Egipto: democracia perdida
Nada se hace en el pa¨ªs sin el aval castrense y dentro de ese marco debe ser visto cualquier hecho pol¨ªtico relevante
En 1967, Anuar Abdel Malek public¨® un libro titulado con toda precisi¨®n Egipto, sociedad militar. Deb¨ªa ser dif¨ªcil pronosticar entonces que esa misma sociedad seguir¨ªa siendo militar medio siglo despu¨¦s, pero eso parece confirmado rotundamente a d¨ªa de hoy: nada se hace en el pa¨ªs sin el aval castrense y dentro de ese marco debe ser visto cualquier hecho relevante en el plano pol¨ªtico y, en primer lugar, el proceso electoral en marcha que dar¨¢ una aplastante victoria al presidente Al Sisi.
Abdelfat¨¢ al Sisi, en efecto, ha barrido literalmente en la primera vuelta a su ¨²nico adversario, Musa Mustaf¨¢ Musa, un civil irrelevante y jefe de un partido sin un solo diputado, el Ghad, obligado a aceptar la farsa para evitar la delicada situaci¨®n que habr¨ªa sido elegir a un general-presidente para un segundo mandato sin un solo adversario. El desdichado candidato acept¨® en el ¨²ltimo minuto a finales de enero y desde entonces ha cumplido lo mejor que ha sabido el triste papel que le atribuy¨® el exmariscal Al Sisi. Se da por hecho que, si fuera conveniente, se alterar¨¢ al alza el escaso resultado que le reserva la elecci¨®n.
La precisi¨®n de Anuar Abdel Malek al titular su ensayo parece especialmente intuitiva porque a d¨ªa de hoy deber¨ªa haber parecido imposible que jam¨¢s hubiera en Egipto un civil a cargo del Estado. Al fin y al cabo, el pa¨ªs goz¨® de un r¨¦gimen pluripartidista de tono liberal (heredado de la inevitable tradici¨®n brit¨¢nica) desde la independencia en 1922 hasta el golpe nasserista y republicano de 1952. Pero desde entonces han sido presidentes Mohamed Naguib, Gamal Abdel Nasser, Anuar al Sadat, Hosni Mubarak y Abdelfat¨¢ al Sisi, todos militares de carrera, y s¨®lo por un a?o y unos d¨ªas lo fue Mohamed Morsi, un ingeniero de formaci¨®n norteamericana y militante de los Hermanos Musulmanes, elegido en la ¨²nica elecci¨®n presidencial limpia de la historia contempor¨¢nea de Egipto, la de junio de 2012, en la que venci¨® por s¨®lo tres puntos y medio al candidato de la oposici¨®n, general Ahmed Shafiq, en una votaci¨®n que, adem¨¢s, con algo m¨¢s del 50%, bati¨® todos los r¨¦cords de participaci¨®n, generalmente muy baja en el pa¨ªs.
Nostalgia de los uniformes
Esa jornada deb¨ªa marcar una era diferente en la agitada vida pol¨ªtico-social de Egipto por varias razones. La primera es que los militares, a fin de cuentas, fueron los que interpretaron adecuadamente el sentimiento pro-democr¨¢tico de las multitudes en el marco de la primavera ¨¢rabe y, sab¨ªan del apoyo expreso de Washington; el Washington de Obama y su embajadora en el Cairo, Anne Patterson, que, astutamente, hab¨ªa creado canales de comunicaci¨®n con los Hermanos Musulmanes en cuanto que potenciales vencedores en los procesos electorales que estaban por venir.
Tras la dimisi¨®n de Hosni Mubarak en febrero de 2011 y con la multitud pro-democr¨¢tica en la calle, el poder ejecutivo estuvo en manos militares, las del respetado mariscal Hussein Tantawi, ministro de Defensa durante largos a?os y con pocas aspiraciones pol¨ªticas. Este hombre, hoy de 83 a?os, representar¨ªa un papel clave en el periodo interino entre la ca¨ªda de Mubarak y la normalizaci¨®n electoral de la situaci¨®n como jefe del llamado Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, de hecho el gobierno pol¨ªtico del pa¨ªs hasta junio de 2012. Su actuaci¨®n fue un¨¢nimemente juzgada como imparcial, y se confirm¨® con su autodisoluci¨®n apenas formado un ejecutivo a partir del resultado de la primera elecci¨®n parlamentaria y a la espera de la designaci¨®n, tambi¨¦n elegido, de un nuevo presidente.
Esta vez la aparici¨®n de los militares en el escenario fue ben¨¦fica y todav¨ªa hoy cuesta trabajo reconocer en las actuales Fuerzas Armadas y sus mandos a aquellas que por entonces mantuvieron el rumbo, dejando a los civiles y a sus partidos abordar los problemas. En este cambio fue decisivo el papel del hombre que en la sombra hab¨ªa sabido ganarse el aprecio del islamismo pol¨ªtico institucional, pese a las advertencias de que ¨¦l "no era Tantawi".
Fue nombrado ministro de Defensa en agosto de 2012 y parece que desde ese puesto puso en pie la estructura que finalmente dar¨ªa el golpe en su favor el tres de julio de 2013. El resto es bien sabido: se autoproclam¨® candidato de todo el campo anti-islamista (que obtuvo lo que buscaba, la persecuci¨®n e ilegalizaci¨®n de los Hermanos Musulmanes) y se present¨® a la elecci¨®n presidencial de junio de 2014, ganando ostentosamente: 97 por ciento para ¨¦l y un tres para su rival, Hamdin Sabahi, un voluntarioso outsider sin posibilidad alguna.
La elecci¨®n presidencial debe dar una victoria apabullante al candidato a la reelecci¨®n frente a un competidor insignificante y casi candidato a la fuerza, por lo que la cifra de participaci¨®n ser¨¢ mucho m¨¢s relevante que el resultado, sabido de antemano. De todos modos debemos ser prudentes frente a las cifras de concurrencia: en la sociedad militar que ha llegado a ser Egipto, se har¨¢ lo necesario para embellecer la segura gran victoria de al-Sisi.
Roc¨ªo V¨¢zquez es arabista
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