Kaliningrado, la ciudad rusa que prefiere Europa a Putin
La regi¨®n, una anomal¨ªa hist¨®rica y geogr¨¢fica, se encuentra atrapada entre Lituania y Polonia
Oleg Savvin sigue escrutando a su alrededor, tenso y cauteloso: ¡°?Ve esos dos tipos a mis espaldas? Nos est¨¢n siguiendo. Todo se repite¡±. Luego se?ala un edificio bajo de color naranja, al otro lado de la calle: la entrada lateral de la sede local del FSB, heredero del KGB. ¡°Fue all¨ª donde el 11 de marzo de hace cuatro a?os, junto a otros activistas, ic¨¦ una bandera alemana. No quer¨ªamos expresar nuestro apoyo a Alemania, sino a Ucrania: si se puede cambiar de bandera en Crimea, ?por qu¨¦ no en Rusia? Una acci¨®n pac¨ªfica que me cost¨® m¨¢s de un a?o de c¨¢rcel¡±. En la antigua K?nigsberg, coraz¨®n de Prusia oriental antes de que la URSS se la anexionara en 1945 y la rebautizara como Kaliningrado en memoria de un lugarteniente de Stalin, el pasado alem¨¢n es ¡°pasado extranjero¡±, y por lo tanto es visto con recelo.
La regi¨®n es una anomal¨ªa hist¨®rica y geogr¨¢fica. Avanzadilla occidental de Rusia frente al mar B¨¢ltico, con la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica se encontr¨® atrapada entre Lituania y Polonia. Durante a?os, nacionalistas y fil¨®sofos, desde Vladimir Zhirinovski hasta Alexander Dugin, discutieron sobre la conveniencia de ced¨¦rsela a Alemania para dar un nuevo impulso a las relaciones. Hoy el debate suscitar¨ªa horror: esta franja de tierra encajada en el lado occidental de la Uni¨®n Europea y de la OTAN es la rampa de lanzamiento estrat¨¦gica de los temidos misiles rusos Iskander. Por lo tanto, basta con ondear una bandera con el ¨¢guila imperial o recoger firmas para devolverle el antiguo nombre a la ciudad, para evocar el temor a la ¡°germanizaci¨®n¡± o al separatismo.
Toda la ciudad de Kaliningrado es un monumento a su historia esquizofr¨¦nica. En la isla Kneiphof, el fil¨®sofo Immanuel Kant descansa desde 1804 a la sombra del K?nigsberg Dom, uno de los pocos monumentos que sobrevivieron a los bombardeos ingleses y al aplastamiento sovi¨¦tico de las ruinas teutonas. Parece mirar a la Casa del Soviet, monstruoso gigante nunca ocupado que domina amenazante la orilla opuesta del r¨ªo Pregel. Casitas de ladrillo rojo rodeadas por modernos bloques uniformes de color gris y cruces ortodoxas que brillan sobre las iglesias neog¨®ticas con agujas de color cobre. En 2010, las parroquias cat¨®licas luteranas fueron transferidas en masa a la Iglesia Ortodoxa rusa. ¡°Primero lo llamaron ¡°restituci¨®n, pero es absurdo: antes de la d¨¦cada de 1990 aqu¨ª nunca hab¨ªa habido tradici¨®n ortodoxa¡±, explica Igor Ronghe, de 48 a?os, arcipreste de la Iglesia luterana. ¡°Hoy nuestra comunidad cuenta en toda la regi¨®n con 24 parroquias y 617 fieles y la ley antiterrorismo aprobada el verano pasado se usa para limitar nuestras actividades¡±.?
La campa?a de rusificaci¨®n que sigui¨® al ¨¦xodo de los alemanes y a la colonizaci¨®n por parte de varias regiones sovi¨¦ticas borr¨® casi por completo el legado teut¨®nico. Antes se discut¨ªa sobre la peculiar ¡°identidad de Kaliningrado¡±. Hoy es un debate obsoleto: la poblaci¨®n es un melting polt [crisol]. Pero queda una sensaci¨®n de ¡°doble periferia¡±: alejada territorialmente de la ¡°Gran Rusia¡±, como es conocida, e ideol¨®gicamente de la cercana Europa. Y de una regi¨®n con cien mil vidas. Y otros tantos apodos.
En la ¨¦poca sovi¨¦tica era una zona militar cerrada y albergaba ¨C y a¨²n lo hace ¨C la flota del B¨¢ltico en el puerto de Baltijsk. Con la ca¨ªda del tel¨®n de acero, el ex ¡°basti¨®n sovi¨¦tico¡± so?aba con convertirse en la ¡°Cuarta rep¨²blica b¨¢ltica¡± o la ¡°Hong Kong del B¨¢ltico¡±, donde dos mundos distintos podr¨ªan encontrarse y fundirse. Pero la crisis de Ucrania y Lituania y las sucesivas sanciones y contrasanciones alzaron un nuevo muro. Y no solo virtual: Lituania empez¨® a fortificar la frontera y la OTAN despleg¨® el ¡°escudo espacial¡± y a 4.500 hombres en los confines. Por toda respuesta, Mosc¨² aline¨® de forma permanente los misiles Iskander. La regi¨®n del ¨¢mbar se transform¨® en una ¡°fortaleza en el B¨¢ltico¡±, replicando su destino de la posguerra.
Sin embargo, el gobernador Anton Alijanov est¨¢ empe?ado en que Kaliningrado no pierda su vocaci¨®n de puente entre este y oeste. ¡°Concentremos nuestros esfuerzos en lograr la amistad de Rusia y Europa. Habr¨ªa que dejar de tener miedo el uno del otro y volver a un di¨¢logo aut¨¦ntico y productivo¡±. Con 31 a?os, Alijanov es el gobernador ruso m¨¢s joven, un representante de la nueva generaci¨®n de tecn¨®cratas rusos colocados por Vladimir Putin en los puestos clave, con vistas a las elecciones presidenciales del domingo. Para impulsar la econom¨ªa, el l¨ªder del Kremlin tambi¨¦n ha instituido una Zona Econ¨®mica Especial, ha liberalizado el juego de azar, prohibido en otros lugares, en las proximidades de Pionjerskij, y ha elegido a la capital para estar entre las 11 ciudades que acoger¨¢n los Mundiales. Una nueva oportunidad para salir del olvido.
Pero a los habitantes de Kaliningrado no les basta: en las anteriores elecciones presidenciales Putin se qued¨® en el 47%, el porcentaje de votos m¨¢s bajo despu¨¦s de Mosc¨². Por otra parte, la regi¨®n siempre ha sido terreno f¨¦rtil para la oposici¨®n gracias a la fuerte presencia, rara para Rusia, de una prensa independiente, como Novye Koliossa, semanario fundado en 1995. ¡°El pasado mes de noviembre, el director, Igor Rudnikov, fue golpeado y arrestado bajo una acusaci¨®n falsa, porque hab¨ªa publicado un sondeo sobre la persona equivocada. Ni siquiera podemos nombrarla, porque nos quitar¨ªan la licencia¡±, cuenta su segundo, Yuri Grozmani, mostrando las fotos de Rudnikov mientras se lo llevaban en camilla. ¡°Desde entonces no lo he vuelto a ver¡±, explica con amargura. ¡°Aqu¨ª las elecciones se hacen sin trampa. El resultado de la votaci¨®n del domingo en esta regi¨®n permitir¨¢ comprender cu¨¢l es el verdadero apoyo del que goza Putin¡±, afirma Jakov Grigoriev, activista de 33 a?os que el a?o pasado consigui¨® desenmascarar y hacer confesar a los denominados titushki, los provocadores a sueldo del r¨¦gimen, que irrumpen con violencia en las manifestaciones pac¨ªficas ¡°obligando¡± a la polic¨ªa a intervenir. ¡°Estamos m¨¢s cerca de Berl¨ªn y Praga que de Mosc¨² y San Petersburgo. Vemos la calidad de vida de los pa¨ªses europeos y podemos hacer una comparaci¨®n. Es m¨¢s f¨¢cil enga?ar a los siberianos que a nosotros¡±.