No es el programa nuclear sino el encaje de Ir¨¢n en la regi¨®n

?Otra vez? ?Pero el acuerdo nuclear no hab¨ªa cerrado ya la crisis at¨®mica con Ir¨¢n? Es comprensible el desconcierto. Tras la escenificaci¨®n del gran ¨¦xito diplom¨¢tico que se realiz¨® en Viena el 14 de julio de 2015, se esperaban altibajos, no una vuelta al punto de partida. Claro que tampoco entonces se preve¨ªa el vuelco que ha supuesto la llegada a la Casa Blanca de alguien como Donald Trump. Aun as¨ª sus objeciones al pacto act¨²an como c¨¢mara de resonancia de las que exist¨ªan en Oriente Pr¨®ximo con anterioridad. El problema no es tanto el programa nuclear de Ir¨¢n como el encaje de Ir¨¢n en la regi¨®n.

Es preciso reconocer que la firma del acuerdo fue un acto de fe. De las grandes potencias (EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania, m¨¢s la UE) en la voluntad de Ir¨¢n de acotar sus ambiciones nucleares a cambio de reintegrarse en la comunidad internacional. Y de Ir¨¢n en la sinceridad de aquellas para permitirle desarrollar su potencial como naci¨®n, capado por el aislamiento y las sanciones que derivaban, en ¨²ltima instancia, de la revoluci¨®n de 1979.

Cierto que el Organismo Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica (OIEA) act¨²a de garante con sus inspecciones. Pero admit¨¢moslo, se cuentan con los dedos quienes son capaces de entender sus informes y, en todo caso, la mayor¨ªa de estos abordan asuntos imposibles de responder de forma concluyente, empezando por la imposibilidad de demostrar una premisa negativa (que no hubo un programa militar).

Al final, creer el PowerPoint de Netanyahu asegurando que Teher¨¢n sigue aspirando a tener la bomba, o en la fetua del ayatol¨¢ Jamenei prohibiendo las armas at¨®micas, constituye no tanto una cuesti¨®n de fe como de intereses. Por sus propios motivos y fantasmas, Israel y Arabia Saud¨ª ven un Ir¨¢n nuclear como amenaza existencial y encuentran ¨²til explotar la mera sospecha en su propio beneficio.

La Rep¨²blica Isl¨¢mica tampoco ayuda. Aunque hace a?os que la realidad le hizo renunciar a exportar la revoluci¨®n, la ret¨®rica revolucionaria de sus dirigentes contradice con frecuencia las buenas palabras de sus diplom¨¢ticos. Sea por expansionismo, como le acusa Riad, o como medida defensiva, como pretenden los portavoces iran¨ªes, tampoco hay crisis regional en la que no aproveche para meter a los Guardianes de la Revoluci¨®n, directamente o a trav¨¦s de su mejor alumno y aliado, el Hezbol¨¢ liban¨¦s.

Todo ello alienta una espiral de desconfianza muy dif¨ªcil de romper mientras Ir¨¢n no se vea aceptado por sus vecinos ¨¢rabes en pie de igualdad y estos dejen de sentirse v¨ªctimas de la duplicidad e injerencias de aquel. El acuerdo nuclear pudo haber sido un primer paso para romper el maleficio y as¨ª lo expresaron algunos de los diplom¨¢ticos (Kerry, Zarif, Mogherini) que lo perge?aron. La toma de partido de Trump ha enterrado el posible papel mediador de EE UU. Algunos analistas piden a la UE un plan B para salir del atolladero nuclear. Para tener ¨¦xito, debe contar con los vecinos.