El riesgo de la impunidad
Casi cada acto de corrupci¨®n en la operaci¨®n Lava Jato fue cosmopolita en, sobre todo, el escenario latinoamericano
En Am¨¦rica Latina el caso Lava Jato se desarrolla de dos maneras claramente diferentes: en Brasil y fuera de Brasil. La primera, hechas las sumas y las restas, ha tenido una evoluci¨®n espectacular. La segunda corre el riesgo de una involuci¨®n que termine como acaban los otros esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que saltan peri¨®dicamente a la luz en un pa¨ªs s¨ª y en el otro tambi¨¦n. Ah¨ª, en procesos de encubrimiento travestidos de integridad, hay un guion que transita en forma experta por las etapas usuales de histrionismo fariseo, sacrificios distractivos de bribones de poco calibre, tinterillaje, desinfle, impunidad.
La disparidad es hasta cierto punto explicable porque las empresas acusadas en Lava Jato son brasile?as, fueron investigadas, procesadas y forzadas a capitular en Brasil. Una vez rendidas y en proceso de delaci¨®n, fueron interrogadas por fiscales [procuradores] brasile?os que conoc¨ªan mucho sobre su pa¨ªs, pero muy poco sobre las otras naciones latinoamericanas.
Eso result¨® en una literal disonancia cognitiva para los investigadores brasile?os, puesto que el cartel de empresas de Lava Jato actu¨® en la mayor parte de los casos con un criterio de unidad de escenario, organizando con in¨¦dita eficiencia y colaboraci¨®n dom¨¦stica una reproducci¨®n de la corrupci¨®n en Brasil. As¨ª, el dinero de gran parte de las coimas que se pag¨® en Brasil se extrajo de contratos sobrevalorados en otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina (o ?frica). Y tambi¨¦n el dinero destinado para los sobornos (y otros pagos clandestinos, como los de campa?as electorales) en Am¨¦rica Latina fluy¨® de un pa¨ªs a otro, con escalas, divisiones y recomposiciones en offshores, antes de llegar a las cuentas o manos de los corruptos espec¨ªficos.
Casi cada acto de corrupci¨®n en Lava Jato fue cosmopolita en, sobre todo, el escenario latinoamericano. Una verdadera integraci¨®n continental de la cutra, para utilizar el elocuente peruanismo sobre la corrupci¨®n. Sin embargo, aunque la investigaci¨®n camin¨® bien en Brasil, renguea lastimosamente fuera de ¨¦l.
Cuando, despu¨¦s de liderar la resistencia a ultranza, Odebrecht levant¨® la bandera blanca el a?o pasado, muchas empresas hab¨ªan pasado ya por el confesionario, y era mucho lo que hab¨ªan contado. Siempre competitiva, Odebrecht ofreci¨® algo sin precedentes: la delaci¨®n corporativa organizada de cerca de 80 de sus principales ejecutivos.
El proceso, llevado a cabo con la t¨ªpica disciplina de esa empresa, tom¨® alrededor de seis meses intensos en multitud de declaraciones individuales videograbadas y acompa?adas por documentaci¨®n corroborativa. Otros contratistas externos (como los manejadores de campa?as electorales Jo?o Santana y M¨®nica Moura, por ejemplo) contribuyeron con la sinfon¨ªa de delaciones. Fuera del marco empresarial, seg¨²n entiendo, hubo por lo menos dos delaciones importantes sobre Odebrecht: la del operador del departamento de sobornos, que lleg¨® a mover cerca de 700 millones de d¨®lares al a?o, Fernando Migliaccio y la de Rodrigo Tacla Dur¨¢n.
Al escuchar y ver esas confesiones ¡ªparte de las cuales fue conseguida por la Red Latinoamericana de Periodismo de Investigaci¨®n Estructurado de la que formo parte¡ª es evidente que cuando los fiscales preguntan sobre Brasil existe un equilibrio de conocimientos entre interrogadores e interrogados. Pero sobre el resto de Latinoam¨¦rica el desequilibrio es evidente. Los interrogados conocen mucho; los interrogadores, muy poco. Usan bien la l¨®gica, es cierto, y analizan cuidadosamente los documentos; pero eso cubre solo una fracci¨®n del tema. El resto es asunto de fe.
En los casos que hemos visto ya hay contradicciones y, sobre todo, informaci¨®n insuficiente. Eso podr¨ªa, en teor¨ªa, resolverse con las delaciones acordadas independientemente con las autoridades fiscales de cada pa¨ªs. Pero no es el caso. El esquema virtuoso de polic¨ªas, procuradores y jueces ¨ªntegros, capaces y apoyados por leyes y procedimientos eficientes, que hizo posible el ¨¦xito en Brasil, no existe en sectores an¨¢logos en el resto de Latinoam¨¦rica.
En M¨¦xico, el fiscal Santiago Nieto, que investigaba el caso del soborno confesado por Odebrecht al exdirector de Pemex Emilio Lozoya, fue destituido el 20 de octubre. Apel¨®, pero luego desisti¨® de su apelaci¨®n. En Panam¨¢, la no precisamente brillante investigaci¨®n fiscal del caso peligra despu¨¦s de que una jueza decidi¨® abreviar plazos bajo el argumento de que el caso no era complejo. En Venezuela, la fiscal Luisa Ortega tuvo que fugarse del pa¨ªs y hacer p¨²blicas desde el exilio algunas pruebas que revelan la corrupci¨®n del Gobierno de Maduro en el caso Lava Jato.
En Per¨², fiscales que investigaban aportes clandestinos a la campa?a presidencial de Ollanta Humala en 2011 desestimaron informaci¨®n que el propio Marcelo Odebrecht les dio sobre posibles contribuciones a Keiko Fujimori y a la candidatura del partido del expresidente Alan Garc¨ªa.
En todos los casos mencionados arriba, lo que ha permitido alg¨²n avance, entre retrocesos y encubrimientos, es lo que ha logrado revelar el periodismo de investigaci¨®n. Notable en algunos casos, pero muy poco en cuanto a la dimensi¨®n del caso y al efecto erosivo de avances fiscales, procesos judiciales parciales y distorsionados.
Se precisa de imaginaci¨®n y audacia para encontrar soluciones adecuadas. Entretanto, el peligro de impunidad generalizada, salvo algunas v¨ªctimas propiciatorias, crece en Hispanoam¨¦rica.
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