Los ni?os de Marruecos que Europa no quiere en sus calles
El flujo de los menores sin papeles crece cada a?o mientras varios Gobiernos europeos intentan negociar con Rabat sus repatriaciones
La escena parece propia de una pel¨ªcula de presos. Pero estamos al aire libre, en lo alto de un monte situado frente al puerto de T¨¢nger-Ville, al lado de la medina. Cinco menores de entre 14 y 16 a?os relatan sus artima?as para meterse en lo bajos de un autob¨²s que los lleve dentro de un ferri hacia Europa. Hay otro chaval de 12 a?os que se acerca y se aleja del grupo, se retira cada cinco minutos y se encarama en un risco desde donde controla mejor los autobuses que salen del puerto, a lo lejos. Se afana con la concentraci¨®n de un recluso que observara d¨ªa a d¨ªa, semana a semana, los h¨¢bitos de los vigilantes. Lo curioso es que no le interesa tanto los autobuses que entran en el puerto, rumbo a Tarifa, como los que salen.
Mustaf¨¢ (su verdadero nombre es otro) es un tangerino de 15 a?os que asegura haber sido sacado esta semana hasta cinco veces de los bajos de otros tantos autobuses. ¡°Muchas veces, cuando nos vamos a meter en un autob¨²s que entra en el puerto nos encontramos con la sorpresa de que ya hay alguien dentro. As¨ª que, para que no te quiten el sitio, es mejor meterse a la salida. Lo malo es que te puedes llevar una semana viajando por Marruecos y te pillan justo cuando el cami¨®n va a entrar en el barco. A m¨ª me descubrieron una vez despu¨¦s de haber pasado el esc¨¢ner. Los perros me olieron¡±.
Conocen perfectamente los autobuses. Saben, por ejemplo, que hay uno negro con un espacio ideal en medio. As¨ª que siempre se mete alg¨²n ni?o entre las ruedas traseras, a sabiendas de que a ese lo van a descubrir. Pero el que va en medio llegar¨¢ a Europa. Todos los ni?os tienen quemaduras, visten dos pantalones para protegerse de las quemaduras y llevan una linterna, a veces tan peque?a como una u?a, para escudri?ar los huecos donde se van a meter. ¡°Normalmente, vamos sobre la caja de cambio. Los hierros se van calentando a medida que el autob¨²s recorre kil¨®metros¡±.
?Les pegan los funcionarios del puerto o los conductores al descubrirles? Uno dice que s¨ª. Mustaf¨¢ lo interrumpe: ¡°No vamos a mentir. Nos humillan, nos insultan, nos escupen, a veces nos dan una patada, pero no suelen pegarnos¡±.
En 2010 hab¨ªa 4.000 menores extranjeros atendidos en los consejos departamentales de Francia. En 2016 la cifra llegaba a 13.000 y para finales de 2017 esperaban alcanzar los 25.000
Mustaf¨¢ y sus amigos confiesan que les gustar¨ªa ir a Barcelona. ¡°En realidad lo que queremos es cruzar el charco. El sitio nos da igual. Tenemos entendido que en Barcelona es m¨¢s f¨¢cil conseguir papeles¡±. Ninguno de ellos tiene tel¨¦fono. Se comunican con los amigos que llegaron a Europa cuando entran a un cibercaf¨¦, a trav¨¦s de Facebook. ¡°Y nos dicen que est¨¢n en centros de acogida, que les est¨¢n ense?ando una profesi¨®n. Eso es lo que queremos nosotros¡±.
En 2015 hab¨ªa 3.341 menores extranjeros no acompa?ados acogidos o tutelados en las Comunidades Aut¨®nomas de Espa?a, seg¨²n inform¨® el Gobierno en el Senado. En 2016 ascend¨ªan a 3.997. En 2017 ya alcanzaban los 6.414, seg¨²n las cifras actualizadas por el Ministerio del Interior y difundidas esta semana por la ONG Save the Children en su informe Los m¨¢s solos. El aumento es del 60,4% respecto a 2016. ¡°Y en esas cifras solo est¨¢n los menores registrados en centros¡±, se?ala por tel¨¦fono desde Madrid Jennifer Zuppiroli, una de las autoras del informe. ¡°Los que no llegan a los centros o escapan de ellos, no aparecen. Es imposible cuantificarlos¡±, a?ade. Zuppiroli aclara que la mayor¨ªa de los menores sin papeles que llega a Europa no lo hace en los bajos de los veh¨ªculos, sino en patera.
La Comisi¨®n de Asuntos Sociales del Senado en Francia public¨® en junio del a?o pasado un informe en el que se?alaba que en 2010 hab¨ªa 4.000 menores extranjeros atendidos en los consejos departamentales. En 2016 la cifra llegaba a 13.000 y para finales de 2017 esperaban alcanzar los 25.000.
En Francia, varios medios de comunicaci¨®n le han dedicado una atenci¨®n exhaustiva a las ¡°hordas de ni?os¡± que llegan desde hace a?o y medio a las calles del distrito 18?, ¡°solos, drogados, violentos, el cuerpo cubierto de heridas y quemaduras, (...) sembrando el terror en el barrio¡±. En realidad, las ¡°hordas¡± ante las que parecen toparse educadores sociales eran una veintena hace un a?o y medio y ahora son unos 60, seg¨²n publicaba Le Monde el 17 de mayo. 60 ni?os en una ciudad de 12 millones de habitantes no parece, a priori, una cifra muy amenazadora para generar tanta alarma social ni atenci¨®n medi¨¢tica.
¡°Es evidente¡±, explica Jennifer Zuppiroli, ¡°que la llegada de ni?os ha aumentado en los ¨²ltimos a?os, tal y como demuestran las cifras. Y los actuales sistemas de protecci¨®n no se ajustan a las necesidades espec¨ªficas de todos los menores. Los que no se quedan y siguen el viaje a veces los encontramos en las calles de Par¨ªs, de Estocolmo o en las de Ceuta y Melilla. Son ni?os sin papeles y desprotegidos, muchos sin familias y en riesgo. Son una minor¨ªa dentro de los miles que cada a?o se integran en los sistemas de recepci¨®n. La soluci¨®n posible ser¨ªa facilitarles nuevas alternativas. M¨¢s mediadores de calles, m¨¢s apartamentos, menos centros saturados. Hay medios de comunicaci¨®n que prefieren centrarse en los que delinquen antes que en la inmensa mayor¨ªa de los que intentan integrarse d¨ªa a d¨ªa en la sociedad. Con lo cual se contribuye a crear una alarma social injustificada. Pero son muchas m¨¢s las historias con final feliz¡±.
Mientras tanto, frente al puerto de T¨¢nger-Ville, Mustaf¨¢ y sus amigos siguen escrutando los autobuses que llegan. Reconocen que algunos de ellos se enganchan a la droga del pegamento, que es la m¨¢s barata, y finalmente pierden el objetivo de llegar a Europa. Pero dicen que no es su caso, que algunos solo inhalan pegamento para armarse de valor antes de meterse en el autob¨²s. ¡°Y tampoco somos ladrones¡±, aclara Mustaf¨¢. ¡°Aqu¨ª vivimos en la calle, a veces comemos lo que encontramos en los contenedores. Pero si no robamos aqu¨ª, tampoco vamos a hacerlo en Europa¡±.
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