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Columna
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El suicidio de los que no se hacen adultos en este mundo corro¨ªdo

?Por qu¨¦, en este siglo, m¨¢s adolescentes han respondido a la desesperaci¨®n eliminando su propia vida?

Eliane Brum

Desde que dos alumnos del Colegio Bandeirantes, una tradicional escuela de ¨¦lite de S?o Paulo, se mataron en un per¨ªodo de 15 d¨ªas el pasado mes de abril, el suicidio de adolescentes ha entrado en el debate p¨²blico en Brasil. Los colegios privados han solicitado la presencia de psicoanalistas y profesionales de la salud mental en sus centros para hablar sobre el tema. Padres y profesores buscan pistas para entender por qu¨¦ los m¨¢s j¨®venes se quitan la vida y c¨®mo se puede prevenir la tragedia. Los casos de adolescentes que se matan ya forman parte de la cr¨®nica de ciudades de todos los tama?os del pa¨ªs. En Brasil, entre 2000 y 2015, los suicidios aumentaron un 65% entre j¨®venes de 10 a 14 a?os, y un 45% entre los de 15 a 19 a?os, seg¨²n un estudio realizado por el soci¨®logo Julio Jacobo Waiselfisz, coordinador del Mapa de la Violencia en Brasil. Puede que los n¨²meros se hayan estabilizado ligeramente en los ¨²ltimos dos a?os. Solo dentro de un a?o se podr¨¢ afirmar si es una tendencia o solo una oscilaci¨®n. El suicidio ya es la segunda causa de muerte entre adolescentes en todo el mundo, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. ?Por qu¨¦ se suicidan m¨¢s j¨®venes hoy que ayer?

Esta es la pregunta obvia de donde suele partir el debate. Pero la pregunta todav¨ªa m¨¢s obvia quiz¨¢ sea: ?por qu¨¦ no habr¨ªa hoy m¨¢s adolescentes que interrumpen su vida que en el pasado? Haciendo una lectura del presente, me parece que la sorpresa se justificar¨ªa si, en un mundo dist¨®pico, hubiera menos j¨®venes con dificultades para encontrar sentidos ante la desesperaci¨®n.

La inversi¨®n de la pregunta no es un juego ret¨®rico. Es decisiva. Es decisiva tambi¨¦n porque devuelve la pol¨ªtica a la pregunta, de donde nunca deber¨ªa haber salido. Y la reubica en el campo de lo colectivo.

Cuando los adolescentes se matan, dicen algo sobre s¨ª mismos, pero tambi¨¦n sobre la ¨¦poca en la que no vivir¨¢n

Esta dimensi¨®n no borra la singularidad de cada caso, pero esta singularidad tiene que situarse en el contexto de su tiempo hist¨®rico. Cuando los adolescentes se matan, dicen algo sobre s¨ª mismos, pero tambi¨¦n dicen algo sobre la ¨¦poca en la que no vivir¨¢n. Me parece importante llamar la atenci¨®n sobre este ¨¢ngulo, porque generalmente se borra. En las particularidades de cada historia podemos encontrar caminos para prevenir el acto de desesperaci¨®n, pero tambi¨¦n debemos buscar pistas para entender lo que el suicidio expresa sobre nuestra ¨¦poca en la configuraci¨®n del mundo donde tiene lugar la violencia autoinfligida.

Los adolescentes de hoy heredar¨¢n un mundo corro¨ªdo por el cambio clim¨¢tico provocado por las generaciones anteriores, incluida la de sus padres, donde el agua se est¨¢ convirtiendo en el gran desaf¨ªo y el paisaje ya empieza a desfigurarse. Las series de televisi¨®n, el principal producto cultural y tambi¨¦n de entretenimiento, expresan el sentimiento de esta ¨¦poca: un presente que ya es una distop¨ªa y la imposibilidad de imaginar un futuro que no sea apocal¨ªptico. Internet, donde viven los adolescentes y la mayor¨ªa de los adultos, nos ha arrancado la ilusi¨®n de lo que llamamos humanidad. Al permitir que cada uno se muestre sin m¨¢scaras, que cada uno pueda ¡°decir lo que quiera¡±, se ha abierto una herida narcis¨ªstica cuyos impactos tardaremos en dimensionar. Esta ilusi¨®n sobre qu¨¦ y qui¨¦nes somos cumpl¨ªa un papel importante en el pacto civilizador. Su p¨¦rdida explica en parte la dificultad de compartir el espacio p¨²blico, hoy intervenido por los odios.

?Por qu¨¦, ante este escenario, no habr¨ªa m¨¢s adolescentes con dificultad para encontrar salidas? ?Por qu¨¦ alguien que est¨¢ viviendo una fase de la vida en que necesita lidiar con un cuerpo en transformaci¨®n y asumir la responsabilidad de encontrar su lugar no estar¨ªa desorientado ante el mundo que lo espera, o incluso convencido de que no vale la pena ser adulto en este planeta?

Si cada caso es un caso, el significado de ser adolescente en esta ¨¦poca determinada no puede eliminarse de cualquier respuesta que pretenda ser una respuesta. Abierta, en constante construcci¨®n, pero una respuesta.?

El desaf¨ªo que el suicidio impone a la sociedad es conseguir construir una respuesta que no sea la brutalidad de quitarse la vida

Un adolescente que se hace preguntas duras y se las hace a los adultos no presenta un desv¨ªo de comportamiento. Son preguntas inteligentes, son preguntas de qui¨¦n se da cuenta en qu¨¦ mundo vive, son preguntas de quien se niega a abstraerse de la realidad. El desaf¨ªo que nos presenta el suicidio, como sociedad, es conseguir construir junto con los j¨®venes una respuesta que no sea la brutalidad de quitarse la vida.

Esta tarea no es individual, no es un problema solo del adolescente que no consigue encontrar un sentido, o de su familia. Es una construcci¨®n colectiva. Incluye al adolescente, pero no solo a ¨¦l. Si existe una posibilidad en este momento es la de que la desesperaci¨®n de ver morir a los adolescentes haga que se rompa el silencio sobre el suicidio.

La creencia de que hablar sobre el suicidio aumenta el n¨²mero de casos ha instaurado un silencio alrededor de las muertes que ha contribuido a que el problema y la supuesta soluci¨®n se localice en el individuo. Ha alimentado la idea sin sustancia de que el suicidio es un acto de cobard¨ªa del adolescente y el fracaso de sus padres. El suicidio, convenientemente, ha dejado de ser una cuesti¨®n de la sociedad para convertirse en un problema de una persona o familia con alg¨²n tipo de defecto. O se atribuye a una patolog¨ªa mental, con varios nombres disponibles en el mercado. De hecho, hay casos de suicidios relacionados con enfermedades mentales, pero no podemos desconectar las enfermedades de la ¨¦poca en que se producen.

La cuesti¨®n no es la enfermedad mental, si existe, o la angustia y la desesperaci¨®n, sino por qu¨¦ el suicidio es la respuesta, y no otra, a la enfermedad mental, la angustia o la desesperaci¨®n. Bas¨¢ndonos en el hecho de que a lo largo de varias ¨¦pocas ya ha habido otras respuestas posibles, compatibles con el hecho de seguir viviendo, podemos construir reflexiones que nos arranquen de la repetici¨®n que acaba tratando como un problema exclusivamente individual lo que es tambi¨¦n una producci¨®n social.

No se puede vivir en un mundo literalmente corro¨ªdo y creer que el desv¨ªo lo tiene quien sufre con ¨¦l

Volver a hablar sobre el suicidio es importante, pero es igualmente importante saber c¨®mo hablar sobre ¨¦l. Si creamos solo manuales, como si hubiera una lista de alarmas para identificar el que se separa de la manada, o si creemos que la salida es reforzar la causa y la soluci¨®n individual, reforzaremos m¨¢s la tragedia de nuestra creciente dificultad de hacer comunidad. En resumen: no se puede vivir en un mundo literal y subjetivamente corro¨ªdo y decir que el desv¨ªo es de quien sufre con ¨¦l y no encuentra otra salida que no sea el suicidio. O de la familia que no pudo o no supo impedir que el adolescente se quitara la vida.

Si podemos hacer algo con la tragedia que es haber creado un mundo donde un n¨²mero mayor de adolescentes no se har¨¢ adulto, es volver a aprender a vivir en comunidad, redescubrir c¨®mo tejer redes de cuidado mutuo. Eso no reduce la responsabilidad individual. Al contrario, la aumenta. Pero la coloca donde debe estar: creando un ¡°lazo¡± con los dem¨¢s. Creando todos juntos.

La primera generaci¨®n formada en las redes sociales a partir de ¡°me gusta¡± y ¡°bloquear¡±

Tampoco hay que olvidar que la marca de hacerse adolescente en este siglo es la marca de tejer la propia experiencia en internet. La generaci¨®n actual es la primera formada a partir de ¡°me gusta¡± y ¡°bloquear¡±, caritas sonrientes y caritas furiosas. A la vez que experimenta la posibilidad de eliminar cuanto o quien le molesta, enfrenta la imposibilidad de eliminar sus rastros para siempre.?

Estrenarse en la vida y ya estar condenado a la memoria eterna. Formarse en la impaciencia de los segundos y en la superposici¨®n de los tiempos. Creer que un v¨ªdeo de m¨¢s de dos minutos o un texto de m¨¢s de dos p¨¢rrafos son demasiado largos. Arriesgarse en las redes sin los l¨ªmites del cuerpo, pudiendo ser algo un minuto y otra cosa completamente diferente al minuto siguiente. Pero, a la vez, sentir los efectos profundos de los est¨ªmulos digitales en el cuerpo. Los d¨ªas acelerados que se empalman y la f¨¢brica de ansiedad. La imposibilidad de desconectar. La vida editada y ¡°feliz¡± de todos, mientras por dentro se vive la tristeza como un fracaso en un mundo con tantos triunfadores de Facebook, sin saber qui¨¦n o qu¨¦ es real o fake.

En un v¨ªdeo publicado por Channel 4 News unos d¨ªas atr¨¢s, Jaron Lanier, fil¨®sofo de internet y creador de la realidad virtual, sugiere que los adolescentes deber¨ªan abandonar las redes sociales por lo menos durante un tiempo. ¡°Nos quedamos enganchados en un sistema de recompensas y castigos: la recompensa es cuando te retuitean y el castigo es cuando te maltratan en las redes¡±, dice. Esta manipulaci¨®n, seg¨²n Lanier, no es tan dram¨¢tica como estar enganchado a la hero¨ªna o al juego, pero obedece al mismo principio. ¡°Deja a las personas ansiosas e irritadas, y hace que los adolescentes, principalmente, se depriman, lo que puede ser muy grave¡±, afirma. ¡°Existe una gran cantidad de pruebas y estudios cient¨ªficos. El ejemplo m¨¢s aterrador es la correlaci¨®n entre el aumento de suicidios de adolescentes y el aumento del uso de las redes sociales¡±.?

¡°Date seis meses sin redes sociales¡±

Jaron Lanier les da un consejo a los adolescentes: ¡°Si eres una persona joven y solo vives en las redes sociales, el primer deber contigo mismo es conocerte. Tienes que viajar, tienes que desafiarte. No te vas a conocer sin esa perspectiva. Entonces, date por lo menos seis meses sin redes sociales. Yo no puedo decirte lo que est¨¢ bien. T¨² tienes que decidir¡±.

Netflix, cine y vida tras la p¨¦rdida

El a?o pasado, invitaron al psicoanalista M¨¢rio Corso a dar una charla a los alumnos de una escuela p¨²blica del interior del estado de R¨ªo Grande del Sur, en el sur de Brasil. La diferencia es que no lo invit¨® la direcci¨®n de la escuela, ni los profesores, ni siquiera los padres. La iniciativa fue de los alumnos. Hab¨ªan identificado a una alumna que pensaba en el suicidio y decidieron formar una red de cuidado. ¡°Los compa?eros est¨¢n m¨¢s cerca y saben mejor que nadie cu¨¢ndo sucede algo realmente serio¡±, dice Corso. ¡°Esa experiencia de ayudar a combatir el malestar en la escuela, de entender las dificultades de socializar, ser¨ªa una formaci¨®n extra y muy provechosa que la escuela podr¨ªa dar a los adolescentes. Existen muchos adolescentes cuidadores. Hay que aliarse con ellos¡±.

A los profesionales de la salud mental les suele marcar la p¨¦rdida de alg¨²n paciente. Es algo que llevan dentro para toda la vida, pero en general lo trabajan y lo viven en el ¨¢mbito privado. Corso, sin embargo, tambi¨¦n ha quedado marcado en la esfera p¨²blica. En 2006, uno de sus pacientes, Vinicius Gageiro Marques, de 16 a?os, transmiti¨® su propia muerte por internet y varias personas de diferentes pa¨ªses le ayudaron a consumarla. La incitaci¨®n al suicidio es un crimen previsto en el C¨®digo Penal brasile?o.?

La muerte de Yonlu marc¨® el momento en que las personas se dieron cuenta de que, con internet, los j¨®venes frecuentaban mundos que padres y profesores no alcanzaban

M¨¢s de un a?o despu¨¦s del suicidio de su joven paciente, Corso me concedi¨® una entrevista que se convirti¨® en referencia, por la profundidad y honestidad con que habl¨® sobre lo que vivi¨®. La muerte del adolescente tuvo repercusi¨®n internacional y marc¨® el momento en que las personas se dieron cuenta de que, con internet, los j¨®venes frecuentaban mundos que padres y profesores no alcanzaban. En el segundo semestre de este a?o se lanzar¨¢ la pel¨ªcula Yonlu, el nombre con que Vinicius se presentaba en las redes y firmaba su producci¨®n art¨ªstica, dirigida por Hique Montanari.

M¨¢rio Corso es autor de varios libros, incluso uno infantil. Tres de ellos, escritos junto con la tambi¨¦n psicoanalista Diana Corso, relacionan la producci¨®n cultural y el psicoan¨¢lisis, desde los cuentos de hadas a las actuales series de televisi¨®n. El m¨¢s reciente es Adolesc¨ºncia em Cartaz ¨C filmes e psican¨¢lise para entend¨º-la (La adolescencia en la cartelera ¨C pel¨ªculas y psicoan¨¢lisis para entenderla), publicado en 2017. Le hice cinco preguntas:

P.??Cree que el sufrimiento que provoca el suicidio hoy, en la era de internet, es diferente del sufrimiento que provocaba el suicidio en los adolescentes de generaciones anteriores?

R.?Creo que el sufrimiento de los adolescentes es el mismo. Una soledad inmensa, una sensaci¨®n de inadecuaci¨®n, una desesperanza pr¨®xima a la desesperaci¨®n. La idea de que no hay un lugar en el mundo para ti, que el mundo es demasiado complejo para poder decodificarlo, aliado al momento de fragilidad de los lazos entre iguales, es un cruce peligroso y doloroso. Lo que ha cambiado son las posibilidades de comunicaci¨®n. Para bien y para mal. Por ejemplo, el bullying antes estaba restringido a un lugar, se quedaba en la escuela. Hoy, no para, no da un respiro y no le da al que lo sufre el derecho a empezar de nuevo. Internet no olvida.

Estar marcado en un colegio por una experiencia negativa, antes se pod¨ªa resolver cambiando de escuela. Hoy, te llevas lo que te gustar¨ªa olvidar. Una b¨²squeda r¨¢pida y se sabe todo. Por un lado, la red puede incluso ayudar a los m¨¢s f¨®bicos, ya que permite ensayar en un ambiente donde el cuerpo no est¨¢ en juego y propicia que personas de h¨¢bitos diferentes encuentren su lugar. Por otro, tambi¨¦n tiene su lado oscuro: permite que los que sufren enfermedades que antes estaban aisladas, como la anorexia, se apoyen en compa?eros tambi¨¦n tomados por la locura, que los incentivan a seguir en la enfermedad y le dan un sentido de pertenencia, de identidad, muchas veces letal. Sucede lo mismo con el suicidio. En la red, sigue habiendo foros de proselitismo del suicidio.

P. La muerte de Yonlu ?qu¨¦ le hizo cambiar en su cl¨ªnica o en su modo de entender el suicidio?

R. No hubo cambios significativos en la cl¨ªnica o en el entendimiento de las razones del suicidio. El principal cambio se produjo en m¨ª. Baj¨¦ otro escal¨®n de mi personalidad ya de por s¨ª melanc¨®lica. Ya hab¨ªa perdido pacientes, pero eran casos graves, adultos con a?os de depresi¨®n cr¨®nica, de los cuales, entre idas y venidas, yo solo fui otro intento fracasado. Son p¨¦rdidas diferentes. En este caso, al ser alguien tan joven, con talento, inteligente, es dif¨ªcil apaciguarse. Los psicoterapeutas hablan poco sobre los efectos de ser los depositarios y testigos de tanto sufrimiento. Pero las cicatrices son incurables. Quiz¨¢s un d¨ªa consiga entender mejor todo esto. El dolor todav¨ªa es punzante.

¡°Vivimos no por razones, sino por pertenecer a una red afectiva, por tener una sociedad que nos d¨¦ un lugar¡±

P. Desde aquella ¨¦poca, hace m¨¢s de una d¨¦cada, opina que hay que hablar sobre el suicidio. Pero solo ahora, y en gran parte debido a series como Por trece razones (Netflix), el silencio sobre el suicidio entre adolescentes empieza a romperse. ?Por qu¨¦ es importante hablar y qu¨¦ le gustar¨ªa decir?

R.?Hablar sobre el problema ya es un comienzo. Es un tema tab¨², nadie se siente c¨®modo para empezar. Nadie sabe muy bien qu¨¦ decir. Lo que est¨¢ en juego es el sentido de la vida. ?Y qui¨¦n sabe decir por qu¨¦ la vida vale la pena? No lo sabemos hacer, incluso porque es una cuesti¨®n mal enfocada. No existe una respuesta racional. La respuesta es emocional. Vivimos no por razones, sino por pertenecer a una red afectiva, por tener una sociedad que nos d¨¦ un lugar. Estamos aqu¨ª porque alguien un d¨ªa as¨ª lo quiso y qued¨® inscrita en nosotros esa marca. Las ganas de vivir es algo que los padres transmiten, o no, sin darse cuenta. Pero es un territorio imponderable, nebuloso. Creo que este es el momento de construir algo nuevo. Creo que el arte ya ha empezado a hacerlo. La serie de Netflix ha sido un buen comienzo. Antes de que se hiciera, no habr¨ªa pensado nunca que tendr¨ªa ¨¦xito. Tomado por el paradigma de Werther, de que narrar el suicidio puede incentivar otros, yo no la har¨ªa. (En el siglo XVIII, tras la publicaci¨®n de Las desventuras del joven Werther, del escritor alem¨¢n Johann Wolfgang von Goethe, habr¨ªa habido una ola de suicidios de j¨®venes en Europa que se consider¨® efecto de la novela.) Netflix la hizo, y la respuesta fue la contraria: m¨¢s gente hablando del tema y pidiendo ayuda.

¡°Si un estudio de televisi¨®n ha inventado una narrativa que hace que la gente hable sin estimular el acto, ?por qu¨¦ la comunidad de quien trabaja con la salud mental no podr¨ªa hacer lo mismo?¡±

P. Usted, que analiza la producci¨®n cultural por el ¨¢ngulo del psicoan¨¢lisis, ?qu¨¦ opina de la serie?

R.?Tuvieron una idea brillante: crearon un h¨¦roe rom¨¢ntico aparentemente t¨ªpico. Hannah, el personaje, es un alma sensible y que sufre, traumatizada e incomprendida. El mundo no ser¨ªa lo suficientemente bueno para ella. Pero, a lo largo de la serie, se comporta de forma tan poco emp¨¢tica con el sufrimiento de los dem¨¢s, est¨¢ tan centrada en s¨ª misma y es tan ego¨ªsta, que nadie quiere ser como ella. Exige un cuidado y una delicadeza que ella misma no tiene con nadie. Est¨¢ ciega al dolor ajeno. O sea, le dieron la vuelta al argumento. Nadie quiere ser Hannah, aunque admitamos que tiene sus motivos y su sufrimiento. Ayuda a narrar el dolor y las ganas de irse, pero no despierta identificaciones directas. Si un estudio de televisi¨®n ha inventado una narrativa que hace que la gente hable sin estimular el acto, ?por qu¨¦ la comunidad de quien trabaja con la salud mental no podr¨ªa hacer lo mismo? Tenemos que ponernos a pensar. Ha llegado el momento de inventar. Creo que es un desaf¨ªo que tenemos que ponernos. Hay que dar visibilidad al problema real que es el suicidio. No informar de casos, sino encontrar una nueva manera de que siempre sea un tema relevante.

P. ?Habr¨ªa algo en la educaci¨®n que se da actualmente a ni?os y adolescentes que los dejar¨ªa m¨¢s vulnerables?

R.?Es algo en lo que se piensa poco. Tenemos una conquista civilizadora interesante, que es la infancia protegida, reconocida en sus particularidades. No tenemos que cambiar eso, pero quiz¨¢s habr¨ªa que pensarla mejor. Nuestros hijos crecen en una burbuja de protecci¨®n que se rompe en la adolescencia. Abruptamente, descubren la dureza del mundo, la violencia, la exigencia desmedida, a veces por parte de los padres. Se sienten traicionados por el mundo de cuento de hadas que les dieron. ?No estaremos exagerando, no habr¨ªa una manera de mostrar, desde m¨¢s temprano, el mundo como realmente es?

Existe una depresi¨®n t¨ªpica del inicio de la adolescencia relacionada con darse cuenta del peso del malestar de la civilizaci¨®n. Las utop¨ªas ya no cuelan, vivimos en una ¨¦poca de distop¨ªas, las creencias religiosas tampoco, el joven siente que est¨¢ en un mundo absurdo. Y tenemos que pensar que ¨¦l no ha desarrollado todav¨ªa los anticuerpos que nosotros ya tenemos... Y todo esto llega de golpe. ?No podr¨ªa venir en peque?as dosis? Creo que nos pasamos con el mundo Disney. En resumen: no los preparamos para la desgracia, no hablamos de las derrotas, de las p¨¦rdidas, y son la ¨²nica certeza que tenemos en esta vida. Les ense?amos a ganar, les decimos que ser¨¢n vencedores. Les ense?amos lo f¨¢cil y olvidamos lo esencial: saber soportar las rudezas de un momento civilizador complicado.

El presente solo es posible si el futuro es posible?

Al inicio de esta columna, propongo cambiar la pregunta. No ¡°por qu¨¦ se suicidan m¨¢s adolescentes hoy¡± sino ¡°por qu¨¦ no hay m¨¢s adolescentes que se suicidan hoy¡±. Mi interrogaci¨®n parte de la realidad de un planeta corro¨ªdo y abandonado por las utop¨ªas. A este escenario se le suma la profunda crisis de la democracia como sistema capaz de mejorar la vida de las personas. ¡°Tierra devastada¡± ya no es una figura del lenguaje, sino una literalidad. En la dificultad de ver un futuro pr¨®ximo, casi nos parecemos a los marineros del pasado, que cre¨ªan que el mundo se terminaba en un barranco, de repente.

?C¨®mo podemos construir con los adolescentes una idea de futuro que no sea una distop¨ªa?

Sin perspectivas, sue?os, imaginaci¨®n, deseo, la percepci¨®n ya es de vida interrumpida. Tragado por los d¨ªas de un presente acelerado, en que el cuerpo se ve afectado por est¨ªmulos las 24 horas, 7 d¨ªas a la semana, pero no tiene ni espacio ni tiempo para asimilar ninguna experiencia porque enseguida viene otra, la sensaci¨®n es de ahogo. Sin perspectiva de futuro, el presente es un v¨®rtice.

Sugiero, entonces, una tercera interrogaci¨®n para este momento: ?qu¨¦ podemos hacer junto con los adolescentes ¡ªporque creo que la juventud tambi¨¦n tiene que responsabilizarse¡ª, para que vuelva a valer la pena vivir en este mundo? O ?c¨®mo podemos construir juntos una idea de futuro que no sea una distop¨ªa? La imposibilidad de imaginar un futuro posible tiene impactos profundos sobre la vida de todos, mucho m¨¢s de lo que la mayor¨ªa consigue dimensionar en el d¨ªa a d¨ªa. Recuperar la capacidad de imaginar un mundo donde se pueda vivir es el imperativo que atraviesa esta ¨¦poca. Imaginar a partir de la realidad brutal, y no neg¨¢ndola, como ha hecho la mayor¨ªa.

Este momento de romper el silencio sobre el suicidio es rico en posibilidades. Pero solo si somos capaces de reubicar la cuesti¨®n en el campo de la pol¨ªtica. En ello tienen que apostar las escuelas, al igual que todos los espacios colectivos. El desaf¨ªo, tanto en la red p¨²blica como en la privada, es el de hacer comunidad, incluso y principalmente entre las redes. No porque se llame ¡°comunidad escolar¡± significa que es una comunidad escolar. Comunidad es algo mucho m¨¢s profundo y demanda esfuerzo continuo de crear lazos dentro y fuera, reconociendo las fronteras para poder cruzarlas.

Ser¨¢ una pena si este despertar violento, despertar sobre cuerpos de alumnos muertos, se desperdicia por la visi¨®n estrecha del suicidio, como si estuviera desconectado de su ¨¦poca, individualiz¨¢ndolo y aisl¨¢ndolo. O por plantear cuestiones de salud mental como si pertenecieran a un archivo impermeable, que no se comunicara con todos los dem¨¢s. Los s¨ªntomas de nuestro tiempo expresan donde est¨¢n nuestros agujeros. Los m¨¢s sensibles lo sienten primero.

Crear una respuesta para el suicidio de adolescentes tambi¨¦n es crear una respuesta para nuestra vida en este planeta. Es enfrentar el tema del cambio clim¨¢tico y de c¨®mo tenemos que adaptarnos a ¨¦l, es enfrentar la responsabilidad de nuestra especie con todas las otras cuya casa hemos destruido, es enfrentar la crisis de la democracia y crear maneras de fortalecerla, para que vuelva a significar la posibilidad de combatir las desigualdades y fortalecer los derechos.

Ser parte de la creaci¨®n del futuro, aun en la extrema desesperanza del presente, es crear lazos con la vida y con los vivos

El malestar de nuestro tiempo, que tanto afecta a los que se estrenan en la vida, se alimenta de nuestra imposibilidad de ver una vida posible un poco m¨¢s adelante. Como los adultos tampoco la ven, el desamparo es total. Si un colegio o cualquier otra instituci¨®n quiere de hecho enfrentar el suicidio entre adolescentes debe dedicarse tambi¨¦n a construir con ellos una idea de futuro que no sea el apocalipsis clim¨¢tico, o nuclear. Formar parte de esta creaci¨®n del futuro, aun en la extrema desesperanza del presente, es crear lazos con la vida y con los vivos. El suicidio tambi¨¦n es la imposibilidad de formar parte de algo.

Sin imaginar un futuro posible, no hay presente posible. Es lo que todos tenemos que comprender. Es lo que los j¨®venes cuerpos tumbados tambi¨¦n est¨¢n diciendo con su silenciamiento violento. Solo se combaten las ganas de morir creando un mundo en que valga la pena vivir. Esta es la principal tarea de la escuela y de todas las instituciones.

En la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP) de 2014, el antrop¨®logo Eduardo Viveiros de Castro dijo una frase provocadora, en el mejor sentido: ¡°Los indios entienden de fin del mundo porque ya vivieron el fin del mundo en 1500¡±. Retomo esta afirmaci¨®n para recordar que los j¨®venes ind¨ªgenas Guaran¨ª-Kaiow¨¢, las nuevas generaciones de uno de los pueblos originarios m¨¢s masacrados del planeta, se suicidan desde los a?os 80. Su suicidio, invisible para los blancos, invisible como ellos mismos, cuenta una narrativa del fin del mundo. Deber¨ªamos estar mir¨¢ndolos a ellos, a ese dolor, a este mundo que ya se corrompi¨® antes por la fuerza del exterminio.

Para los Guaran¨ª-Kaiow¨¢, palabra significa ¡°palabra que act¨²a¡±. Responder al suicidio de los adolescentes con vida es romper las barreras del aislamiento y convertirse en palabra que act¨²a para hacer futuro.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - O avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.

Traducci¨®n: Meritxell Almarza

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