?Cu¨¢ntos feminicidios m¨¢s puede soportar M¨¦xico?

En M¨¦xico, hay madres que guardan las fotos de su hija muerta en el celular?para que los golpes no se olviden; que desentierran a su ni?a mutilada en un descampado a pocos metros de su casa; que encuentran a los asesinos y estos siguen libres; que sin haber ido a la escuela, se estudian el C¨®digo Penal por las noches en la pantalla de un m¨®vil. Hay padres que pedalean sin descanso en una bicicleta para perseguir el rastro de un autob¨²s donde violar¨¢n y matar¨¢n a su hija de 10 a?os. Hay mujeres que no salen de su casa despu¨¦s de las siete de la noche; que aceleran el paso; que no caminan solas. En M¨¦xico hay m¨¢s de siete mujeres muertas cada d¨ªa. M¨¢s de 23.800 asesinadas en s¨®lo una d¨¦cada. Y ese recuento macabro no hace m¨¢s que empeorar.

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Los familiares, con el cad¨¢ver de sus hijas todav¨ªa caliente, entregan las pruebas necesarias, presionan a las autoridades: no se fue con el novio, no era emocionalmente inestable, se mor¨ªa de ganas de vivir, qu¨¦ importa si estaba de fiesta, no se lo merec¨ªa. El calvario de quienes pierden a una hija, una hermana o una madre no termina con la sepultura. Acaba de comenzar. Porque, pese a las cifras y compromisos de las autoridades, asesinar a una mujer en M¨¦xico sale pr¨¢cticamente gratis: s¨®lo el 10% de los casos ha recibido una sentencia condenatoria, seg¨²n el ¨²ltimo informe de ONU Mujeres.

Araceli Osorio, madre de Lesvy Berl¨ªn Rivera, asesinada el pasado 3 de mayo en las instalaciones de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) lleva 10 meses aferr¨¢ndose a la memoria de su hija para no tirar la toalla. Cuando habla sus ojos son un grifo abierto, pero no ha dejado que las l¨¢grimas frenen lo que tiene que decir. Consigui¨®, despu¨¦s de siete meses de batallas legales, que el crimen de su hija fuera investigado como feminicidio. Desde un principio la fiscal¨ªa concluy¨® que se hab¨ªa ahorcado ella misma con un cable de tel¨¦fono de una cabina p¨²blica.

Pero Araceli hab¨ªa visto un v¨ªdeo donde el novio de su hija la golpeaba duramente con la cadena met¨¢lica del perro unos minutos antes de la hora de la muerte, c¨®mo ella se aferraba a su pecho para esquivar m¨¢s golpes. Y lleva marcadas en su memoria aquellas im¨¢genes de la necropsia: su p¨®mulo izquierdo tensando una herida que se hab¨ªa vuelto negra, con escamas, y un profundo surco alrededor de su cuello. Ten¨ªa tambi¨¦n marcas en los brazos, en las piernas, dos hemorragias internas en la cabeza y restos del ADN del novio en sus u?as. Nada de eso evit¨® que desde un inicio trataran de culparla de su propia muerte.

"Los datos muestran que las mujeres son asesinadas con mayor violencia y sa?a, utilizan medios que producen mayor dolor, prolongan su sufrimiento antes de morir", explica el ¨²ltimo informe sobre violencia de g¨¦nero del Instituto Nacional de Estad¨ªstica. A Lorena Guti¨¦rrez, madre de F¨¢tima Varinia Quintana, de 12 a?os, asesinada en 2015 en el Estado de M¨¦xico, no le hizo falta el estudio: "Fue violada bestialmente, la apu?alaron m¨¢s de noventa veces, le abrieron el pecho m¨¢s de 30 cent¨ªmetros, le cercenaron la entrepierna, le rompieron sus tobillos, fracturaron sus manos. Y mi hija fue una guerrera, lucho hasta el final, a¨²n con todo eso no muri¨® hasta que le arrojaron tres piedras de m¨¢s de 30 kilos cada una, que fue lo que termin¨® con su vida", contaba con los ojos muy abiertos a este diario, mientras golpeaba los nudillos con rabia contra una mesa de madera.

El 36% de las mujeres asesinadas en 2016 fue estrangulada, ahorcada, ahogada, quemada, golpeada con alg¨²n objeto o apu?alada. Tres veces m¨¢s que en el caso de los hombres, en su mayor¨ªa asesinados de un balazo, casi un 70%.

Lorena vive escondida con toda su familia. Despu¨¦s de que asesinaran a su hija, tirotearon su casa mientras todos dorm¨ªan. Por las noches estudia el C¨®digo Penal, porque, aunque uno de los culpables est¨¢ en un centro de menores y otro en prisi¨®n, el que falta, el m¨¢s peligroso, sigue suelto y ella tiene m¨¢s hijas.

Mientras que los ¨ªndices de homicidios generales en M¨¦xico han aumentado y disminuido en los ¨²ltimos 20 a?os, a las mujeres las siguen matando igual. En los a?os en los cuales los asesinatos a hombres ca¨ªan a m¨ªnimos hist¨®ricos ¡ªhasta 2007, para luego dispararse a partir de 2008 por la guerra contra el narco¡ª las cifras de mujeres asesinadas se manten¨ªan con pocas variaciones. Es por ello que no se puede relacionar directamente el aumento de violencia en el pa¨ªs con los cr¨ªmenes de g¨¦nero. No son una cifra m¨¢s de la violencia, es una epidemia que no ha dado tregua a la mitad de la poblaci¨®n. Ellas no han tenido paz.

El ¨²ltimo a?o registrado, 2016, presenta, no obstante, las cifras de feminicidios m¨¢s altas de los ¨²ltimos 27 a?os, 2.813. El l¨ªmite parec¨ªa haber llegado con siete mujeres al d¨ªa en 2011. M¨¦xico presum¨ªa de haber superado los a?os m¨¢s sangrientos de Ciudad Ju¨¢rez. Pero la lista sigui¨® creciendo. Las siguen matando. Y el pa¨ªs est¨¢ a punto de arrancarle a ese conteo una cifra m¨¢s al d¨ªa. ?Cu¨¢ntas m¨¢s podr¨¢ soportar?

Este jueves, 8 de marzo, D¨ªa Internacional de la Mujer, muchas marchar¨¢n por todo el pa¨ªs por sus hijas estranguladas, quemadas, destripadas, degolladas, lapidadas. Porque as¨ª es como se presenta para ellas la muerte en M¨¦xico. Tambi¨¦n se acordar¨¢n las que nunca regresan solas, las que no tienen otro remedio, las que regresan de trabajar en pesero, las que tiemblan cuando un conductor de Uber o Cabify hace un movimiento extra?o, las que dejan de respirar cuando un hombre se les acerca a pedirles la hora en una calle oscura, las que entran con un desconocido a una habitaci¨®n de hotel de la Ciudad de M¨¦xico. Porque no hay una sola mujer en este pa¨ªs que pueda decir que no ha olido nunca el miedo.