Merkel y Ocasio-Cortez, doble retrato de un ¡®establishment¡¯ que se derrumba
El ascenso de la joven dem¨®crata en EEUU y el sufrimiento de la experimentada canciller encarnan el colapso del sistema pol¨ªtico tradicional
Es la historia de dos mujeres, pero a la vez el retrato del colapso del establishment pol¨ªtico que ha regido occidente durante siete d¨¦cadas. Una tiene 28 a?os; la otra 63. Hace siete meses, la primera todav¨ªa trabajaba como camarera en un bar; la otra negociaba la conformaci¨®n de su cuarto gobierno.
Una es Alexandria Ocasio-Cortez, neoyorquina de origen latino que acaba de vapulear en la primarias dem¨®cratas de su ciudad a un tit¨¢n del partido que contaba con un presupuesto diez veces superior y el apoyo de la plana mayor de la formaci¨®n.
La otra es Angela Merkel, canciller alemana que se dispone a participar este jueves y viernes en la cumbre europea a la que llega m¨¢s d¨¦bil que nunca en m¨¢s de una d¨¦cada de poder. Tras el decepcionante resultado en las elecciones de septiembre y la ag¨®nica conformaci¨®n de una coalici¨®n de gobierno, sus aliados b¨¢varos le han puesto ahora un ultim¨¢tum para endurecer la pol¨ªtica migratoria. Ella se mueve en la delgada l¨ªnea entre abdicar a sus valores o perecer en la coherencia. Es muy probable que finalmente Merkel supere el envite con el pragmatismo que la caracteriza, pero su sufrimiento dice mucho de nuestro tiempo. La pujanza de la ultraderecha ha radicalizado a los b¨¢varos; y, sin ellos, ni siquiera el apoyo del otro gran partido alem¨¢n, el SPD, le garantiza la mayor¨ªa en el Bundestag. Porque los dos volksparteien que un tiempo acumulaban el 80% del voto alem¨¢n ahora apenas llegan al 50%.
Ellas ¡ªMerkel y Ocasio-Cortez¡ª encarnan hoy una historia global. Se detectan s¨ªntomas por doquier. Theresa May, por ejemplo, acude a esa cumbre como Merkel en una situaci¨®n de dificultad causada por los vientos antisistema. En su caso, con el endiablado reto de plasmar el Brexit, decidido en un refer¨¦ndum en el que todo el establishment pol¨ªtico (junto con el empresarial y sindical) apoyaba la opci¨®n contraria.
Ese establishment se viene abajo a gran velocidad en casi todo Occidente. En algunas partes ya solo quedan escombros. En Italia, por ejemplo, donde ya no hay pr¨¢cticamente rastro de partidos tradicionales y mandan dos outsiders como Liga y 5 Estrellas. El l¨ªder de la Liga cabalga a lomos de una ret¨®rica xen¨®foba sin complejos. Lo llamativo de su ¨¦xito es que, tristemente, es el establishment europeo qui¨¦n le ofreci¨® un arsenal de municiones, lav¨¢ndose las manos ante las reiteradas llamadas a la solidaridad en la gesti¨®n del flujo migratorio que proced¨ªan del anterior y moderado gobierno italiano. Ahora esa facci¨®n moderada casi ni existe, y las llamadas se han convertido en peligrosos gritos.
La victoria de Macron resguarda aparentemente a Francia de esa marea, pero ojo, en la primera vuelta de las presidenciales los candidatos antiestablishment lograron el 48% de los votos. El m¨ªtico PS, pilar de poder de la Francia moderna, pr¨¢cticamente no existe.
En otros lugares, como en Austria, a primera vista los partidos tradicionales resisten. Una mirada m¨¢s atenta apunta a que en realidad, bajo el mismo traje, se encuentra otro cuerpo, m¨¢s bien una transustanciaci¨®n de ideas ultraderechistas en pa?os de conservadurismo tradicional.
Un poco m¨¢s al Este, la noci¨®n de democracia liberal es directamente anatema y hay quienes, como Viktor Orb¨¢n en Hungr¨ªa, evocan abiertamente el concepto de democracia iliberal.
Los datos muestran que la econom¨ªa mejora en Occidente desde hace a?os; que los flujos migratorios remiten. Pero eso no est¨¢ reduciendo ni un mil¨ªmetro la ira de gran parte de la ciudadan¨ªa en contra de los partidos y dirigentes tradicionales. La embestida de esa ira deja en escombros el viejo sistema, y entre esos escombros brotan propuestas de todo tipo: ultraderechistas desacomplejados, j¨®venes figuras inspiradoras, u outsiders de la pol¨ªtica ¡ªpero no del establishment general¡ª como el propio Macron o Donald Trump.
Cualquiera que es percibido como defensor del sistema est¨¢ en el rumbo del tsunami. La sensaci¨®n es que tendr¨¢n mejor suerte aquellos que defienden los valores del sistema que los que defienden el sistema en s¨ª.
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