Inmigrante y discapacitado, cuando el sue?o de Yoro se hizo pesadilla
Tener una minusval¨ªa, salvo que implique riesgo para la vida, se convierte en una doble dificultad para obtener la residencia en Espa?a
Tres sue?os tra¨ªa en su maleta el senegal¨¦s Yoro Mbaye cuando, en 1993, lleg¨® a C¨¢diz: ¡°Yo quer¨ªa conseguir la residencia, tener hijos y jugar al f¨²tbol¡±. Un cuarto de siglo despu¨¦s de aquello, Mbaye enumera sus deseos de juventud entre la pesadumbre y la resignaci¨®n. Tiene 51 a?os e, inmerso a¨²n en una mara?a burocr¨¢tica, todav¨ªa pelea duro por conseguir la primera de sus aspiraciones. A las otras, directamente ya renunci¨®. En el camino, una discapacidad mental sobrevenida convirti¨® su lucha en una pesadilla: ¡°Puede que haya casos m¨¢s graves que el m¨ªo, pero lo que he vivido en mis carnes me ha hecho un da?o que no puedo olvidar¡±.
Yoro es uno de los inmigrantes discapacitados que nada m¨¢s llegar a Espa?a se topan con una doble dificultad: lidiar con su minusval¨ªa mientras se resuelve su proceso de regularizaci¨®n de residencia. ?C¨®mo es su periplo? De entrada, las leyes espa?olas son claras, como resumen desde el Ministerio de Empleo: ¡°La condici¨®n de tener una discapacidad no es un elemento que condicione la obtenci¨®n o denegaci¨®n de las mismas¡±. Tanto es as¨ª que ni siquiera existen estad¨ªsticas oficiales que cuantifiquen cu¨¢ntos de los reci¨¦n llegados al pa¨ªs sufren una discapacidad.
¡°Con esto lo que la administraci¨®n pretende es evitar el presunto efecto llamada. Y eso que, dentro de Europa, Espa?a es de los pa¨ªses m¨¢s acogedores¡±, reconoce Luana Ventre, abogada de la asociaci¨®n de ayuda al inmigrante CEAin, radicada en Jerez de la Frontera. Cada a?o, la letrada asesora a decenas de extranjeros afectados con distintas discapacidades que intentan regularizar su residencia en el pa¨ªs, como es el caso del propio Yoro. Para ellos, la ley plantea tan solo dos resquicios burocr¨¢ticos que suelen resultar insuficientes: uno destinado a los dependientes y otro a los que se vean afectados por una grave enfermedad sobrevenida.
Si la persona con discapacidad depende de otra que ya resida o lo vaya a hacer en Espa?a, puede optar a la reagrupaci¨®n familiar (en caso de hijos propios, adoptados o de su c¨®nyuge) m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite de los 18 a?os establecido, siempre que ¡°no sean objetivamente capaces de proveer a sus propias necesidades debido a su estado de salud¡±, detalla el Ministerio. Pero todo se complica si el minusv¨¢lido es dependiente de alguien en situaci¨®n irregular o, directamente, no depende de nadie pero no est¨¢ capacitado para trabajar. ¡°Ah¨ª si no tienes dinero ¡ªcomo m¨ªnimo hacen falta 25.000 euros para conseguir el visado de residencia no lucrativa¡ª no hay nada que hacer, no sirves. Es una incongruencia cruel porque si tienes una prestaci¨®n en tu pa¨ªs de origen, ?para qu¨¦ vas a venir?¡±, reconoce Ventre.
El senegal¨¦s Yoro lleg¨® en 1993 con un visado expedido por la Embajada de Espa?a en Dakar. ¡°Eran otros tiempos¡±, tercia con su voz calmada. Como aut¨®nomo, empez¨® a trabajar como vendedor ambulante y, para 1999, consigui¨® un permiso de residencia renovable por un a?o. La suerte le sonre¨ªa y aprovech¨® para ir de vacaciones a Senegal y casarse all¨ª, antes de regresar. Fue la ¨²ltima vez que pudo visitar a su familia. En 2002 un duro golpe cambi¨® su vida: una lesi¨®n en la mano le impidi¨® seguir trabajando y renovar sus papeles.
¡°Empec¨¦ a arrastrar una depresi¨®n tan fuerte que acab¨¦ ingresado en el hospital psiqui¨¢trico de Jerez¡±, reconoce. Los m¨¦dicos le detectaron esquizofrenia. ¡°La enfermedad me la provoc¨® estar sin papeles y sin familia¡±, asegura Yoro. Su mujer acab¨® separ¨¢ndose de ¨¦l, ya que ni ¨¦l pod¨ªa salir de Espa?a ni ella pod¨ªa viajar aqu¨ª. Pese a todo, el senegal¨¦s regres¨® al trabajo con la ayuda de su hermano mayor Amadou, tambi¨¦n residente en Jerez. En 2011 consigui¨® que le reconocieran una discapacidad del 65% y una pensi¨®n de 368 euros al mes.
The New Arrivals
Cuatro millones de inmigrantes han llegado a Espa?a en dos d¨¦cadas en avi¨®n, en patera o saltando la valla. M¨¢s de un mill¨®n de personas pidieron asilo en Europa en 2016. EL PA?S cuenta, en un proyecto de 500 d¨ªas con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, c¨®mo se adaptan estos nuevos europeos y c¨®mo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fen¨®meno que est¨¢ transformando Espa?a y el continente
Fue entonces cuando Yoro, ya incapacitado y en tr¨¢mite de regularizar su situaci¨®n, intent¨® agarrarse al segundo supuesto que la ley da para los discapacitados, que trasciende la mera minusval¨ªa y hace referencia a la enfermedad sobrevenida como una raz¨®n humanitaria; implica un permiso temporal anual, siempre que se pueda acreditar que el padecimiento sea grave, que la asistencia no sea accesible en el pa¨ªs de origen y que, si no se recibe tratamiento o ¨¦ste se interrumpe, implique ¡°un grave riesgo para la vida¡±. Ah¨ª es cuando Ventre se muestra tajante: ¡°?Qu¨¦ es ese criterio? ?Acaso no es un riesgo no tener derecho a una vida digna?¡±.
La letrada de CEAin recuerda casos como los de un empleado del hogar de Bolivia que, empujado por la persona mayor a la que asist¨ªa, se rompi¨® una pierna. La familia le despidi¨® y ¡°se vio con una discapacidad del 30%, 50 a?os, sin haber cotizado lo suficiente y sin papeles¡±. De 2011 a 2017, hasta 4.086 personas han conseguido en Espa?a un permiso temporal por enfermedad sobrevenida, seg¨²n datos del Ministerio. Una de ellas, en 2012, fue la de Yoro, quien pudo acreditar tanto la dolencia que padec¨ªa como la pensi¨®n que tiene para sostenerse.
Pero lo cierto es que no es f¨¢cil demostrar que una dolencia sobrevenida implica riesgo para la vida. Justo este peligro se cern¨ªa sobre Ihab Ettalib cuando, siendo un ni?o de nueve a?os, cruz¨® la frontera de Melilla desde la cercana Nador (Marruecos) que le vio nacer. Los m¨¦dicos de su pa¨ªs le detectaron un c¨¢ncer en la pierna. Le operaron para extirparle el tumor, pero ¡°regres¨®¡±, como ¨¦l mismo relata hoy ya con 20 a?os. Sin pens¨¢rselo, cruz¨® la frontera para recibir tratamiento en la ciudad aut¨®noma, y acab¨® en el hospital Carlos Haya de M¨¢laga, donde le tuvieron que amputar la extremidad.
¡°Fue complicado pasar todo eso sin la familia, pero me trataron superbien y sal¨ª adelante¡±, reconoce el joven en referencia a su estancia en Melilla, a donde regres¨® tras la operaci¨®n y permaneci¨® hasta la mayor¨ªa de edad. Alentado por la formaci¨®n que necesitaba para conseguir un posible trabajo de cocinero en Melilla, Ettalib dio el salto a la escuela de hosteler¨ªa Fernando Qui?ones, en C¨¢diz, para estudiar el grado medio de cocina.?
Sin embargo, su discapacidad no le evit¨® los problemas a los que los menores extranjeros no acompa?ados se enfrentan para mantener su estancia m¨¢s all¨¢ de los 18 a?os: ¡°Cuando los cumpl¨ª, fue como si no me conocieran. Empec¨¦ de cero¡±, asegura. Ya en Jerez, la asociaci¨®n Voluntarios por Otro Mundo le dio acogida, manutenci¨®n y finalmente consigui¨® gestionarle la residencia permanente. Mientras, Ettalib se implic¨® en el deporte, se enrol¨® en la Selecci¨®n Espa?ola de Amputados y comenz¨® a estudiar danza.?
Hace algo m¨¢s de un mes, se march¨® a Bilbao para buscar trabajo. ¡°Al venir a Andaluc¨ªa, me revisaron la discapacidad y el porcentaje me lo bajaron del 67% al 42%, por lo que me qued¨¦ sin una ayuda que ten¨ªa¡±, relata el joven en conversaci¨®n telef¨®nica, quien de momento ha aparcado moment¨¢neamente sus aficiones para centrarse en el futuro. Ahora, en el Pa¨ªs Vasco, sue?a con trabajar y continuar con sus estudios de cocinero para forjarse un futuro estable en Espa?a.?
Pese a su calvario, Yoro tampoco contempla rendirse y se muestra confiado en que este 2018 sea, por fin, el a?o en el que consiga un permiso estable de residencia. Ser¨ªa una victoria, por ¨¦l y por tantos inmigrantes discapacitados que se ven inmersos en vor¨¢gines burocr¨¢ticas similares a la suya. Ventre intentar¨¢ alegar que, en el caso del senegal¨¦s, concurren circunstancias excepcionales de arraigo social: ¡°Y confiamos en que ya s¨ª pueda ser¡±. Mientras, Yoro se muestra prudente y prefiere no hacer planes con lo que har¨¢ cuando tenga sus papeles: visitar a su familia en Senegal, viajar o, simplemente, descansar. ¡°En estos 25 a?os he perdido muchas cosas y eso ya no se puede recuperar. Pese a eso, no niego lo que Espa?a me ha dado, ¨¦sta ya es mi casa¡±, sentencia emocionado.?