No se puede jugar en dos equipos rivales
El problema de fondo entre la Rep¨²blica de Irlanda y su vecina Irlanda del Norte

No se puede jugar simult¨¢neamente en dos equipos rivales. Ese es el problema de fondo para una frontera entre el Eire (la Rep¨²blica de Irlanda) y el Ulster (los seis condados del Norte de Irlanda).
Si el Ulster milita en el mercado interior; la Uni¨®n aduanera (con su tarifa exterior com¨²n, pero no interior); las pol¨ªticas que le salvan (como las subvenciones a su exportadora agricultura). Si los suyos gozan de la libertad de circulaci¨®n de los europeos (todo bajo el arbitraje del Tribunal de Justicia de la UE, el TJUE de Luxemburgo), no puede pertenecer a un Reino Unido segregado de la UE. As¨ª de sencillo.
Entonces, al ser dos espacios econ¨®micos distintos y en parte contradictorios, habr¨¢ que activar una frontera dura entre el Norte y el Sur: cobrar aranceles a las mercanc¨ªas que la atraviesen, controlar los bolsillos a los viajeros que la crucen, vacunar a sus animales de compa?¨ªa.
Y eso es lo que nadie quiere en la peque?a isla. Ni siquiera los muy ultras unionistas que sostienen con respiraci¨®n asistida a la minoritaria Theresa May. Tienen primos, amigos y clientes unos kil¨®metros, o yardas, m¨¢s abajo de la l¨ªnea fronteriza, hoy solo virtual.
El Brexit menoscabar¨ªa, en ese caso, la Common Travel Area, la zona de movimiento libre de personas entre las islas (una mini pionera de Schengen), por la cual cada uno puede asentarse donde le place. Algo que rige desde los a?os veinte: un mill¨®n de irlandeses lo hicieron en 1945 buscando faena en la isla grande al final de la Segunda Guerra mundial.
Recuerden un precedente m¨¢s limitado, pero que fracas¨®: la hip¨®tesis de que Ucrania podr¨ªa firmar un acuerdo de asociaci¨®n econ¨®mico de primera clase con la UE y al tiempo mantener lazos econ¨®micos privilegiados con Rusia, acab¨® como el rosario de la aurora. Recuerden Crimea.
En el caso de las dos Irlandas, la tradici¨®n anterior al acceso anglosaj¨®n a la UE est¨¢ festoneada de conflictos por culpa de diferencias tarifarias, competencia desleal al cambiar artificialmente precios: ser¨ªa un retroceso de d¨¦cadas (Denis Macshane, Brexit, no exit, IB Tauris, Londres, 2017).
Entre otras razones porque el Ulster ha sacado enormes beneficios de su adscripci¨®n mediata a la UE: inversi¨®n directa extranjera, multiplicaci¨®n de sus exportaciones a la UE. Am¨¦n de la paz intracomunidades religiosas apadrinada por la Uni¨®n.
As¨ª que se perfilan tres salidas. Una es que el mercado brit¨¢nico sea mera copia ¡ªy para siempre¡ª del Mercado Interior europeo. Dos gotas de agua. Es la convergencia (o sea, identidad) regulatoria, incluido el arbitraje de conflictos por el TJUE. Pero eso no es un Brexit. Sus padrinos prometieron algo muy distinto.
La otra es que la frontera Reino Unido-Ulster se quede en el mar. Y el Ulster deje de ser mercado brit¨¢nico para seguir siendo europeo. Enmascar¨¢ndolo con una confederaci¨®n pol¨ªtica del reino entonces desunido, y manteni¨¦ndole la figura de la reina. El final, ay, de la soberan¨ªa brit¨¢nica.
La tercera, un milagro.
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