Un vicio epistolar
El chileno Alberto Collados recopila en un libro 3.500 cartas al director que ha enviado en cuatro d¨¦cadas
Hace casi cuatro d¨¦cadas, el arquitecto chileno Alberto Collados adquiri¨® el h¨¢bito, ¨¦l lo llama vicio, que le ha convertido en una de las personas que m¨¢s veces ha firmado en los peri¨®dicos sin ser periodista. Todo empez¨® a m¨¢s de 2.000 metros de altura. Collados quer¨ªa salvar de la demolici¨®n a una ciudad minera ubicada en los Andes y comenz¨® a enviar mensajes a los peri¨®dicos de Valpara¨ªso. Y ya no pudo parar. En este tiempo ha escrito m¨¢s de 3.500 cartas al director en rotativos de Sudam¨¦rica y Espa?a, incluido EL PA?S. Como colof¨®n, ahora el graf¨®mano recopila sus misivas en Se?or director (Archipi¨¦lago) y renuncia con ello a seguir escribi¨¦ndolas.
La mayor¨ªa de los textos distan mucho de la idea can¨®nica de una carta al director, recuerdan m¨¢s a las greguer¨ªas o los haikus, como la que se public¨® en este diario en mayo de 1988: ¡°Los tontos m¨¢s graves son m¨¢s tontos que los tontos leves y, por tanto, menos abundantes¡±. Aunque s¨ª comenzaron ajust¨¢ndose al paradigma.
¡°Empez¨® por casualidad, un d¨ªa de invierno, con sol, pero con nieve en el piso¡±, describe Collados. Un amigo le propuso visitar el campamento minero de Sewell, que iba a ser destruido tras varias d¨¦cadas en funcionamiento. Cuando lleg¨® al enclave, el arquitecto se qued¨® ¡°maravillado¡±. ¡°En un lugar muy aislado, en medio de la cordillera andina, en un pe?¨®n con mucha pendiente y en el ¨²nico lado en el que no hab¨ªa avalanchas de nieve lleg¨® a haber una ciudad de 15.000 personas¡±, explica. Un hito arquitect¨®nico y una muestra relevante de la historia de Chile, considera. La mina representaba la resistencia obrera contra la explotaci¨®n estadounidense y la opresi¨®n de la dictadura militar de Augusto Pinochet, pues ambas partes gestionaban la extracci¨®n del cobre. Tiempos ¨¢speros enfrentados con soluciones aguerridas que el arquitecto no pudo ignorar. Decidi¨® impedir aquella demolici¨®n y tras varios contactos infructuosos recurri¨® a las cartas al director.
¡°Me di cuenta de que el tema era interesante porque las publicaban¡±, asegura. El derrumbe de Sewell no solo se detuvo, sino que hoy la ciudad es patrimonio de la humanidad y se ha convertido en museo. Lo que no se explica es c¨®mo las cartas al director ¡°se transformaron en un vicio¡± y ¡°aparec¨ªan como elementos extra?os en la secci¨®n, cada vez m¨¢s breves¡±. No ten¨ªa que haber un motivo pegado a la actualidad ni una pretensi¨®n de protesta o reclamo para enviar las cartas, solo una necesidad de decir algo. Aunque hay algunos temas reconocibles y recurrentes, como la pena de muerte, la mayor¨ªa queda a la interpretaci¨®n del propio lector, que pasa as¨ª a participar en el juego.
En medio de esta pr¨¢ctica desenfrenada, Collados conoci¨® al escritor Nicanor Parra, que buscaba un arquitecto para construir una casa junto al mar. Ese proyecto nunca prosper¨®, pero s¨ª la amistad entre ambos y juntos comentaban las ep¨ªstolas. ¡°Le hac¨ªan gracia, me daba su opini¨®n y charl¨¢bamos sobre el estilo¡±, recuerda. Un estilo que en algunos versos destila al propio Parra.
Aunque al principio las cartas solo las enviaba a peri¨®dicos chilenos, quiso ¡°ampliar el juego¡± y comenz¨® a remitirlas tambi¨¦n a diarios internacionales, como a EL PA?S, donde lleg¨® a publicar algunas entre 1988 y 1990. Y qui¨¦n sabe si m¨¢s, pues como lamenta Collados, entonces no hab¨ªa Internet y ¡°uno no se enteraba de si sal¨ªan o no¡±. Los peri¨®dicos no sol¨ªan contestar, aunque s¨ª recibi¨® respuesta en alguna ocasi¨®n de Juan Luis Cebri¨¢n, exdirector del diario, seg¨²n atestigua. ?l se afan¨® en el acopio de las cartas y ahora las presenta tal y como se publicaron.
¡ª?Seguir¨¢ enviando cartas?
¡ªYo creo que este libro interrumpe el juego.
¡ªPero ha remitido una hace muy poco.
¡ªS¨ª, pero por la inercia.
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