Noticias falsas con pasado
Los eventos decisivos del siglo XX se libraron bajo la neblina perenne de la propaganda y la desinformaci¨®n
Un reciente simposio sobre periodismo de investigaci¨®n en Estados Unidos se llam¨® El periodismo en la era de Trump. La silueta en negro del presidente estadounidense se posaba como sombra en la portada del folleto del evento. Y se habl¨® mucho, por supuesto, sobre las fake news, las informaciones falsas que se ven como una amenaza existencial a la democracia. Es la era de la posverdad, sostienen algunos, esa suerte de desmadre cognitivo en el cual la presunta verdad de los hechos pende de versiones en mutuo conflicto.
Vivimos una inflaci¨®n de fake news, sin duda, pero ellas no son ninguna novedad. Un gobernante como Trump s¨ª es algo nuevo (la gente como ¨¦l suele encabezar tiran¨ªas, no democracias), pero las noticias sistem¨¢ticamente falsas no lo son, en absoluto. Se mueven m¨¢s r¨¢pido hoy pero eso no las hace necesariamente m¨¢s eficaces como veh¨ªculos de la mentira.
Los eventos decisivos del siglo XX y buena parte de los del actual se libraron y decidieron bajo la neblina virtualmente perenne de la propaganda y la desinformaci¨®n. El fascismo, el comunismo y la democracia no dirimieron dogmas con verificadores, con fact-checkers, sino a trav¨¦s de exaltaciones ret¨®ricas y reclutamiento de inteligencias al servicio de la propaganda. Antes de la segunda guerra mundial, el nazi Joseph Goebbels y el comunista Willi M¨¹nzerberg, libraron ¨¦picas batallas de propaganda en las que este ¨²ltimo prevaleci¨® al reclutar a los m¨¢s notables intelectuales de su tiempo en la lucha contra el fascismo.
Durante la Guerra Fr¨ªa a nadie se le ocurri¨® hablar de fake news porque hab¨ªa una palabra m¨¢s apropiada para designar lo mismo: desinformaci¨®n. Se trataba de la diseminaci¨®n planificada de informaci¨®n falsa presentada como cierta, sobre todo a trav¨¦s de medios de prensa. La practicaron intensamente los servicios de inteligencia enfrentados, con clara ventaja de los sovi¨¦ticos y sus aliados, pero tambi¨¦n lo hicieron sectas como la en alg¨²n momento influyente de Lyndon Larouche.
En la d¨¦cada de los ochenta del siglo pasado, se cre¨® una c¨¢tedra sobre desinformaci¨®n en la universidad de Boston, a cargo de un antiguo oficial de inteligencia checo especializado en el tema, Ladislav Bittman, que desert¨® a Occidente y convirti¨® en tema acad¨¦mico los trucos y sistemas de falsificaci¨®n de la verdad.
Como sucede con la moneda falsa, el objetivo de la desinformaci¨®n era introducir las noticias mentirosas en medios leg¨ªtimos y, en la medida de lo posible, prestigiosos. Generalmente eso supon¨ªa hacer una suerte de lavado de noticia: darle vueltas en medios diversos por el mundo hasta que alguna agencia o peri¨®dico grande la recogiera como leg¨ªtima.
No fue una actividad espor¨¢dica sino constante, con el nivel de ¨¦xito esperado en las operaciones de desinformaci¨®n: desde desacreditar o cuando menos hostigar a determinados l¨ªderes o personajes, hasta crear sospechas profundas y potencialmente desestabilizadoras (como fue la operaci¨®n para convencer a la gente que el Gobierno de Estados Unidos hab¨ªa creado el sida como una suerte de arma ¨¦tnica).
Pero la desinformaci¨®n de los servicios de inteligencia no fue la ¨²nica. Hubo tambi¨¦n la que provino del ejercicio mismo del periodismo. Una de las mejores ilustraciones sobre eso fue la portada original del libro cl¨¢sico de Phillip Knightley sobre corresponsal¨ªa de guerra: The First Casualty (La primera v¨ªctima), en la cual un enviado especial escribe su despacho desde el campo de batalla, con un pie c¨®modamente apoyado sobre el cuerpo sangrante de la verdad.
Desde la guerra de Crimea hasta la invasi¨®n de Irak, Knightley describi¨® c¨®mo la cobertura de guerra sacrific¨® preceptos b¨¢sicos del periodismo ¡ªreportar la verdad de los hechos¡ª en favor del esfuerzo b¨¦lico. Los resultados, desde ocultar la pavorosa realidad de la guerra de trincheras en la Gran Guerra, hasta la complicidad con la mentira de las ¡°armas de destrucci¨®n masiva¡± en la de Irak, fueron tan o m¨¢s negativos que los que produjo la cl¨¢sica desinformaci¨®n.
As¨ª que las fake news no son nada nuevo. Lo que es m¨¢s bien excepcional es el buen periodismo.
Lo positivo de Trump es que es lo suficientemente estridente como para preocuparnos por ello.
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