Las siete vidas de la mansi¨®n del capo Rodr¨ªguez Gacha
China construir¨¢ su embajada en Colombia sobre las ruinas de la Casa Shaio, un hito arquitect¨®nico expropiado tras la muerte del sanguinario jefe militar del cartel de Escobar
El suelo es escaso en Bogot¨¢. Por eso la mansi¨®n de Gonzalo Rodr¨ªguez Gacha, el sanguinario socio de Pablo Escobar abatido hace casi 30 a?os, era considerada desde hace tiempo la joya de la corona entre los bienes incautados por el Gobierno colombiano a los grandes capos del narcotr¨¢fico. Sobre las ruinas de esa famosa propiedad, que fue en sus or¨ªgenes un hito arquitect¨®nico, China levantar¨¢ su nueva embajada tras desembolsar unos 17 millones de d¨®lares.
El muro de piedra que rodea el extenso lote en La Cabrera, uno de los barrios bogotanos m¨¢s lujosos, se cae a pedazos. Al doblar la esquina, una se?al advierte del peligro e invita a cambiar de acera. Desde la calle, se alcanzan a observar las tupidas copas de ¨¢rboles que compiten en altura con los edificios que rodean este enclave suspendido en el tiempo.
Los vecinos de la zona cuentan que nunca vieron al capo habitar la vivienda. La terror¨ªfica y exc¨¦ntrica historia de Gacha se escribi¨® en otras zonas de Colombia. Famoso por su gusto por los caballos de raza y las rancheras, estuvo implicado en varios magnicidios en la convulsa ¨¦poca en que el presidente Virgilio Barco (1986-1990) declar¨® la guerra frontal contra el narcotr¨¢fico.
El n¨²mero dos del cartel de Medell¨ªn, tras Pablo Escobar, contrat¨® mercenarios brit¨¢nicos e israel¨ªes para entrenar a sus sicarios, acapar¨® m¨¢s un centenar de inmuebles, entre ellos numerosas fincas que bautizaba con el nombre de ciudades mexicanas, y lleg¨® a adquirir el club bogotano Millonarios. Siempre dijo que prefer¨ªa una tumba en Colombia a una celda en Estados Unidos, y en diciembre de 1989 muri¨® en su ley, acribillado en un platanal por r¨¢fagas de un helic¨®ptero artillado.
Tras d¨¦cadas de litigios, el predio se antoja una met¨¢fora del cambio de ¨¦poca. De ser un emblema de la modernizaci¨®n de Bogot¨¢, pas¨® a reflejar el auge del narcotr¨¢fico. Y luego, de inmueble saqueado por ladrones durante el tiempo que estuvo en manos del Estado a flamante sede del gran poder emergente que pone un pie en Latinoam¨¦rica.
Casa Shaio
Sus or¨ªgenes est¨¢n muy lejos del gusto extravagante de El mexicano, como se conoc¨ªa a Gacha. Antes de ser la mansi¨®n del que fuera jefe militar del cartel de Medell¨ªn, fue la Casa Shaio, construida en 1957 para el empresario textil Eduardo Shaio, su esposa Iris Bigio y sus tres hijos, una familia de jud¨ªos sefard¨ªes que prosper¨® en Sudam¨¦rica despu¨¦s de emigrar de Oriente Medio. La pareja encomend¨® el dise?o al arquitecto Rafael Obreg¨®n, de la prestigiosa firma Obreg¨®n & Valenzuela, quien levant¨® una casa de un solo nivel con techos bajos y grandes ventanales que propiciaban la relaci¨®n con un jard¨ªn japon¨¦s, en el que el paisajista Jorge Hoshino dispuso un lago junto a un antiguo bosque de acacias.
Aunque el lote sea hoy un oasis en medio de una urbe densamente poblada, para aquel entonces estaba en los extramuros de una ciudad en expansi¨®n. Fue uno de los trabajos m¨¢s significativos de Obreg¨®n & Valenzuela, art¨ªfices de la Bogot¨¢ moderna, explican Edison Henao e Isabel Llanos, profesores de la Universidad Nacional de Colombia, quienes han estudiado un centenar de viviendas de la firma de las que solo quedan un par en pie. La de los Shaio, en particular, fusionaba interior y exterior en el recurrente anhelo de expandir el espacio dom¨¦stico hacia el paisaje ilimitado del altiplano. ¡°No era lujosa, pero ten¨ªa el artilugio muy famoso de una piscina entre adentro y afuera con una puerta basculante¡±, detalla Henao.
¡°El car¨¢cter estaba en el jard¨ªn, que se met¨ªa en la casa con su naturaleza agreste¡±, rememora Pedro Shaio, el hijo de la familia. Las piedras del monte con musgo y lama, as¨ª como los helechos aclimatados gracias al vapor de la piscina, creaban un paisaje casi subtropical en la altiplanicie. ¡°El efecto de los elementos sobre uno era profundo. Aprendimos a apreciar la lluvia tanto como el sol. Esa casa era algo in¨¦dito en Bogot¨¢ y fue una dicha vivir en ella". Incluso Ezra Stoller, el c¨¦lebre fot¨®grafo estadounidense de arquitectura, retrat¨® la vivienda.
Los Shaio vendieron despu¨¦s de una d¨¦cada, y la propiedad pas¨® por varias manos hasta que en los a?os ochenta la compr¨® un testaferro de Gacha.
Fiebre de guaqueros
Abundan las leyendas sobre El mexicano y su estramb¨®tica redecoraci¨®n, pero vecinos que ya viv¨ªan en La Cabrera antes de su muerte nunca lo vieron habitarla, apenas el inusual movimiento de personal de seguridad y de servicio.
Abatido el capo a finales de los ochenta, el terreno de 5.425 metros cuadrados pas¨® a manos del Gobierno en 1995, pero solo consigui¨® la extinci¨®n definitiva de los bienes en 2007, y le tom¨® otra d¨¦cada venderlo.
En el entretanto, la casa fue saqueada sin tregua. El hallazgo de d¨®lares y oro escondidos en propiedades del narco desat¨® una fiebre de guaqueros (cazatesoros) de la que no se libr¨®, y a mediados de los noventa unos indigentes que la ocupaban provocaron un incendio que se sali¨® de control. Ya entrado este siglo, los vecinos solo rese?an haber visto a los gatos que se pasean por las ruinas.
Desembarco chino
Dos subastas el a?o pasado no alcanzaron una oferta viable, principalmente por las restricciones urban¨ªsticas que reservan el terreno a entidades culturales y no permiten levantar construcciones de altura, lo que descarta proyectos como hoteles o centros comerciales. Hasta que los chinos ofrecieron 49.839 millones de pesos (m¨¢s de 17 millones d¨®lares), por encima del aval¨²o.
El negocio es "uno de los m¨¢s grandes que se hayan adelantado con bienes decomisados a los narcotraficantes", seg¨²n el ministro de Hacienda, Mauricio C¨¢rdenas, quien explic¨® que el dinero se repartir¨¢ entre el Gobierno, la Fiscal¨ªa, la rama judicial y la Polic¨ªa para fortalecer la lucha contra el crimen.
¡°Las relaciones entre China y Colombia avanzan viento en popa, y para construir una nueva embajada comenzamos a buscar una tierra adecuada desde hace cinco o seis a?os¡±, explica Li Nianpin, embajador de la Rep¨²blica Popular China, segundo socio comercial del pa¨ªs suramericano. ¡°La historia de este lote no es un secreto, pero todo el mundo sabe que esa tierra ya comienza a pertenecer al gobierno colombiano desde hace 20 a?os, y lo conseguimos a trav¨¦s de varias rondas de negociaciones¡±. A comienzos de marzo, se sell¨® el ¨²ltimo paso de la venta. ¡°Quisi¨¦ramos que todas las obras comenzaran a la mayor brevedad¡±, apunta el diplom¨¢tico.
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