Un domingo cualquiera en la Ciudad de M¨¦xico
En medio de la altaner¨ªa grosera de la era Trump queda espacio para el regocijo. ?Albricias!
Me ganaron las l¨¢grimas. As¨ª pasa.
Ciudad de M¨¦xico, Palacio de Bellas Artes, sobre el escenario, decenas y decenas y decenas de ni?os y j¨®venes. Los m¨¢s chiquillos est¨¢n nerviosones, los mayores se plantan con aplomo adolescente. Vienen de varios pa¨ªses de las Am¨¦ricas, convocados por ese hombre de m¨²sica que es Gustavo Dudamel y ese otro caballero del sonido y del sombrero que es Arturo M¨¢rquez. Son las orquestas juveniles e infantiles de nuestros pa¨ªses, es la vibra desdoblada en violines y contrabajos y voces y trompetas, es la risa del baile, son las ganas de creer que otra narrativa es posible. Mientras los chicos tocan y cantan, a m¨ª se me escurren algunas l¨¢grimas conmovidas. As¨ª tambi¨¦n el M¨¦xico de 2018.
Casi del otro lado de la acera, en el Palacio de Miner¨ªa, se habla de libros en estos d¨ªas de feria: ¡°Cuando se prolongan en exceso las esperas democr¨¢ticas de justicia y bienestar, cuando se incumplen las promesas reiteradas de progreso y desarrollo, cuando se tiene advertencia de lo que pudo ser y no fue, de lo que hemos perdido y de lo que no debi¨® haber sucedido, surgen el malestar, la decepci¨®n, el enojo, la frustraci¨®n, el miedo y toda una gama de emociones que movilizan nuestra conducta tanto individual como colectiva, y condicionan nuestras expectativas sobre nuestro propio destino¡±. Lo dice as¨ª Juan Ram¨®n de la Fuente, exrector de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico, en La sociedad dolida, el malestar ciudadano. En referencia a M¨¦xico, pero no solo, de la Fuente dibuja al ciudadano rabioso: ¡°porque es la furia social la que reivindica el amor propio del ciudadano agraviado¡±. As¨ª que de un lado de la acera me conmueve la felicidad de j¨®venes m¨²sicos y del otro me aterriza el diagn¨®stico de una sociedad dolida que tambi¨¦n vio nacer a esos j¨®venes. ?C¨®mo encajan ambos planos? ?C¨®mo encajan tantos planos? Veamos.
Guillermo del Toro con sus Oscar en mano apapacha el orgullo patrio.?En medio de la altaner¨ªa grosera de la era Trump queda espacio para el regocijo.
Ella viene diario a la Ciudad de M¨¦xico a trabajar. Dos o tres veces a la quincena sufre asaltos en el transporte p¨²blico de la zona conurbada. Solo que esta ¨²ltima vez se quebr¨® porque le arrancaron la bolsa con las llaves del negocio donde labora. En medio de la brutalidad de la violencia le qued¨® espacio para la dignidad: ¡°Perd¨®n, me robaron las llaves, perd¨®n¡±. ?Carajo! Ellos se est¨¢n presentando para elecciones locales, son j¨®venes hijos del sistema aunque no lo sepan. Recorren sus municipios, prometen, recurren, prometen, y nadie les hace caso. En medio de la contienda les queda espacio para la sorpresa: pues no, no entendemos nada, pues no. ?Carajo! Un grupo de intelectuales le exige al presidente Pe?a Nieto sacar las manos de la contienda electoral y dejar de utilizar las instituciones del Estado para descarrilar a los contendientes. En medio de la zozobra queda espacio para el reclamo airado. ?Carajo! Guillermo del Toro con sus Oscar en mano apapacha el orgullo patrio. En medio de la altaner¨ªa grosera de la era Trump queda espacio para el regocijo. ?Albricias!
El espacio p¨²blico vivido ya solo desde lo individual, paradoja de los tiempos dolidos que corren. Y es la l¨²cida pluma de Juan Ram¨®n de la Fuente la que ofrece un eslab¨®n que conecta los planos descritos, y los que faltan: ¡°El repliegue del ciudadano a su vida privada es una secuela de ese resentimiento acumulado frente a todo tipo de disparidad¡±. Por eso los j¨®venes r¨ªen en su m¨²sica, la se?ora vive su dignidad en la violencia, la clase pol¨ªtica ya no conecta ni consigo misma, y los mexicanos celebramos los Oscar de Del Toro como propios. Es lo que tenemos.
¡°Mi pap¨¢ me dijo pues s¨ª est¨¢ grande ese instrumento, pero mi mam¨¢ repet¨ªa t¨² vas a poder hacerlo bien¡±. Se llama Karla Karina, tiene 16 a?os, es de Guanajuato, toca el contrabajo y est¨¢ en el Palacio de Bellas Artes. La m¨²sica la hace feliz, me lo dice sin pudor, y a m¨ª me quieren brotar otra vez unas l¨¢grimas.
Ser¨¢ que ya se acerca la primavera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.