Los belgas que ofrecen techo por unos d¨ªas
500 refugiados y migrantes reciben alojamiento cada d¨ªa en casas de Bruselas
Visto desde fuera, el parque Maximilien parece cada d¨ªa a las ocho de la tarde un inmenso mercado humano. Hombres, mujeres y ni?os esperan de pie, expuestos a los elementos ¡ªla temperatura baja de cero grados¡ª, la llegada de desconocidos. Suben con ellos al coche camino a sus casas como si de familiares se tratara, pero ning¨²n lazo sangu¨ªneo les une con los ciudadanos belgas que les acogen. Son iraqu¨ªes, sirios, afganos, y sobre todo sudaneses, eritreos y et¨ªopes. La gran mayor¨ªa hombres. Y todos est¨¢n a miles de kil¨®metros de sus hogares.
Basta internarse unos minutos entre la muchedumbre y afinar el o¨ªdo para descubrir que en esta porci¨®n de tierra del norte de Bruselas nada se compra ni se vende. Los voluntarios, vestidos de blanco para ser identificados r¨¢pidamente en la negrura de la noche, atienden a los ciudadanos que acuden al parque para alojar en sus casas temporalmente a uno, dos o tres inmigrantes. Son el eje de un movimiento que se retom¨® en agosto del a?o pasado tras empezar, m¨¢s modestamente, en 2015. Belgas que alojan a inmigrantes y refugiados en sus casas para evitar que duerman a la intemperie entre amenazas de detenciones y deportaciones.
M¨¢s de 3.500 familias han recibido inmigrantes en sus casas. Algunas repiten, otras no. Una p¨¢gina de Facebook con m¨¢s de 45.000 seguidores sirve de punto de contacto para ofrecer vivienda, aunque cuando hay confianza la intermediaci¨®n desaparece. Hablan por tel¨¦fono y quedan. En total, entre 450 y 500 inmigrantes consiguen cama cada noche.
Tras la iniciativa est¨¢ la Plataforma Ciudadana de Apoyo a los Refugiados, financiada gracias a donaciones. Y al frente, Mehdi Kassou, belga descendiente de marroqu¨ªes. Antiguo ejecutivo de una multinacional, un d¨ªa llev¨® a un amigo a la Estaci¨®n del Norte y aprovech¨® para conocer el parque del que tanto hablaba la prensa. Vio a un ni?o de tres a?os descansando sobre un pl¨¢stico y se derrumb¨®. Compr¨® 150 tiendas de campa?a, pero segu¨ªa sin ser suficiente. Dej¨® su trabajo y se implic¨® de lleno en la organizaci¨®n. ¡°Muchos me dec¨ªan que estaba loco, que mucha gente querr¨ªa mi trabajo. Salario alto, bonus...¡±, dice desde la oficina de la entidad en la estaci¨®n de tren.
Cuando dan las ocho de la tarde sale del local camino al parque Maximilien. Al llegar, estrecha manos sin parar, saluda en ¨¢rabe y se pierde entre la multitud. Protegidos del fr¨ªo con capuchas y gorros, mochila al hombro, varios centenares de inmigrantes conversan o escuchan m¨²sica en el m¨®vil. Solo unos pocos piensan quedarse en B¨¦lgica: el objetivo de casi todos es cruzar a Reino Unido. Es el caso de tres j¨®venes et¨ªopes que aguardan a que los recojan. Est¨¢n a m¨¢s de 5.000 kil¨®metros de casa, en la pen¨²ltima etapa de un largo trayecto. Conscientes de su condici¨®n de sin papeles, desconf¨ªan del desconocido, pero ese sentimiento se torna complicidad cuando la conversaci¨®n vira hacia el atleta Haile Gebrselassie, ¨ªdolo en su pa¨ªs.
Mientras tanto, los veh¨ªculos llegan a cuentagotas y los voluntarios cuadran listas de nombres. ¡°Os vais con ¨¦l¡±, les dicen se?alando a un joven. No ha venido para invitarlos a su vivienda: se ofrece como ch¨®fer para llevarlos a otra casa. As¨ª, los que quieren acoger pero no tienen medio de transporte no quedan fuera del sistema. Los que restan comen de pie un guiso de carne halal (acorde con las normas musulmanas) en un puesto de voluntarios. Y a unos metros, junto a una caja llena de postres, la joven Manon Dupont responde que s¨ª, que por supuesto, cuando le preguntan educadamente si pueden coger uno. Empleada de una pasteler¨ªa, Dupont pide permiso a la due?a para regalar los dulces que sobran en lugar de tirarlos a la basura.
The New Arrivals
Cuatro millones de inmigrantes han llegado a Espa?a en dos d¨¦cadas en avi¨®n, en patera o saltando la valla. M¨¢s de un mill¨®n de personas pidieron asilo en Europa en 2016. EL PA?S cuenta, en un proyecto de 500 d¨ªas con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, c¨®mo se adaptan estos nuevos europeos y c¨®mo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fen¨®meno que est¨¢ transformando Espa?a y el continente
La noche avanza y en la acera que separa el parque de la carretera esperan Jean-Marie, de 74 a?os y Helen, de 70. Son matrimonio y es la segunda vez que ofrecen su casa. Sus hijos son adultos y en su vivienda, cercana a Waterloo, hay dos habitaciones libres. Esta noche las ceder¨¢n a dos inmigrantes. La primera vez ¨¦l vino solo a buscarlos, pero ahora Helen quiere participar de todo el proceso. ¡°Fue dif¨ªcil comunicarnos. En la tienda nos dec¨ªan lo que quer¨ªan por gestos. Cocinaron un plato de su tierra riqu¨ªsimo¡±, explica sobre los primeros acogidos, con los que convivieron tres d¨ªas.
Desde sus inicios, el proyecto suma m¨¢s de 50.000 noches bajo techo y no en la calle. Las cifras hablan de generosidad, pero Kassou alerta de que no es una soluci¨®n estable: ¡°No se puede convertir en estructural¡±, afirma. El Gobierno belga mantiene una pol¨ªtica restrictiva al respecto. El titular de migraci¨®n, Theo Francken, lleg¨® a hablar de la necesidad de ¡°limpiar el parque¡±.
Meter a un desconocido en casa no siempre es sencillo. ¡°Algunos tienen miedo y duermen mal la primera noche. Luego descubren una cultura¡±, a?ade el promotor de la iniciativa. Cita como ejemplo la situaci¨®n de un extranjero que lleva meses en una casa mientras se resuelve su petici¨®n de asilo, integrado hasta el punto de quedar al cuidado del beb¨¦ cuando los padres salen. El intercambio suele satisfacer a ambos. Unos duermen, comen, y se duchan con agua caliente. Otros sienten que suavizan la carga de horror vital que arrastran sus hu¨¦spedes. ¡°Para algunas familias es duro emocionalmente escuchar historias de tortura, esclavitud y violencia policial¡±, atestigua Adriana Costa, 23 a?os, coordinadora de alojamiento. Los v¨ªnculos que se forjan son a veces duraderos. En muchos casos siguen en contacto telef¨®nico con los inmigrantes meses despu¨¦s, cuando ya est¨¢n establecidos en Reino Unido.
Nadie sabe cu¨¢nto tiempo durar¨¢ el movimiento voluntario. La plataforma funciona d¨ªa a d¨ªa tratando de que nadie pase la noche en el parque. Kassou no olvida lo que est¨¢ en juego. No ha perdido la pista al ni?o de tres a?os que dormitando entre pl¨¢sticos le provoc¨® la catarsis que le hizo cambiar oficinas acristaladas por un parque desangelado. ¡°Conozco a su padre. Hoy habla franc¨¦s y siguen en B¨¦lgica".
El proyecto The New Arrivals est¨¢ financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundaci¨®n Bill & Melinda Gates.
El gesto de Camille van Havre
La Navidad de 2017 tra¨ªa para la familia de Camille van Havre un aniversario doloroso. Se cumpl¨ªa un a?o de la muerte del hermano de Camille y en casa decidieron reinventar la forma de vivir la fiesta. Acogieron por primera vez a uno de los refugiados del parque Maximilien. "Fue una experiencia inolvidable, rica en emociones. Nos ayud¨® a relativizar nuestro sufrimiento por el duelo ante la muerte de mi hermano", explica la joven. Desde entonces ha recibido en casa a inmigrantes y refugiados cuatro veces, la ¨²ltima junto a las otras cuatro estudiantes con las que ahora comparte vivienda. "De nuevo fue una experiencia m¨¢s que positiva. Esta ola de humanidad que recorre B¨¦lgica nos hace confiar de nuevo en el g¨¦nero humano".