Apag¨®n nuclear en Helsinki

La ins¨®lita actitud de Donald Trump como defensor de Vlad¨ªmir Putin ha eclipsado claves fundamentales de la agenda bilateral entre Rusia y Estados Unidos. La m¨¢s ¨²til para el resto del mundo era el esperado pacto sobre el control de las armas nucleares. Todo indica, sin embargo, que se ha perdido una oportunidad ¨²nica, porque nada se ha dicho de lo que hablaron al respecto el envalentonado l¨ªder ruso y el parlanch¨ªn mandatario norteamericano, que por vez primera abordaba el tema en situaci¨®n de debilidad.

En teor¨ªa, las dos grandes potencias nucleares ten¨ªan el acuerdo al alcance. Lo demostraba el optimismo de la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Pol¨ªtica de Seguridad, Federica Mogherini, que confi¨® en un pacto ¡°al menos¡± en el cap¨ªtulo at¨®mico.

?Qu¨¦ se torci¨®? Quiz¨¢s hubo demasiado optimismo pese a que los hechos previos eran desfavorables. Hay que recordar que la apuesta americana hace dos d¨¦cadas por el escudo antimisiles (Anti Ballistic Missile, ABM) origin¨® en Rusia una carrera para desarrollar armas capaces de perforar las nuevas protecciones.

Hab¨ªa dos opciones. La primera y m¨¢s sencilla, mediante ataques por saturaci¨®n. Es decir, lanzando tantos misiles que har¨ªan imposible la interceptaci¨®n de todos. La segunda, construir otros misiles m¨¢s veloces que el interceptor y/o indetectables al radar.

Rusia ha tenido ¨¦xito. El 1 de marzo, Putin present¨® sus nuevas ¡°armas invencibles¡± y, aunque insisti¨® en que EE UU estaba tirando ¡°a la basura¡± su dinero para el ABM, pocos le creyeron. Diez d¨ªas despu¨¦s, un caza Mig-31 prob¨® un nuevo misil con capacidad nuclear, el Kinzhal (Daga), que alcanza objetivos a 2.000 kil¨®metros a mach 10, diez veces la velocidad del sonido. No hay escudo que lo pare. Ni al intercontinental y tambi¨¦n nuevo Avangarde, que vuela a mach 20.

Por tanto, y pese a que la ventaja estrat¨¦gica de Washington es apabullante, se han acortado las distancias. Y eso coincide con el fin del Tratado de Reducci¨®n de Armas Estrat¨¦gicas (New START) de 2010, que fija un m¨¢ximo de 1.550 ojivas nucleares para cada uno.

Trump sostiene que el START beneficia a Rusia. Y tambi¨¦n el Tratado sobre Misiles de Alcance Medio (Intermediate Range Nuclear Forces, INF), vigente desde 1987, que proh¨ªbe los misiles basados en tierra de entre 500 y 5.000 kil¨®metros de alcance, pero no los desplegados en buques o aviones, que son los que ha desarrollado Mosc¨².

Los dos tratados han sido fundamentales estas d¨¦cadas para el equilibrio entre las dos potencias, que acumulan el 92% de las 15.000 cabezas nucleares existentes. Trump buscaba ahora ganar tiempo manteni¨¦ndolos o actualiz¨¢ndolos en un mundo con otros actores nucleares en carrera (China, Corea del Norte, Ir¨¢n...).

La hip¨®tesis m¨¢s realista indicaba que de Helsinki saldr¨ªa una pr¨®rroga autom¨¢tica de cinco a?os del START. La respuesta, sin embargo, ha sido el silencio. Tan alarmante como amenazador.