Tragedia en la nopalera, una cat¨¢strofe profesional en M¨¦xico
Dos asaltantes salieron de entre los cactus y activaron una extraordinaria cadena de errores y mala suerte que acabaron con la vida del vicepresidente de Televisa, Adolfo Lagos
El pastor se llama Ascensi¨®n Ramos y tiene 84 a?os. Usa bast¨®n, sombrero y gafas de sol. Se acerca con sus perros, que ladran, gru?en y sacan los dientes. ?Vienen por lo del se?or que mataron?, pregunta. Apret¨®n de manos. Los perros se callan.
Hace dos semanas, cuando pas¨® lo de Adolfo Lagos, Ascensi¨®n estaba cerca de aqu¨ª, en la loma de Santa Luc¨ªa. "No vi nada", dice, "andaba yo cuidando a mis chivitas". Luego cuenta que hace dos a?os le pas¨® algo parecido, s¨®lo que ¨¦l sobrevivi¨®. Le asaltaron, le golpearon y le robaron siete cabras. "Estar¨ªa bien que los agarren y los maten", dice, "que los maten de una vez".
En este lado del centro de M¨¦xico, la tierra es de un ocre gastado, como cobrizo, la piel marchita de un durazno. Es por el tezontle, una roca volc¨¢nica t¨ªpica de la zona. Hay sauces por todos lados, milpas secas y campos de nopales. A ambos costados de la carretera, vecinos de los pueblos atienden comedores improvisados junto a grandes y coloridos carteles: "hay chinicuiles, escamoles, mixiote, barbacoa". Delicias locales.
Hace dos semanas, Adolfo Lagos empez¨® a perder la vida justo aqu¨ª, debajo de un puente, a 200 metros de donde est¨¢ hoy el pastor. Un balazo en el costado. Lagos, de 69 a?os, era vicepresidente de Televisa, el gigante de los medios de comunicaci¨®n en M¨¦xico. Ciclista aficionado, acostumbraba a pedalear los fines de semana. Aquel d¨ªa, domingo 19 de noviembre, hab¨ªa salido con un amigo, un viejo colaborador. Los dos escoltas del primero les acompa?aban. Eligieron la carretera Pir¨¢mides - Tulancingo, a una hora de la capital: es llana, recta y el paisaje hermoso. Pasado el mediod¨ªa, dos tipos les cortaron el paso y trataron de asaltarles. Todo sali¨® mal a partir de ah¨ª.
En un primer momento, la fiscal¨ªa del Estado de M¨¦xico inform¨® de que los asaltantes habr¨ªan disparado a Lagos y luego habr¨ªan hu¨ªdo. Lagos morir¨ªa horas despu¨¦s en el hospital. Sin embargo, los investigadores informaron m¨¢s tarde de que fueron sus propios escoltas quienes lo mataron. Que lo hicieron sin querer.
De acuerdo al relato oficial, Lagos y su amigo iban en bicicleta en direcci¨®n a Hidalgo. Los dos escoltas, un ex militar y un ex polic¨ªa, les segu¨ªan en un jeep Cherokee color gris. A la altura del puente, dos hombres que ven¨ªan caminando de frente se les acercaron. Parece ser que el escolta copiloto vio que amagaron a Lagos con un arma. Este sac¨® su brazo por la ventanilla y empez¨® a disparar la suya. La camioneta era blindada, as¨ª que la ventanilla no bajaba del todo. Uno de sus disparos dio en su propio retrovisor. Los escoltas dicen que los otros les balearon. Ten¨ªan dos armas. Ellos bajaron del jeep y respondieron. Una de esas balas le dio a su jefe en el costado derecho. Los escoltas olvidaron frenar el carro, que golpe¨® a Lagos, malherido. Los otros huyeron por las nopaleras.
Acto seguido, dieron la vuelta y se fueron al hospital. En el camino, la rueda trasera derecha del jeep se pinch¨®. La fiscal¨ªa no ha explicado con qu¨¦, aunque no duda de la versi¨®n de los escoltas. Estos alcanzaron como pudieron la caseta de peaje. All¨ª les esperaba una ambulancia. Lagos cambi¨® de veh¨ªculo y lleg¨® al hospital. Muri¨® desangrado poco despu¨¦s.
El fiscal del Estado de M¨¦xico, Alejandro G¨®mez, ha explicado en varias entrevistas estos d¨ªas que no hay elementos para desconfiar de la versi¨®n de los escoltas. Que adem¨¢s, el amigo de Lagos coincide con ellos. El asalto existi¨®, igual que lo que pas¨® despu¨¦s. El problema ahora, m¨¢s all¨¢ de la muerte del ejecutivo, es que no hay nadie a quien culpar de su asesinato, porque no fue tal. S¨ª del asalto, de la imprudencia. Pero nada m¨¢s. Es dif¨ªcil que alguien pise la c¨¢rcel por lo ocurrido.
Los Gallineros y Los Colonios
A tres kil¨®metros del puente, tres kil¨®metros al interior de las nopaleras, aparecen el pueblo de Nopaltepec y, justo al lado, la comunidad de San Felipe Teotitlan. De acuerdo a la informaci¨®n que ha trascendido del caso, los dos asaltantes son de San Felipe.
La prensa ha trazado un dibujo diab¨®lico de San Felipe estas semanas, diciendo que es la guarida de dos bandas de delincuentes, Los Gallineros y Los Colonios, de entre 50 y 70 integrantes cada uno.
El s¨¢bado pasado, el pueblo luc¨ªa tranquilo, aseado. Un grupo de vecinos jugaba a las cartas en la plaza. Otros s¨®lo conversaban. Cuestionado sobre la delincuencia en la zona, un se?or que no quiso decir su nombre contest¨®: "Usted vea, si fuera como dicen no estar¨ªamos aqu¨ª. Nos da coraje porque parece que el pueblo fuera un infierno, pero seguro que donde usted vive hay m¨¢s delincuencia".
En Nopaltepec, la cabecera municipal, Carlos Cruz, de 31 a?os, dec¨ªa: "Todo empez¨® cuando empezaron a robar combustible, hace tres a?os o as¨ª. Son gallineros, colonios, pero tambi¨¦n otros. Si se dedicaran s¨®lo a eso, pues por nosotros no habr¨ªa problema, pero s¨ª generan inseguridad".
El caso Lagos resume de alguna forma la situaci¨®n que vive M¨¦xico. Aumentan los homicidios en todo el pa¨ªs, y tambi¨¦n los robos, las extorsiones y los secuestros. El robo de combustible ha generado problemas de violencia y confrontaci¨®n a las autoridades en zonas que hasta hace poco eran tranquilas. La poblaci¨®n de algunos pueblos ha llegado a enfrentarse al Ej¨¦rcito.
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