Trump, Macron y la magia del primer beso
La qu¨ªmica de ambos l¨ªderes contrasta con sus divergencias pol¨ªticas. El peligro es que este romance pol¨ªtico se quede en la gesticulaci¨®n.
Nada m¨¢s verse el lunes, en la entrada de la Casa Blanca, se besaron en la mejilla. Lo har¨ªan muchas m¨¢s veces este martes, durante la larga jornada que pasaron juntos en Washington, antes, durante y despu¨¦s de cada acto, incluso en medio de una rueda de prensa. Es necesario adentrarse en el lenguaje del saludo para hablar de la relaci¨®n entre Donald Trump y Emmanuel Macron.
Cuando se conocieron hace casi un a?o, el presidente franc¨¦s sorprendi¨® al estadounidense con un apret¨®n de manos interminable. Trump ten¨ªa ya la merecida fama de estrechar la mano con fuerza y un peque?o tir¨®n, como quien marca territorio, y Macron, como confesar¨ªa m¨¢s tarde, le desafi¨® a prop¨®sito. A Trump le cay¨® en gracia. Esta vez, en la visita de Estado, Macron se acerc¨® y le bes¨®. El americano correspondi¨® algo perplejo al principio, pero luego tom¨® la iniciativa, sonriente, muchas veces despu¨¦s.
La qu¨ªmica que muestran los dos mandatarios es una de esas rarezas que la pol¨ªtica exterior brinda a veces. Macron se presenta al mundo como un l¨ªder antit¨¦tico de Trump: enarbola la bandera de la multilateralidad, defiende a ultranza el pacto nuclear con Ir¨¢n y fue el primero en criticar a Trump cuando este decidi¨® desvincularse del Pacto contra el Cambio Clim¨¢tico el a?o pasado. Tampoco sus historias de vida guardan grandes semejanzas: Macron, de 40 a?os, es un antiguo alto funcionario, banquero y letraherido, pareja desde que era apenas un adolescente de una mujer 24 mayor que ¨¦l. Trump, de 71, casado en terceras nupcias con una exmodelo mucho menor, es un rico constructor al que se le atribuye alergia por la lectura y pasi¨®n por la tele.
Y, sin embargo, se gustan. Se trata de dos l¨ªderes orgullosamente ajenos de las maquinarias de los partidos que han llegado en el mismo a?o a las presidencias de sus pa¨ªses y se admiran por ello. ¡°Es muy buena persona, un tipo duro, pero tiene que serlo, va a ser un gran presidente de Francia¡±, dijo Trump el pasado julio. Acababa de volver de su viaje a Par¨ªs, extasiado con la grandeur. Macron le hab¨ªa invitado a celebrar el 14 de julio, fiesta nacional francesa, cuando se conmemora la toma de la Bastilla, el fin del despotismo mon¨¢rquico, y se qued¨® prendado con las atenciones del europeo y con el desfile militar, tanto que decidi¨® incorporar un desfile similar a Estados Unidos.
El hombre fuerte
Los estadounidenses acu?aron el t¨¦rmino bromance (una fusi¨®n de brother, hermano en ingl¨¦s, y romance) para hablar del idilio de dos hombres en pol¨ªtica. En el que Trump y Macron protagonizan, como en las buenas historias de amor, habr¨ªa pocas explicaciones racionales, m¨¢s all¨¢ de lo mucho que les conviene: al franc¨¦s le presenta como hombre fuerte de Europa e interlocutor privilegiado de la primera potencia del mundo, el tipo que sabe manejar la relaci¨®n con un presidente tan err¨¢tico y poderoso como es Donald Trump. A este le puede ayudar a abrir una veta estadista, adem¨¢s de que se le ve sinceramente c¨®modo en su compa?¨ªa.
¡°Es alguien que seduce a los viejos. Lo encontr¨¦ muy inteligente, con un encanto extremo. Es un ox¨ªmoron: un Giscard en simp¨¢tico [el expresidente Val¨¦ry Giscard D'Estaing]¡±, dec¨ªa el intelectual y economista Alan Minc, que fue mentor de Macron, en una entrevista con EL PA?S el pasado mayo.
Trump, adem¨¢s, desprecia a todo aquel que considera d¨¦bil o perdedor, independientemente de su ideolog¨ªa, y ama la fuerza, hasta el punto de que no tiene problemas en llamar ¡°amigo¡± a Xi Jinping, l¨ªder de un r¨¦gimen como el chino, o de lanzar elogios al mismo presidente ruso Vlad¨ªmir Putin.
Y de Macron admira ese perfil de hombre fuerte que el presidente de Francia quiere proyectar, una condici¨®n que, en puridad, servir¨ªa igualmente para argumentar justo lo contrario, que ambos l¨ªderes no se llevasen bien por el exceso de gallos en un mismo corral. Pero el franc¨¦s parece combinar esa fuerza con un trato muy cercano, algo embaucador, que agrada al americano. Dice Fran?ois Hollande en sus memorias, de forma algo cr¨ªtica, que Macron es de ¡°tuteo f¨¢cil¡± y muy besuc¨®n. ¡°Duda en besarme, como tiene costumbre de hacer con una facilidad que siempre me ha desconcertado¡±, escribe en un pasaje el presidente franc¨¦s.
Frutos concretos
¡°Tenemos una relaci¨®n muy especial, tanto que le voy a sacudir este poco de caspa para que est¨¦ perfecto¡±, dijo Trump en el Despacho Oval, atusando la chaqueta de su hom¨®logo franc¨¦s. Son tantos los gestos y palabras de afecto que se han intercambiado estos d¨ªas que, m¨¢s que destinados a ellos, parecen una exhibici¨®n al mundo. Este viernes, visita la Casa Blanca la canciller alemana Angela Merkel, otrora interlocutora predilecta del expresidente Barack Obama, con quien el clima se encuentra a?os luz, pero que es la voz fuerte de Europa.
Est¨¢ por ver c¨®mo evolucionar¨¢ la relaci¨®n de Trump y Macron despu¨¦s de la magia de los primeros besos. El peligro es que todo quede en pura gesticulaci¨®n, sin resultados concretos. Es lo que determinar¨¢ si esta alianza es un verdadero ¨¦xito de pol¨ªtica exterior para alguien, sobre todo para Macron. En alg¨²n momento el presidente franc¨¦s deber¨¢ mostrar a los franceses ¡ªy a los europeos¡ª los frutos concretos de la amistad con Trump, si le tuerce el brazo en alg¨²n terreno, ya sea Ir¨¢n, el pacto clim¨¢tico o la guerra arancelaria.
Lo que los dos han logrado de momento es hablarse en el mismo idioma. En julio, Macron llev¨® a Trump a visitar la tumba de Napole¨®n. El presidente americano lo cont¨® extasiado en una entrevista en The New York Times al poco de regresar. ¡°Napole¨®n acab¨® un poco mal. Le pregunt¨¦ por ello al presidente, le dije: ¡®?Qu¨¦ hay de Napole¨®n?¡¯ Y me dijo: ¡®No, no, no. Lo que hizo fue incre¨ªble. Dise?¨® Par¨ªs¡±.
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