El a?o rojo
El costo de la violencia en M¨¦xico equivale al a?o al 17,6% del PIB, seg¨²n el ?ndice de Paz 2017
174.000 homicidios dolosos y contando. Es el saldo de 11 a?os desde que el gobierno mexicano decidi¨® lanzar su guerra contra el narcotr¨¢fico. Una cifra que supera las 140.000 v¨ªctimas que dejaron los conflictos b¨¦licos en la antigua Yugoslavia, las represiones de los gobiernos militares en Am¨¦rica del Sur o los 58.000 estadounidenses que fallecieron en Vietnam. Asustan las cifras y asusta la progresi¨®n. El mes pasado, octubre, fue el m¨¢s cruento de la ¨²ltima d¨¦cada y 2017 superar¨¢ con casi 25.000 muertos a los 22.855 homicidios dolosos que sufrimos en 2011. En promedio 76 personas al d¨ªa son asesinadas cada d¨ªa, a raz¨®n de una cada 19 minutos.
¡°Estamos alcanzando dimensiones hist¨®ricas y preocupantes¡±, sostiene Gabriela Cap¨® del Instituto para la Seguridad y la Democracia. ¡°La autoridad no tiene idea de c¨®mo resolver el problema o bien no tiene inter¨¦s en hacerlo¡ No hay nadie que rinda cuentas y ninguna renuncia sobre la mesa cuando no hay resultados¡±, sostiene Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano.
El hecho es que la inseguridad p¨²blica es el gran fracaso de la Administraci¨®n de Enrique Pe?a Nieto. Un fracaso absoluto del que nadie desea hablar. El presidente se queja de que la opini¨®n p¨²blica no habla de las cosas buenas de su administraci¨®n, mientras ¨¦l prefiere ignorar el elefante rosa en medio de la habitaci¨®n. Un elefante que ha terminado por desangrar a la sociedad mexicana.
El problema no son exclusivamente los m¨¢s de 170.000 muertos y las familias destrozadas que ello supone, sino el da?o profundo y estructural que estas cifras esconden. La inseguridad no solo se ha cobrado estas vidas; de paso ha afectado el tejido diario en el que transcurre la vida de la sociedad en su conjunto. El robo a mano armada, los secuestros, las extorsiones a los negocios, el control de la pirater¨ªa y otras actividades ilegales se han extendido a lo largo del territorio y han tomado arraigo en la cotidianidad hasta modificar los usos y costumbres de los que habitamos estas tierras.
Hace tiempo que qued¨® atr¨¢s la vieja tesis de que las muertes que dejaba la guerra contra el narco constitu¨ªan un fen¨®meno lateral y al margen de la vida diaria de las personas ¡°comunes y corrientes¡±. En la medida en que el crimen organizado tom¨® el control de las ciudades para la distribuci¨®n de droga al menudeo, nada impidi¨® que migrara a otras actividades ilegales igualmente rentables. La misma estructura que hab¨ªa montado para corromper al polic¨ªa de barrio y a la autoridad local o someter al due?o de un antro o una discoteca, permiti¨® a los c¨¢rteles y sus infinitas fracciones ejercer con plena impunidad la orde?a de los ciudadanos en todas las modalidades posibles.
El resultado es un sistema judicial quebrado, una polic¨ªa infiltrada y corrupta, una clase pol¨ªtica desbordada que hace tiempo decidi¨® ignorar el problema. Funcionarios y legisladores viven rodeados de guardaespaldas, ocupados como est¨¢n en la lucha diaria por la defensa de sus prebendas y el cuidado de sus carreras profesionales. El ?ndice de Paz M¨¦xico 2017 sostiene que el costo de la violencia equivale a una cifra total anual de 17,6% del PIB. Incluye los costos directos e indirectos resultados de la violencia, el gasto dedicado a combatirla (improductivamente) y los efectos multiplicadores de las decisiones econ¨®micas tomadas a ra¨ªz de ella (por ejemplo, la salida de capitales o el cierre de negocios en una regi¨®n). Para no ir m¨¢s lejos, la debacle de Acapulco como destino tur¨ªstico internacional tras convertirse en campo de batalla de c¨¢rteles criminales rivales.
El hecho es que la inseguridad p¨²blica es el gran fracaso de la Administraci¨®n de Enrique Pe?a Nieto. Un fracaso absoluto del que nadie desea hablar.
En 2006, el Gobierno mexicano cedi¨® a la presi¨®n norteamericana, que prefer¨ªa llevar la batalla al sur de su frontera, y decidi¨® sacar el Ej¨¦rcito a las calles para combatir al crimen organizado. 11 a?os despu¨¦s resulta evidente que M¨¦xico perdi¨® esa guerra. Ahora no basta solo con resolver el tema de las drogas, que debi¨® haber sido encarado como un fen¨®meno global. La caja de Pandora que abrimos hace una d¨¦cada ha puesto de rodillas al Gobierno mexicano, ha arrebatado regiones al control del Estado, quebrado al sistema judicial, sometido a polic¨ªas y soldados y convertido en met¨¢stasis el viejo problema de la corrupci¨®n. A un a?o de entregar el poder est¨¢ claro que Pe?a Nieto no har¨¢ nada m¨¢s al respecto y tengo dudas de que alguna vez haya intentado hacerlo.
La inminente contienda electoral por la presidencia tendr¨ªa que dirimirse, entre otras razones, por las propuestas que los aspirantes ofrezcan para salir de esta guerra absurda y recuperar el control de nuestras vidas.
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