Una remodelaci¨®n de Gobierno ca¨®tica y limitada subraya la debilidad de May
La primera ministra brit¨¢nica apenas toca la c¨²pula del Ejecutivo y algunos altos cargos rechazan sus nuevos destinos
La remodelaci¨®n de Gobierno con la que Theresa May pretend¨ªa dar un golpe de tim¨®n y transmitir una imagen de recobrada autoridad, despu¨¦s de un a?o desastroso apenas disimilado con modestos logros en los ¨²ltimos meses, ha acabado transmitiendo exactamente lo contrario: la constataci¨®n de que la primera ministra brit¨¢nica sigue siendo poco menos que un zombi pol¨ªtico, como la defini¨® el exministro de Econom¨ªa George Osborne, incapaz de administrar el s¨®lido liderazgo que requiere un pa¨ªs sumido en las negociaciones de ruptura con la UE, el mayor reto de su historia reciente.
El logro de haber concluido la primera fase de las negociaciones del Brexit en diciembre, y la aprobaci¨®n sin sobresaltos de los ¨²ltimos Presupuestos Generales en noviembre, proporcionaban a la primera ministra la anhelada oportunidad de sacudirse el funesto legado de un fracasado adelanto electoral que le cost¨® la mayor¨ªa absoluta en junio pasado. La forzada dimisi¨®n de tres ministros en los dos ¨²ltimos meses del a?o, incluido su n¨²mero dos de facto, le pon¨ªa en bandeja el instrumento para ejecutar ese golpe de autoridad: una remodelaci¨®n del Gabinete.
Eso le permitir¨ªa, adem¨¢s, despu¨¦s de unas Navidades con la sanidad p¨²blica al borde del colapso e impopulares subidas de precios en los transportes, transmitir al pa¨ªs que el Gobierno, a punto de enfangarse en la complej¨ªsima segunda fase de las negociaciones del Brexit, no est¨¢ dispuesto a descuidar la agenda dom¨¦stica.
Pero el disparo, como viene siendo ya habitual en la primera ministra, sali¨® por la culata. Los dos d¨ªas de entradas y salidas de ministros en Downing Street han enfatizado el escas¨ªsimo margen de maniobra del que goza May. Su intento de agarrar las riendas con autoridad, como ya sucedi¨® tras su desastroso discurso en el congreso anual del partido en oto?o, ha vuelto a fracasar.
La primera ministra ha continuado este martes con los cambios, promocionando a figuras emergentes a diversas secretar¨ªas de Estado, en un intento de reconectar el partido con los votantes j¨®venes que se le escapan. Esta segunda oleada de cambios supone una oportunidad para May de insuflar aire fresco en las estructuras intermedias de los ministerios, despu¨¦s de los escasos movimientos en los m¨¢s altos cargos que depar¨® la jornada del lunes.
Los principales ministros de su Gobierno ¡ªincluidos el titular de Exteriores, Boris Johnson, y el de Econom¨ªa, Philip Hammond, fuertemente cuestionados por sectores enfrentados del partido¡ª contin¨²an en sus puestos, evidenciando la necesidad de May de mantener intactos los equilibrios internos entre proeuropeos y eur¨®fobos. Otros tres ministros se permitieron rechazar los nuevos destinos que les ofreci¨® May, hasta el punto de que dos de ellos ¡ªel de Sanidad, Jeremy Hunt, y el de Empresas, Greg Clark¡ª ganaron el pulso y conservaron sus carteras. Justine Greening, hasta el lunes titular de Educaci¨®n, dimiti¨® tras negarse a aceptar el nuevo destino que le ofrec¨ªa su jefa.
Las llamadas al 10 de Downing Street, en jornadas de remodelaci¨®n de Gobierno, suelen ser momentos de alta tensi¨®n para los afectados, que acuden d¨®ciles a conocer su suerte. Pero el lunes por la noche algunos de ellos permanecieron horas en el interior, resisti¨¦ndose y negociando, ins¨®litamente, las ofertas de la primera ministra.
Todo ello, ensuciado con torpes errores de comunicaci¨®n, como el que llev¨® a que el Partido Conservador felicitara, desde su cuenta de Twitter oficial, a Chris Grayling por su flamante cargo de presidente de la formaci¨®n, responsabilidad que recaer¨ªa finalmente en Brandon Lewis, como confirmar¨ªa poco despu¨¦s el anuncio oficial que lleg¨®, por cierto, con una sonada falta de ortograf¨ªa. Hasta el Daily Telegraph, peri¨®dico de cabecera de los conservadores, hablaba de una remodelaci¨®n ¡°ca¨®tica¡±. ¡°?No, primera ministra!¡±, titulaba el tambi¨¦n conservador, pero siempre menos sutil, Daily Mail.
Los cambios m¨¢s relevantes en el Gobierno han sido aquellos inevitables, en la medida en que se trataba de llenar asientos vacantes. Es el caso de David Lidington, el solvente, proeuropeo y poco controvertido diputado que pasa a ser n¨²mero dos de facto de May, tras la forzada dimisi¨®n de Damian Green por mentir sobre el hallazgo de material pornogr¨¢fico en su ordenador de trabajo; y de Karen Bradley, que se convierte en ministra de Irlanda del Norte en sustituci¨®n de James Brokenshire, dimitido por motivos de salud.
Ha sido en el partido, y no en el Gobierno, donde los cambios de May han tenido mayor alcance. Una nueva c¨²pula, con figuras que han demostrado desenvolverse bien ante los medios y presidida por Brandon Lewis, ser¨¢ la encargada de agitar las bases de una formaci¨®n que pierde peligrosamente militantes, mientras que el laborismo, bajo el mando de Jeremy Corbyn, bate r¨¦cords hist¨®ricos de afiliaci¨®n. El fracaso de los tories de las elecciones de junio ha acabado provocando una sacudida en el Partido Conservador, s¨ª, pero tambi¨¦n un preocupante estrechamiento del margen de maniobra de la primera ministra, como ha vuelto a poner en evidencia su primera gran remodelaci¨®n de Gobierno desde que lleg¨® a Downing Street hace a?o y medio.
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