¡°Que te vendan no es lo peor que te puede pasar en Libia¡±
Dos emigrantes senegaleses que pasaron cuatro meses en manos de traficantes y el Ej¨¦rcito libio cuentan su calvario: ¡°Te golpean hasta por toser¡±
Hay una imagen que acompa?ar¨¢ para siempre al joven senegal¨¦s Maguette Dia. ¡°A aquel hombre le ataron las mu?ecas y los tobillos con alambres de p¨²as", relata Dia, "lo amarraron al coche con una cuerda y lo arrastraron durante cientos de metros por aquel pedregal. Estaba tan amoratado y hab¨ªa tanta sangre que pens¨¦ que todo hab¨ªa acabado para ¨¦l, pero aquel nigeriano era demasiado cabezota para morir¡±. La escena se produjo en una finca cerca de la ciudad de Sabrata, en la costa occidental de Libia, a reventar de migrantes rumbo a Europa y controlada por traficantes de una milicia armada. ¡°La gente se escandaliza por la venta de personas, pero eso no es lo peor que te puede ocurrir en Libia, te tratan peor que a los animales¡±, dice Malick Top, su compa?ero de odisea. Ambos acaban de regresar a su tierra a trav¨¦s de un programa de repatriaci¨®n voluntaria de Libia dirigido por la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones (OIM).
Top, alba?il de 38 a?os, es un veterano de la emigraci¨®n. Desde que en 2013 se instal¨® en Marruecos lo ha intentado cinco veces. ¡°Por T¨¢nger, por Nador, por El Aai¨²n hacia Canarias¡ Pero mi hora no hab¨ªa llegado, siempre me pillaba la guardia costera¡±, explica. Desisti¨® y regres¨® a Senegal. Pero luego atac¨® la enfermedad. Primero su madre y luego su hijo de cinco a?os. Asma, le dijeron. Tuvo que venderlo todo para pagar el hospital, los medicamentos. Y a principios de a?o regres¨® a Marruecos, donde malviv¨ªa vendiendo ropa en los mercadillos. ¡°Un amigo se fue a Libia y diez d¨ªas despu¨¦s me llam¨® desde Italia. ?C¨®mo no lo iba a intentar otra vez?¡±, explica.
Contact¨® con un coxer (as¨ª llaman a los traficantes) y le pag¨® 550 euros y dos tel¨¦fonos m¨®viles. Desde Casablanca atraves¨® Marruecos y Argelia cruzando fronteras en la oscuridad de la noche, pasando de un traficante a otro, todos miembros de la misma red. Hasta que entr¨® en Libia. ¡°?ramos 65 personas. Nos subieron a un cami¨®n como sardinas en lata, nos empujaban con los pies para que hici¨¦ramos hueco¡±, recuerda. Cruzaron el desierto durante tres d¨ªas sin comer ni apenas beber. ¡°Hab¨ªa dos chicas. Cada noche los ¨¢rabes ven¨ªan y se las llevaban. No hablaban nada, pero por sus caras sab¨ªamos lo que hac¨ªan con ellas¡±, dice con amargura.
Al fin, Sabrata. El mar, a tiro de piedra. ¡°Nos llevaron a una finca. Deb¨ªamos ser unos 4.000 africanos. Pero aquello era un infierno. Hab¨ªa un ¨¢rabe, Al¨ª le llamaban, que te cog¨ªa todo lo que llevabas encima, dinero, pulseras, collares. Vi c¨®mo le cort¨® el dedo a uno porque no le pod¨ªa sacar el anillo¡±. All¨ª conoci¨® a su compatriota Dia, un joven de 28 a?os con un Bachillerato en Log¨ªstica y Transportes y el mismo sue?o de Europa grabado en el rostro. ¡°Pasamos tres meses en aquel campo. Hab¨ªa habitaciones, pero prefer¨ªamos dormir fuera porque estaba lleno de garrapatas. Trabaj¨¢bamos en el campo por tres euros al d¨ªa¡±, recuerda Dia.
Cuando lleg¨® el momento, Top y Dia no pudieron zarpar. ¡°Se desat¨® la guerra entre los militares y la milicia, hab¨ªa disparos por todo Sabrata¡±, aseguran. No era seguro, pod¨ªan caer en manos de otro grupo conocido como los Asma Boys. ¡°Tienen lanchas y secuestran a los africanos en el mar, los encierran a punta de fusil, los torturan y piden rescate a sus familias¡±, explica Dia. Finalmente, los libios los vendieron a la Polic¨ªa, que los traslad¨® a un centro de detenci¨®n en Tr¨ªpoli. ¡°Pero all¨ª empez¨® el verdadero infierno¡±, asegura Top.
¡°Hubo gente que muri¨® por los golpes. Te levantabas a comer, te pegaban; estabas durmiendo, te pegaban; tos¨ªas, te pegaban¡±, comenta Maguette Dia. All¨ª pasaron algo m¨¢s de un mes. ¡°Para los golpes usaban palos, barras de hierro o tuber¨ªas de goma llenas de arena. Los guardias de la prisi¨®n te vend¨ªan el pan que deb¨ªan darte y para beber una taza de agua hab¨ªa que ir tan lejos y hac¨ªa tanto calor que no ¨ªbamos porque sud¨¢bamos m¨¢s de lo que beb¨ªamos. Hac¨ªamos las necesidades en la misma celda, viv¨ªamos rodeados de excrementos, malos olores, insectos¡±, a?ade Malick Top. El d¨ªa que una misi¨®n de la OIM se present¨® para llevarlos de vuelta a Senegal hubo fiesta en la prisi¨®n.
15.000 retornos en 2017
Durante el presente 2017 hasta el pasado 5 de diciembre un total de 14.754 j¨®venes africanos se han acogido al programa de repatriaci¨®n humanitaria de la OIM desde Libia. Pero el retorno se ha intensificado desde mediados de noviembre, 2.648 en s¨®lo dos semanas, tras la difusi¨®n de un v¨ªdeo de la CNN en el que se muestra un mercado de inmigrantes donde son vendidos como esclavos. ¡°Lo hab¨ªamos denunciado en abril, pero las im¨¢genes incluso pixeladas o borrosas hablan m¨¢s fuerte que las palabras¡±, asegura Jo-Lind Roberts, jefa de misi¨®n de la OIM en Senegal.
Esas im¨¢genes generaron una ola de indignaci¨®n global, propiciaron que los gobiernos africanos intensificaran el retorno de sus ciudadanos e incluso que en la cumbre Uni¨®n Europea-Uni¨®n Africana pa¨ªses europeos como Alemania y Francia ofrecieran aviones para los traslados. Nigeria, Guinea, Gambia y Mal¨ª, por este orden, son los principales pa¨ªses de retorno de los migrantes. ¡°Por mi trabajo veo muchas cosas¡±, explica Roberts, ¡°pero en los ¨²ltimos vuelos los he visto llegar demacrados, en los huesos, y, al mismo tiempo, euf¨®ricos por el regreso. Es algo que me impresion¨®¡±.
A¨²n quedan miles en Libia. La OIM prev¨¦ seguir con las repatriaciones durante el a?o 2018. ¡°Al 70% los sacamos de centros de detenci¨®n controlados por el Gobierno libio reconocido¡±, centros como la prisi¨®n en la que permanecieron un mes Malick Top y Maguette Dia. Una vez en sus pa¨ªses, la OIM les ofrece participar en proyectos de desarrollo comunitario. De momento, Top pasea su frustraci¨®n por Guediawaye de haber tocado el sue?o con la punta de los dedos mientras sigue con el negocio de la ropa que viene de Europa y Dia ha conseguido trabajo en una conocida ONG local. ¡°Estoy contento¡±, asegura el joven, ¡°como en tu casa no est¨¢s en ning¨²n sitio. El a?o que viene me caso¡±, dice con una sonrisa mientras muestra la foto de su novia en el m¨®vil.
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