Detenidos en la Europa m¨¢s hostil al inmigrante
Pese a las cr¨ªticas, Hungr¨ªa mantiene a solicitantes de asilo recluidos indefinidamente en casetas de obra
Desde la r¨²stica tienda de lona en la que Haj y Musafir se protegen del atenazante fr¨ªo se oyen voces de cr¨ªos jugando. El viento trae los c¨¢nticos a oleadas, pero nunca se les ve. Los dos hombres afganos s¨®lo pueden adivinar qu¨¦ ocurre en el sombr¨ªo campamento, tras la doble alambrada que ribetea la frontera entre Serbia y Hungr¨ªa; la que les separa de su sue?o europeo. All¨ª, en R?szke, en suelo de la UE, en una suerte de casetas de obra met¨¢licas que se asemejan a grises contenedores de trailer, viven decenas de migrantes y refugiados. La ley h¨²ngara, una de las m¨¢s restrictivas de Europa, permite desde el pasado julio detener a los sin papeles, incluidos los solicitantes de asilo, en campamentos como este, alzados en zonas de tr¨¢nsito.
El Gobierno h¨²ngaro les llama ¡°refugios¡±, y ha instalado dos. All¨ª se alojan 473 personas, entre ellas 213 ni?os, seg¨²n los datos recabados (a 11 de diciembre de 2017) por el Comit¨¦ Helsinki de Hungr¨ªa, una organizaci¨®n que trabaja con migrantes y refugiados. Tambi¨¦n menores no acompa?ados, como ha constatado la eurodiputada de los Verdes alemanes Judith Sargentini, que lidera la investigaci¨®n de la Euroc¨¢mara sobre la situaci¨®n migratoria en Hungr¨ªa y que ha visitado el centro de R?szke. Los solicitantes de asilo pueden permanecer en uno de esos centros ¡ªa los que las organizaciones y la prensa tiene vetada la entrada¡ª sin l¨ªmite; hasta que las autoridades respondan a su solicitud. Y esta puede tardar muchos meses. Un sistema de detenciones sistem¨¢ticas que vulnera la legislaci¨®n europea, que permite estas detenciones s¨®lo en circunstancias excepcionales, explica la experta de Human Rights Watch Lydia Gall. Sin embargo, pese a las cr¨ªticas de las instituciones comunitarias y las alertas de la ONU, la medida sigue en marcha y viento en popa.
Haj y Musafir, de 39 y 44 a?os, llevan meses varados en Serbia. El primero, que ha adoptado el rol de ¡°mediador¡± entre las autoridades del pa¨ªs balc¨¢nico y los migrantes, viaja solo. El segundo, antiguo ch¨®fer de autob¨²s en un pueblo al norte de Kabul, ha dejado a su esposa y tres hijos en uno de los centros de refugiados serbio, a una media hora del campamento informal en el que duerme desde hace d¨ªas. El a?o pasado en el mismo lugar hab¨ªa una docena de tiendas, varias familias y un pu?ado de ni?os. Hoy, en la explanada s¨®lo quedan los dos hombres, una perrilla parda y vivaracha, y un par de casetas de lona, una de ellas con una estufa para resistir el agresivo fr¨ªo y un agujero para que salga el humo.
Las autoridades h¨²ngaras permiten entrar a un cupo de unas cinco personas al d¨ªa para estudiar su solicitud. Por eso, quedarse en el tosco campamento es una forma de garantizarse un hueco en la cola, dice Haj. ¡°No s¨¦ como seleccionan. Por eso prefiero estar aqu¨ª¡±, apunta en ingl¨¦s Musafir mientras da pisotones en el suelo para escapar del aire g¨¦lido. Su ch¨¢ndal gris y las deportivas que calza no son una gran barrera contra la nieve.
La imagen de los dos hombres est¨¢ alejada de la tesis del Gobierno h¨²ngaro, que suele decir que hay decenas de miles de migrantes aguardando para cruzar al pa¨ªs comunitario. Hungr¨ªa ha convertido su dura pol¨ªtica migratoria en su bandera. Su primer ministro, V¨ªktor Orb¨¢n, es l¨ªder del bloque del Este que se opone al modelo de cuotas y reubicaciones. Budapest incumple este sistema acordado por mayor¨ªa en la UE, pese a que en el reparto les tocar¨ªa acoger a 1.200 refugiados, un 0,02% de sus m¨¢s de 10 millones de habitantes. Ultraconservador, nacionalista y cada vez m¨¢s eur¨®fobo, Orb¨¢n llama ¡°invasores¡± a los procedentes de pa¨ªses musulmanes y clama que la inmigraci¨®n ¡°da?a los valores cristianos¡±. Y no s¨®lo de su pa¨ªs, sino de toda la UE. Por eso, afirma, defiende una pol¨ªtica de puertas cerradas. El pol¨ªtico populista ha convertido el discurso antiinmigraci¨®n en parte nuclear de su ideario y uno de sus grandes graneros de votos. Y m¨¢s ahora: en abril se celebran elecciones en las que podr¨ªa hilvanar su tercer mandato consecutivo.
Con esas pautas y con la crisis de los refugiados de 2015 ¡ªen la que Hungr¨ªa hall¨® a sus puertas a decenas de miles de personas que quer¨ªan cruzar hacia el norte de Europa¡ª como tel¨®n de fondo, el antiguo pa¨ªs comunista ha ido endureciendo sus leyes migratorias. A la construcci¨®n de una doble valla para blindar sus fronteras ha sumado otras medidas: las leyes para detener a los sin papeles sin plazo; la legalizaci¨®n de las llamadas devoluciones en caliente ¡ªque permiten abrir la puerta y expulsar, directamente, a cualquier migrante no autorizado localizado en territorio h¨²ngaro¡ª; la construcci¨®n de los campamentos de contenedores, la creaci¨®n de patrullas a las que llaman ¡°cazadores fronterizos¡± y la imposici¨®n de un cupo con el que han reducido la presentaci¨®n de solicitudes de asilo hasta las alrededor de 230 mensuales.
Hace unos d¨ªas se anunci¨® otra: estrechar¨¢ el cerco contra las ONG que trabajan estos temas. La nueva medida permite bloquear la entrada al pa¨ªs de extranjeros que ¡°apoyen la inmigraci¨®n ilegal¡± y restringir el paso a la frontera y los alrededores a los activistas que la soporten. Adem¨¢s, la norma, que forma parte del llamado paquete anti-Soros del Gobierno, impone una tasa a las ONG que reciban capital extranjero (del 25% de lo recibido). Un mazazo importante, ya que la mayor¨ªa de ellas ¡ªcomo el Comit¨¦ Helsinki¡ª se nutre de fondos de fundaciones como la del fil¨¢ntropo h¨²ngaro-estadounidense George Soros, al que Orb¨¢n ha convertido en enemigo n¨²mero uno y saco de boxeo. La ley, adem¨¢s, puede complicar a¨²n m¨¢s las relaciones de Hungr¨ªa con la Comisi¨®n Europea, que ya ha demandado a Budapest por sus leyes dirigidas?contra ONG, Universidades y solicitantes de asilo.
Un asilo que Imran, paquistan¨ª de 32 a?os, tiene muy pocas esperanzas de lograr. Por eso hace tiempo que apost¨® por cruzar la frontera de manera ilegal. ¡°Ya lo intent¨¦ una vez, pero no sali¨® bien¡±, dice. No quiere entrar en detalles. Vive escondido en la zona boscosa junto a la frontera h¨²ngara, como otro par de decenas de personas que esperan el mejor momento para tratar de entrar. Paquistan¨ªes, afganos, nepal¨ªes, eritreos, incluso alg¨²n ciudadano cubano. En 2017, las autoridades h¨²ngaras interceptaron a unas 1.600 personas que cruzaron ilegalmente su frontera. Imran no quiere quedarse en Hungr¨ªa, sino seguir adelante, hasta Alemania, donde tiene unos primos. El hombre, que en Pakist¨¢n trabajaba en una f¨¢brica y chapurrea ingl¨¦s, reconoce que cruzar es ¡°peligroso¡±. Ha escuchado historias de compa?eros que fueron detenidos y sufrieron maltrato por parte de las autoridades h¨²ngaras.
Es la denuncia que repiten las organizaciones de derechos humanos que trabajan con los migrantes y refugiados en Hungr¨ªa y en la frontera serbia. Human Rights Watch, M¨¦dicos sin Fronteras o el Comit¨¦ Helsinki han documentado decenas de casos por parte de la polic¨ªa fronteriza. Las autoridades h¨²ngaras niegan cualquier abuso y sostienen que si hay alg¨²n caso de lesiones se han producido tras la agresi¨®n del migrante a la polic¨ªa.
¡°Los malos tratos son sistem¨¢ticos, sobre todo desde el verano de 2016¡±, apunta Andras Lederer, del Comit¨¦ Helsinki. ¡°Adem¨¢s de palizas, hemos recibido quejas de personas que cuentan que les han obligado a descalzarse y a caminar sin zapatos hasta que les han devuelto a suelo serbio. Otros, aseguran que les han confiscado el agua y se la han echado por encima, para que tuvieran m¨¢s fr¨ªo¡±, afirma. A Imran no le asusta esa posibilidad: "Llevo un a?o viajando. He pasado por mucho. No puedo rendirme ahora".
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