persuadi¨® a varios partidos de que retirasen a ciertos miembros del Congreso y los sustituyesen por otros m¨¢s favorables a ¨¦l¡­ Trabaj¨® hasta horas antes de la votaci¨®n y logr¨® el objetivo. La denuncia fue tumbada con 263 votos.

Pero Janot jugaba a otro juego y su objetivo no eran las sentencias, sino el desgaste de Temer, un presidente que solo lleg¨® al poder tras el impeachment a Dilma Rousseff en agosto del a?o pasado y del que solo aprueba el 3% de la poblaci¨®n (la cifra m¨¢s baja de la actual democracia brasile?a). El a?o y pico que lleva en la presidencia lo ha pasado gestionando las imparables y abultadas acusaciones de corrupci¨®n contra ¨¦l y quienes conforman su Gobierno y negociando el rechazo que sus reformas econ¨®micas causaban entre la poblaci¨®n. D¨ªas antes de su jubilaci¨®n, le volvi¨® a denunciar, esta vez por obstrucci¨®n a la justicia y por haber liderado una trama para delinquir. Otra vez el mismo pesado proceso. Otra vez, el pa¨ªs pr¨¢cticamente paralizado pol¨ªticamente. Otra vez promesas. Y otra vez el mismo resultado, solo que con un apoyo menor: la diferencia entre el s¨ª y entonces fue de 36 votos. Esta vez fue de 17. El plan, a su manera, surte efecto.

Solo que la credibilidad de Temer no es el ¨²nico coste. El diario O Globo calcula que esta nueva denuncia le ha supuesto a las arcas p¨²blicas brasile?as unos 3.000 millones de euros, entre lo que Temer ha dado luz verde para gastar y lo que ha dejado de ingresar con promesas de ¨²ltima hora como no privatizar uno de los aeropuertos de S?o Paulo.