C¨®mo el ISIS aterroriz¨® a los Lobato y a toda Raqa
La ¨²ltima familia espa?ola que quedaba en el feudo yihadista relata la vida en una ciudad con los colegios cerrados, mujeres enclaustradas y con la plaza convertida en pat¨ªbulo
Los Lobato, la ¨²ltima familia espa?ola que quedaba en Raqa, han visto la evoluci¨®n de la guerra siria delante de su casa. En 2011, vieron las primeras protestas universitarias, c¨®mo las reprimi¨® a tiros el Ej¨¦rcito regular y el posterior desembarco de los rebeldes. Luego llegaron los yihadistas de una filial de Al Qaeda. ¡°Pero fue el Daesh (acr¨®nimo del ISIS en ¨¢rabe) quien se adue?¨® de la ciudad y mat¨® a todo aquel que se le opuso¡±, relata la espa?ola Ana Lobato, de 62 a?os, matriarca de una familia que por fin ha podido dejar atr¨¢s la contienda y el terror. Su nieto Ahmed, entonces un adolescente de 17 a?os reci¨¦n cumplidos, fue en hasta tres ocasiones instado por los yihadistas a sumarse a sus filas. Las tres veces se neg¨®. ¡°No pod¨ªamos esperar a que le mataran, porque les faltaban hombres y volv¨ªan una y otra vez a buscarle, as¨ª que junt¨® cuatro mudas y escap¨® a Turqu¨ªa¡±.
Seis meses vivi¨® la matriarca bajo la dictadura del ISIS antes de huir. Casi cuatro a?os permanecieron sus tres hijos mayores y nietos sometidos al grupo. La mayor¨ªa de las mujeres en Raqa, como Lobato, se recluyeron entre los cuatro muros de sus hogares. Los hombres se hicieron cargo de las compras. ¡°Un d¨ªa a uno de mis nietos le subi¨® mucho la fiebre y dos de mis hijas salieron escopetadas al hospital. Con los nervios y las prisas a una se le olvidaron los guantes y a la otra los calcetines¡±. Las hansa?¡ªrama femenina de la polic¨ªa religiosa del ISIS¡ª les dieron el alto. Aterradas, echaron a correr y lograron escabullirse gracias a la ayuda de los vecinos.
¡°Yo antes era muy t¨ªmida, pero ya no me callo. ?No se?or!¡±, suelta al m¨®vil desde Madrid esta abuela forzada a ejercer de matriarca al tiempo su marido, un exhausto Abdeladin, asiente. Consciente que de la transmisi¨®n de su nacionalidad depend¨ªa la vida de los suyos, Lobato ha peleado hasta el final. Ya ha comenzado la cuenta atr¨¢s para que todos (los padres, los cuatro hijos y los nietos) se re¨²nan de nuevo en Madrid. Han sido tres a?os los que esta familia de 23 personas (incluidos 19 espa?oles, de ellos 14 menores) ha permanecido separada desde que emprendieran escalonadas huidas de Raqa. La ciudad era entonces y hasta el mes pasado capital de facto del Estado Isl¨¢mico (ISIS) en Siria. ¡°Ya est¨¢n a salvo y pronto estar¨¢n aqu¨ª, eso es lo importante¡±, dice sobre los ¨²ltimos parientes que fueran evacuados este lunes a Turqu¨ªa tras las gestiones emprendidas por el Gobierno espa?ol.
El estremecedor periplo de los Lobato no es ¨²nico, sino uno compartido por decenas de miles de sirios que han sobrevivido bajo el yugo de los yihadistas. Ha sido su pasaporte el que les ha brindado una v¨ªa de escape, y ha sido el destino el que ha preservado a todos los miembros de la familia con vida. Mentalmente agotadas, Lobato y su hija Soraya no logran olvidar su vida bajo el ISIS, la ardua huida y las vicisitudes sufridas en su camino hacia Espa?a.
Otro d¨ªa, le toc¨® el turno a su nieta Huda, que entonces ten¨ªa siete a?os. ¡°Es muy grandota as¨ª que aparenta ser mucho mayor de lo que es¡±, precisa la madrile?a. La hisba ¡ªpolic¨ªa religiosa del ISIS¡ª?le dio el alto al no llevar velo. ¡°Dispararon una r¨¢faga al aire para pararla, y la ni?a se asust¨® tanto que perdi¨® temporalmente la memoria. Gracias a unos hombres que intercedieron por ella logr¨® librarse del castigo y encontrar el camino de vuelta a casa¡±.
¡°Ni siquiera en casa pod¨ªa uno hablar libremente¡±,
recuerda el patriarca
Obligadas a llevar el niqab que cubre la cara, la abaya que disimula las formas femeninas, guantes, calcetines etc¨¦tera, las cooperativas del ISIS proliferaron. Hicieron su agosto con la venta de un ropaje impuesto.
Ellos no se libraron. ¡°Un d¨ªa decidieron que los hombres ten¨ªamos que vestir todos al estilo paquistan¨ª¡±, protestaba Abdeladin el pasado septiembre en su casa de Madrid. ¡°Esos pantalanes bombachos por encima del tobillo y camisas largas¡±, acota. Una imposici¨®n que seg¨²n los activistas del grupo Raqa est¨¢ siendo Masacrada Silenciosamente pretend¨ªa servir de distracci¨®n ante los bombardeos. ¡°Desde el cielo, si todos, civiles y yihadistas, visten igual era m¨¢s complicado para los aviones identificar los combatientes del ISIS¡±, explicaba meses atr¨¢s v¨ªa Skype el activista Abu Ahmed. Al nuevo uniforme se a?adi¨® una barba obligatoria. En un arrebato, un d¨ªa Ahmed decidi¨® afeitarse, lo que le supuso una crisis nerviosa a su madre Soraya quien le prohibi¨® salir de casa hasta que le creciera.
El pasaporte espa?ol, v¨ªa de salida y motivo de sospecha
Cumplidos los 62 y bajo un tremendo estr¨¦s, las fechas y a?os saltan sin orden en la cabeza de esta abuela hoy embriagada de felicidad. En mayo de 2013, con el rugir de los primeros bombardeos, los 23 parientes protagonizaron un intento fallido de huir y, tras tres meses de fallidas gestiones con la embajada espa?ola, tuvieron que regresar. La nacionalidad de Lobato se convirti¨® en problema. "En un control del Daesh nos dieron el alto y descubrieron mi pasaporte espa?ol", relataba el pasado septiembre en su casa de Madrid. Recelosos de la presencia de la extranjera, los yihadistas empezaron a hacer preguntas y merodear por su casa. "Nos tuvimos que ir para no poner en riesgo al resto de la familia", interrumpe su marido. Una vez en Beirut, asegura que, de nuevo, la Administraci¨®n espa?ola les dijo que "no pod¨ªan hacer nada por ellos".
Entonces comenz¨® un largo ¨¦xodo, como el resto de los cinco millones de refugiados sirios desperdigados por la regi¨®n. "Yo, que acog¨ª en mi casa a decenas de desplazados (sirios huidos de otras ciudades), les di ropas, alfombras, comida¡", musita. Vol¨® en noviembre de 2014 junto a su marido y nieta Huda a Noruega, donde pasaron nueve meses en un centro de acogida para m¨¢s tarde ser trasladados a Alicante y finalmente en marzo de 2015 a Madrid. Seis meses antes de que Ana abandonara Noruega, llegaron a Espa?a su hija Cauzar junto a su marido, cinco hijos y una sobrina.
Los yihadistas emprendieron pronto su particular proyecto para formatear la sociedad al completo. ¡°Los colegios fueron inicialmente segregados por sexos. Los libros de textos modificados y la historia de Siria, aniquilada¡±, asegura Lobato. Conforme el califato extendi¨® sus tent¨¢culos, cerraron todos los colegios de las ni?as y a los ni?os les reservaron las clases de shar¨ªa ¡ªley isl¨¢mica¡ª y el estudio del Cor¨¢n. Al igual que los Lobato, la mayor¨ªa opt¨® por no mandar sus hijos a clase, condenados a cuatro a?os sin colegio.
El ISIS ech¨® el cerrojo a las librer¨ªas. Y empezaron a ejecutar a los j¨®venes que escondieron libros prohibidos, fuera poes¨ªa o novelas de ficci¨®n. Luego se ensa?aron con las profesiones liberales. ¡°Los profesores fueron reemplazados, los abogados perdieron su trabajo, que pas¨® a manos de los jeques [figuras religiosas] y los doctores tuvieron que solicitar una convalidaci¨®n de sus t¨ªtulos ante el Daesh para poder seguir ejerciendo¡±, rememora el marido de Lobato.
La gesti¨®n municipal pas¨® a manos yihadistas. El precio de la luz y el agua subi¨®, pero el servicio se mantuvo gracias a la explotaci¨®n de los pozos de crudo y de un embalse que tomaron. Las nuevas facturas llevaban el emblema del califato. ¡°Instalaron toldos en las calles para que los aviones y drones no pudieron ver, y luego dividieron el coste para que lo pag¨¢ramos los civiles¡±, se indigna Lobato.
Las parab¨®licas fueron confiscadas, Internet prohibido. Entonces comenzaron las decapitaciones p¨²blicas en la c¨¦ntrica plaza del reloj, transformada en pat¨ªbulo. ¡°Un d¨ªa pas¨¦ en taxi. Vi cuerpos decapitados cubiertos por moscas, ni?os quemados junto a cabezas rodando por la acera. Tuve que taparle los ojos a mi nieta¡±, alcanza a relatar entre resoplidos. Al que porfiaba, le mataban. Al que fumaba, le amputaban los dedos.
¡°Ni siquiera en casa pod¨ªa uno hablar libremente. El miedo invadi¨® a todos¡±, musita Abdeladin. Su memoria rebosa de historias de decapitaciones, ejecuciones y latigazos, pero la que m¨¢s le impact¨® fue cuando el hijo de su vecino, de 14 a?os, fue decapitado por blasfemar en su propia casa. ¡°Cuando vinieron a por ¨¦l su padre suplic¨® llorando que le mataran a ¨¦l, que era quien le hab¨ªa educado. Que su hijo era solo un chaval y no era consciente¡ pero no hicieron caso¡±, dice conteniendo la respiraci¨®n al tel¨¦fono. ¡°?No son musulmanes, no saben lo que es el islam y lo ¨²nico que les interesaba al Daesh era el dinero!¡±, estalla sin poder contener m¨¢s la rabia.
Al tercer intento del Daesh por captar
al nieto, este opt¨® por huir a Turqu¨ªa
Tambi¨¦n ordenaron a los combatientes extranjeros del ISIS no interactuar con la poblaci¨®n local. ¡°Un d¨ªa un yihadista franc¨¦s llevaba media hora intentando comprar cebollas y pagarlas, pero el tendero ten¨ªa tanto miedo al no entenderle que ni quer¨ªa cogerle el dinero¡±, recuerda Lobato sobre una de las ¨²ltimas salidas que hizo al mercado. Prohibieron a las mujeres salir o viajar sin un pariente var¨®n. Luego, las menores de 45 a?os no pudieron abandonar Raqa. Los hombres ten¨ªan que cerrar sus negocios ¡ªAbdeladin gestionaba una tienda de venta de l¨¢cteos al por mayor¡ª durante las horas del rezo para presentarse en la mezquita.
Parad¨®jicamente, la ruta terrestre entre Raqa y Damasco permaneci¨® abierta durante los tres primeros a?os de la dictadura del ISIS aunque plagada de controles. Los vecinos viajaban a la capital para recibir tratamiento m¨¦dico e incluso cobrar sus sueldos abonados por el Gobierno de Bachar el Asad. Ana acud¨ªa a renovar su permiso de residencia, puesto que nunca quiso solicitar la nacionalidad siria.
La salida de sus hijos mayores y sus familias tuvo lugar en pleno apogeo de la operaci¨®n Ira del ?ufrates lanzada el pasado junio por las fuerzas aliadas de Estados Unidos para expulsar al ISIS de su feudo. El primer intento fue frustrado. ¡°Intentamos salir de noche en coche, pero los centinelas del ISIS nos descubrieron. Creo que no nos mataron porque mi cu?ada Hiba estaba embarazada¡±, contaba v¨ªa Whatsapp cuatro meses atr¨¢s Soraya desde Siria. En el segundo intento lograron escapar esquivando las bombas, las minas y las balas de los yihadistas que disparaban a todo civil que intentara huir. De nuevo hubo complicaciones. ¡°La misma noche que acordamos con los traficantes nuestra huida, Hiba se puso de parto¡±, recuerda.
Acudieron al ¨²ltimo hospital que quedaba en Raqa acompa?ados por el m¨¦dico que le hab¨ªa tratado en secreto durante el embarazo. A los ginec¨®logos varones, el ISIS les prohibi¨® ejercer y fueron reemplazados por las doctoras extranjeras que acudieron a la llamada del califato. Hiba tuvo que emprender la huida de noche tras someterse a una ces¨¢rea, cargando con un reci¨¦n nacido y arrastrando una hemorragia que le caus¨® la mala sutura de los puntos.
A pesar de las preocupaciones que la han tenido pegada al m¨®vil con las gestiones para sacar a sus hijos de Siria, Ana no puede evitar consumir sus escasas horas de sue?o escrudi?ando las p¨¢ginas de Facebook en busca de los nombres de vecinos y familiares muertos. ¡°Nos conoc¨ªamos todos¡±, se justifica. Sin haber asimilado a¨²n el feliz desenlace, la cabeza de esta abuela ya empieza a darle vueltas al incierto futuro. ¡°Sin dinero ni ayudas, ?C¨®mo van a vivir 13 personas en Espa?a?¡±, musita al tel¨¦fono y desde Madrid quien recibe una prestaci¨®n estatal que no alcanza los 500 euros mensuales. Su consuelo: conocer en pocos d¨ªas a Yunes, su decimonoveno nieto. Aquel beb¨¦ que naci¨® el d¨ªa que comenz¨® la huida de los ¨²ltimos Lobato.
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